domingo, 9 de diciembre de 2012
Carta de despedida de Jesús a María
Querida Mamá *:
Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás María.
Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: “¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?”
Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para que vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches.
Juan el de las gaseosas, y con él la mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más cosas tengan más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de sus vidas en el conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad para disponer del futuro de los otros hombres. El Rabino y sus beatas se han rendido ya a todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
El resultado es que la mayoría de los días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombros normales, la amargura habitual de casa, las alegrías cortas y poco alegres.
A veces, Madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la campanilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parta y con cualquier remitente, una buena noticia: ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: “¡La Buena Noticia ya ha llegado! ¡El Reino de Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar desde dentro! ¿Por qué les repiten que están cojos, si resulta que Dios les ha dado dos piernas de gacela?
Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, Madre. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas, que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia.
Ya sé que soy un carpintero sin bachillerato ni licenciatura y que apenas he cumplido la edad para poder hablar en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, “Hacer mi síntesis teológica…” Pero esta tarde me he enterado que han detenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alimentará ahora la chispita de esperanza que aún humea en el corazón de los pobres? ¿Quién gritará lo que Dios quiere en medio de tanto gritos que no quieren a Dios? ¿Quién jurará a los sencillos y a los cansados que tienen derecho a vivir porque son queridos desde el principio del universo?
Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos… Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son felices…. A menos que esté del lado de los que dan la vida para que todo eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.
Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro qué es lo que voy a hacer. Sé por dónde empezar. No sé donde terminaremos. Por lo pronto me voy a Cafernaum, a la orilla del lago, donde hay más gente, y lo que pase tendrá resonancia. Está amaneciendo.
Te escribiré. Te vendré a ver de vez en cuando. Las vecinas, el gato, las estrellas del cielo y Dios nuestro Señor te harán compañía en esa ola inmensa de convivencia fraterna con la naturaleza que los hombres no son capaces de descubrir.
Y cuando hagamos ese pequeño grupo de gente que viva como estamos hechos para hacerlo, podrás venirte con nosotros, llena de gracia, llena de flores, llena de ritmo, ¡Bendita entre todas las niñas de Israel! que me diste en fruto a mí.
Jesús…
*Tomado de "Un Señor como Dios manda" de José Luis Cortés...
martes, 4 de diciembre de 2012
Jesucristo ¿Rey?
Este domingo la Iglesia celebra una gran fiesta: Jesucristo Rey del Universo. La liturgia nos invita, en gran medida, a reflexionar ¿Quién es Jesús? Y ¿Por qué al finalizar el año litúrgico celebramos al rey?Pero antes de hablar del rey debemos entender, aunque sea un poco, el reino. A lo largo del Evangelio Jesús nos da sólo nociones sobre lo que es el Reino, lo demás es pura conjetura; Jesús nos dice que el reino es como un banquete de bodas, cuyos invitados no quisieron ir, que se parece como el sembrador que sale a sembrar, como una moneda que se pierde y luego la encontramos. Pero a su vez Jesús nos dice que el reino NO es de este mundo pero en otra parte nos dice que el reino ya está entre nosotros, francamente eso me genera conflictos ¿es o no es de este mundo?
Y yo, opinión muy personal, he llegado a esta conclusión: a pesar que no es de este mundo, nosotros que si lo somos debemos luchar por hacerlo brillar en nuestra sociedad. El Reino es un lugar donde impera la justicia, la solidaridad, la esperanza, la compasión y sobretodo el amor, porque Dios es amor y donde hay amor allí está Él.
Probablemente como a mí esto me genera algo de conflicto, ya que hemos crecido con la idea que debemos trabajar por el Reino de los cielos, conformándonos con lo que tenemos, agachando sumisamente la cabeza, con lo que tenemos, pero aquí hago propias las palabras de José Luis Cortés “Como están las cosas NO me saben a Dios”A partir de esto ya puedo discernir sobre Jesús ¿Quién es para mí Jesús? ¿Por qué lo sigo? ¡qué tiene Él que no tenga Sócrates, Platón o Aristóteles? Yo ya he tenido mi respuesta Él me da a conocer a Dios, al verdadero Dios.
Pero no es un Dios cualquiera, sino un Dios que es amor y misericordia: UN DIOS QUE ESO OTRA COSA. Hoy que celebramos a Jesús Rey del Universo, me pregunto ¿Rey de qué o de quién? La respuesta lógica sería: “De mi vida” y eso me cuestiona ¿verdaderamente será Mi REY, lo vivo con TODO lo que soy o me quedo sólo con lo superficial? Las personas que se me acercan ¿sienten que yo vivo por y para Jesús? Ese es, para mí, un buen examen de conciencia.La invitación que hoy me hago es a vivir coherentemente mi amor por Jesús, que ese amor que siento y por el que vibro me mueva a valorar más a mis hermanos a solidarizarme con los más necesitados, a respetar a TODOS los seres humanos, sea hombre o mujer, maya, chino, iraní, musulmán, judío o ateo, al final de cuentas en cada uno de ellos habita Dios, porque en realidad no entiendo como hay mucha gente que hace mucha reverencia ante el sagrario y al salir no se digna de saludar a quien está a su par; nos preocupamos más por no recibir la comunión en la mano, mientras pasamos de largo el trato digno a las demás personas.Decir que Jesús es mi rey es hacer vida su proyecto, su misión, su mensaje es anunciar con nuestra vida que hay un mundo más digno, un mundo como el que estaba preparado desde siempre para nosotros un mundo como el que Dios manda, sólo así, con respeto, con amor y solidaridad podemos decir que Jesús es nuestro Rey, porque de nada sirve anunciar a Jesús con nuestros labios, si nuestro corazón no se conmueve con nuestros hermanos.
Y yo, opinión muy personal, he llegado a esta conclusión: a pesar que no es de este mundo, nosotros que si lo somos debemos luchar por hacerlo brillar en nuestra sociedad. El Reino es un lugar donde impera la justicia, la solidaridad, la esperanza, la compasión y sobretodo el amor, porque Dios es amor y donde hay amor allí está Él.
Probablemente como a mí esto me genera algo de conflicto, ya que hemos crecido con la idea que debemos trabajar por el Reino de los cielos, conformándonos con lo que tenemos, agachando sumisamente la cabeza, con lo que tenemos, pero aquí hago propias las palabras de José Luis Cortés “Como están las cosas NO me saben a Dios”A partir de esto ya puedo discernir sobre Jesús ¿Quién es para mí Jesús? ¿Por qué lo sigo? ¡qué tiene Él que no tenga Sócrates, Platón o Aristóteles? Yo ya he tenido mi respuesta Él me da a conocer a Dios, al verdadero Dios.
Pero no es un Dios cualquiera, sino un Dios que es amor y misericordia: UN DIOS QUE ESO OTRA COSA. Hoy que celebramos a Jesús Rey del Universo, me pregunto ¿Rey de qué o de quién? La respuesta lógica sería: “De mi vida” y eso me cuestiona ¿verdaderamente será Mi REY, lo vivo con TODO lo que soy o me quedo sólo con lo superficial? Las personas que se me acercan ¿sienten que yo vivo por y para Jesús? Ese es, para mí, un buen examen de conciencia.La invitación que hoy me hago es a vivir coherentemente mi amor por Jesús, que ese amor que siento y por el que vibro me mueva a valorar más a mis hermanos a solidarizarme con los más necesitados, a respetar a TODOS los seres humanos, sea hombre o mujer, maya, chino, iraní, musulmán, judío o ateo, al final de cuentas en cada uno de ellos habita Dios, porque en realidad no entiendo como hay mucha gente que hace mucha reverencia ante el sagrario y al salir no se digna de saludar a quien está a su par; nos preocupamos más por no recibir la comunión en la mano, mientras pasamos de largo el trato digno a las demás personas.Decir que Jesús es mi rey es hacer vida su proyecto, su misión, su mensaje es anunciar con nuestra vida que hay un mundo más digno, un mundo como el que estaba preparado desde siempre para nosotros un mundo como el que Dios manda, sólo así, con respeto, con amor y solidaridad podemos decir que Jesús es nuestro Rey, porque de nada sirve anunciar a Jesús con nuestros labios, si nuestro corazón no se conmueve con nuestros hermanos.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Un ejemplo de FE
Hace pocos días el santo padre
Benedicto XVI inauguró, en el marco del Sínodo de los Obispos y de las
celebraciones del 50 aniversario del Concilio Vaticano II, el Año Santo de la
Fe. Un año en el cual los católicos de
todo el mundo tendremos la oportunidad de evaluar y celebrar la fe que se nos
ha transmitido. En teoría me centraría
en un breve comentario sobre la Porta Fidei, pero hoy el Espíritu Santo me ha
dicho que reflexione con algo más palpable, un caso que ha conmovido a mucho,
que incluso se ha escrito una canción.
Reconozco que si algo disfruto es
ver la televisión española. El pasado uno de noviembre, día en que celebramos a
todos los santos, vi una noticia que me entristeció: en una fiesta de Halloween
cinco jóvenes fueron aplastados por razones que aún no se han esclarecido,
hasta ese momento tres habían fallecido, dos se encontraban en el hospital, una
de ellas era Belén Langdon.
Una amiga española, en su cuenta
de twitter colocaba lo siguiente: “#TodosconBelén Un ángel se nos ha adelantado”
inmediatamente intentamos averiguar que
pasaba, así el mundo se enteraba de la muerte de una chica de 17 años llamada
Belén. Pero ¿Quién era Belén? Es una muy
buena pregunta, una joven como cualquier otra, que estaba en una fiesta, la
sexta hija de un matrimonio católico, que había dicho que quería donar sus
órganos. Luego del accidente
inmediatamente sus amigos hicieron una cadena de oración, la familia nos dio un
gran ejemplo de confianza en Dios: “Ella ya está en sus manos, a nosotros nos
queda esperar su voluntad” fue el mensaje, parafraseado, que dijo su hermano
Borja. Así falleció una joven, auxiliada
por el amor y la fe de una familia que esperaba en Dios.
Muchas veces a lo largo de la
vida podemos preguntarnos: ¿Será que Dios quiere que todo esto suceda? La
respuesta es más que obvia: NO. Me ha
sorprendido la respuesta que se ha tenido acerca de este caso, pero más aún me
ha sorprendido la reacción de la
familia, en esas dificultades se abandonan a Dios, como lo hiciera nuestra
Madre María. Y es que eso es la fe, una
confianza absoluta en Dios, que siempre quiere lo mejor para nosotros, una
certeza que, aunque no entendamos, Él nos ha prometido que está con nosotros.
En estos momentos de dificultad
que vivimos, la fe es nuestra respuesta, esa fe que nos motiva a ir siempre
adelante, porque nos sabemos acompañados por aquel que es Amor: DIOS.
Luis Alberto Guiguí
EPJ 140
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Discurso de despedida...
Ya desde hace algunos días, quizá
semanas he querido escribir algo, palabras que nacen de lo profundo del
corazón, palabras que quizá no he dicho,
palabras que me encantaría que supieran antes que yo me vaya. Y es que si hay algo que tan cierto como la vida
misma, esa es la hermana muerte, como la llamaría Francisco. Por esto mismo quiero dedicar unas cuantas
líneas para realizar la homilía que me encantaría que se leyera el día en que
me toque partir, ciertamente no tendrá mucho de teológico, pero si mucho de mi
propia experiencia de vida.
Es cierto que a lo largo de mi vida he escrito
mucho, sobre muchas cosas: política, religión, amor, Dios; pero siempre han
quedado muchas cosas en el aire, palabras que nunca dije, silencios que se
volvieron cómplices, miradas que lo dijeron todo. Hoy al atardecer de mi vida lo único que
puedo decir es: ¡Muchas gracias! Gracias a la vida que he llevado, y a Dios
quien me permitió vivirla. Hoy luego de
un largo camino recorrido, luego de todos estos sueños que he llevado a cabo
puedo decir muy complacido: Señores, ¡He vivido!
Claro, como lo dijo el poeta,
este camino, esta historia, mi historia, no ha sido fácil, en ese trayecto
lloré, reí, comí, gocé, cumplí sueños, me gané frustraciones, pero puedo decir
que en todas y cada una de estas sensaciones hubo alguien que me acompañó:
Dios. Estoy convencido que fue Él quien
estuvo sentado conmigo en los autos, buses, aviones y trenes en los que me
transporté, Él siempre ha sido una presencia real en mi existencia. Para nadie es un secreto que soy hijo de una
gran mujer, ella siempre me ha reflejado el amor de Dios, que es Padre y Madre,
Él me regaló un padre que me enseñó a ser hombre y lo que ello representa. A ellos dos quiero agradecerles porque yo no
he sido lo que en esencia he sido, si ellos no me lo hubieran enseñado. Fue producto de ese amor que yo llegué a
tener dos tesoros mis hermanos, con quienes nos hemos adentrado en la aventura
de la vida, hemos sido cómplices, inundamos la casa muchas veces, jugamos y lo
hicimos siempre con amor.
En este nuevo viaje no puedo
evitar recordar los lugares que conocí, la gente con la que compartí, mi
historia sin duda se ha unido a la de muchas personas, juntos nos hemos
encontrado con Dios. Espero que haya sido en su vida un
instrumento fiel, un instrumento que les haya presentado a aquel que a mí me
cambió la vida: Jesús. Me he encotrado
con muchas personas, cierto es que nunca fui perfecto, eso se lo dejo a los
santos, conocí a grandes y famosos, desde el Papa, obispos y presidentes, hablé
de tú a tú con sacerdotes, diputados, doctores y licenciados, pero eso nunca
fue un impedimento para que me tirara en el piso a jugar con un bebé, o que me
conmoviera, hasta las lágrimas, al ver a alguien sufriendo.
Quizá nunca lo dije pero lo confieso yo
siempre fui muy sensible, a pesar que casi no lloraba, traté de acompañar
siempre a los que sufrieron ¿Cuántas veces no quise abrazar a muchas personas
que enfrente de mí lloraron? ¿Qué me lo impidió? Claro la respuesta es
demasiado obvia para mí: el miedo. Si el
miedo a parecer débil o de hacerme notar como alguien dependiente. No pude evitar tener siempre aires de
independencia, de no necesitar de todas las personas, pero siempre los
necesité, mi vida está llena de rostros, de sus rostros, de los rostros de mi
familia, de mis amigos, de mis compañeros y de muchos desconocidos, que se
volvieron parte de mi vida.
No puedo evitar pensar en todos
aquellos que me presentaron a Dios, a los sacerdotes, el padre Héctor, Rolando,
Carlos, Pedro y tantos otros. Mis amigos
de la ECO con quienes juntos encontramos a un Jesús que sin lugar a dudas nos
cambió el rumbo de la vida y que no nos cansamos de dar a conocer, muy a pesar
de nuestras debilidades, a mis amigos entrañables con quienes dimos catequesis
o charlamos en muchas ocasiones, mis amigos que juntos nos acompañamos, con
quienes lloramos, reímos, nos burlamos, o sencillamente estuvimos el uno para
el otro, a ustedes sólo puedo decirles: ¡Nunca pierdan la esperanza, allí
encontramos a Jesús!
Cierto es que nunca fui perfecto,
que tuve muchos defectos, sobretodo lo criticón y lo sabelotodo, pero es aquí
donde puedo decir que fueron muchas las cosas que ignoré, muchas las cosas que
nunca aprendí, pero lo que supe, traté de compartirlo. Quiero pedir perdón si a alguien he ofendido,
seguramente no quise hacerlo.
Es así como esta historia llega a
su fin, una historia de amor, una historia en la que Dios, yo y ustedes
formaron parte, al igual que Amado Nervo puedo decir: Amé, fui amado, el sol acarició
mi faz, ¡Vida nada me debes, vida estamos en paz! Y así quiero agradecerles por estar
acompañándome en este camino que me ha llevado a Dios, al Dios del amor, al
Dios de Jesús.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Unas palabras sobre el amor...
Si hay algo en esta tierra de lo que ha escrito, dicho,
interpretado y malinterpretado, es: El amor; algunos han tratado de definirlo,
otros han contado historias acerca de esa lucha intensa que es el amor, se han
editado y producido infinidad de novelas, que en cierto sentido han
tergiversado lo que es este maravilloso sentimiento; incluso el Papa Ratzinger
nos ha escirto una encíclica sobre el tema.
El apóstol Juan define: “Dios es amor”; ya los filósofos se
han quebrado la cabeza tratando de definir a Dios y han llegado a una sola
conclusión: ¡No se puede definir a Dios!
Los antiguos griegos definían tres clases de amor: Eros, Philia y Ágape,
cada uno con sus peculiaridades. Yo los
veo más como un camino, un camino que nos lleva a Dios. Vemos, por ejemplo, en una persona, un
rostro, un amigo, un hermano (Philia) un rostro que nos transmite pasión,
deseo, atracción física, sacrificio (Eros) y en cada uno de ellos vemos a Dios
(Ágape).
Al empezar a escribir sobre esto me preguntaba: ¿Qué me
habla a mí del amor? Providencialmente
oí el llanto de un recién nacido en los brazos de su madre, claro mi memoria
voló hace diecisiete años cuando oí a mi hermano por primera vez, o hace quince
años, cuando mi hermana apareció en mi vida.
Creo que allí tuve una experiencia de amor. En esta relación fuimos creciendo los tres,
compartimos, vivimos, gozamos y disfrutamos juntos, ellos son rostros de amor
puro y sincero, que busca el bien del otro.
¿Qué decir del amor de una madre? Que sin duda quiere lo mejor para nosotros, a
pesar que haya errores, siempre querrá nuestro bien.
En el ir y venir de nuestra vida esos se convierten en
rostros que nos transmiten algo importante: ¡A Dios! Al igual que una madre, Dios quiere lo mejor
para nosotros; al igual que un hermano o amigo, Él nos acompaña en esta
aventura llamada vida, nos anima y nos muestra el camino que debemos seguir.
Mientras tanto en una pareja se puede llegar a esa plenitud
de amor, cuando libremente dos cuerpos, dos almas, se unen en una sola “Ya no
serán dos sino uno” se lee en el Génesis, cuando se prometen compañía y fidelidad,
ante Dios y los hombres. Es cierto que
se puede justificar mucho con el amor, un joven que sólo busca sexo se puede
justificar diciendo: “yo amo”, pero ¿ama en realidad? Yo estoy convencido que el amor busca el bien
del otro, la felicidad compartida “al verte feliz yo soy feliz, aunque no pueda
estar contigo” decía un poeta.
Pero si el amor se vuelve dependencia, ya no será amor,
sino, egoísmo, tú tienes algo que necesito, es allí cuando ya no somos seres
humanos, sino sólo objetos que son “nuestra propiedad”.
El amor verdadero se sacrifica por un bien mayor, una
entrega total y desinteresada, una búsqueda de rostros que nos hablan de Dios.
Al pensar todo esto me pregunto ¿Dónde está el amor de Dios
en toda esta historia? La respuesta es
absoluta: ¡Dónde no está! Al ver una flor
que tímidamente abre sus pétalos ¡Allí está Dios!, Un ave que canta ¡Allí está
Dios!, Un amigo que me abraza ¡Allí está Dios!, Mi madre que me tapa los pies y
me da un beso mientras duermo ¡Allí está Dios!, un anciano que lleva de la mano
a su esposa, después de muchos años de matrimonio ¡Allí está Dios!, Un joven
que escribe versos de amor a su novia ¡Allí está Dios!, un sacerdote entregado
que trabaja por su feligresía ¡Todo esto me habla del amor, todo esto me habla
de Dios!
Cuándo llegues al final del camino te preguntarán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y tú le descubrirás tu corazón lleno de nombres. Eso es
lo único que pido para el final de mis días, poder descubrir en mi corazón a
todos aquellos que he amado, y que me han amado, ver en ellos el rostro del
Dios del amor. Y hoy delante de aquel
que es el amor, sólo puedo decir: ¡Gracias por amarte tanto!
viernes, 31 de agosto de 2012
Respuestas a las críticas más comunes...
Mientras caminábamos por las calles del pueblo que nos
acogió en España, durante la Jornada Mundial de la Juventud, un joven le dice a
una española: “Cuando regrese a mi país, no voy a ir a la Iglesia, ya me aburrí
de tanta misa y catequesis”. Yo sentí un
balde de agua fría sobre mi cabeza: ¿cómo le voy a decir a alguien que está
alejada de la Iglesia, que yo no voy a volver?, ¿cuál era la razón de fondo por
la cual viajé hasta España?, en teoría era
para transmitir mi fe, compartirla con otros y tener una experiencia de Cristo
Vivo y presente en mi vida, algunos teníamos claro el objetivo, otros no; soy
honesto al decir que me dolió la actitud de este joven, en realidad me sentí
frustrado, pensaba que todos íbamos por el mismo objetivo.
Al regresar a Guatemala y ver los videos de la JMJ vi una
gran cantidad de videos que algunas personas habían grabado, en donde se burlan
de la juventud católica, de nuestras creencias, de nuestros líderes, la gran
mayoría eran vídeos en contra de la figura del papa, especialmente en contra de
Benedicto XVI, lo más difícil de creer es que eran publicados por católicos,
que seguramente no están seguros de sus creencias, que se sentían ofendidos por
lo que la Iglesia transmite, que buscan cualquier escusa para atacarla, pero lo
que más me cuestionó es que mucho católicos hacemos lo mismo, nos burlamos,
hacemos chistes, decimos “soy católico, pero a mi manera”, y llegué a la
conclusión que en lugar de sacar a la Iglesia del charco de lodo en el que
está, lo que hacemos es echarle más tierra.
Pero los que atacan la Iglesia han sido muy específicos en
ciertos temas, por ejemplo la pederastia, si lo hemos reconocido y nos
avergüenza, nosotros los católicos lloramos junto con las víctimas, y somos
consientes que hemos fallado al permitir el sufrimiento de seres indefensos que
lo que buscan es a Dios, y es algo que estoy seguro que se evitará, "El
rostro de la Iglesia está cubierto de polvo y es así que nosotros lo hemos
visto. Su vestido está desgarrado por culpa de los sacerdotes (...) Tenemos que
aceptar esta humillación como
una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad
salva", nos ha dicho Benedicto XVI, pero les apuesto que muchos de
nosotros no oramos por nuestros sacerdotes, por su vocación y fidelidad, y
apostaría que más de uno ha hecho más caso a las noticias amarillistas con
respecto a este tema, y no vemos la gran cantidad de santos sacerdotes que
tenemos, que luchan día a día por las obras de caridad, que alimentan y dan
educación a niños de escasos recursos, y que decir de las religiosas que dejan
todo de lado por seguir a Jesús en el servicio en hospitales o en zonas de
misión.
Otro punto por el que nos atacan es el tema de las riquezas
del Vaticano, que lo viví en carne propia al entrar a una de las alas de la
Basílica de San Pedro, me cuestionó de sobremanera: ¿será esta la Iglesia que
Cristo quiso, me sentía indignado, pero al salir de este museo mi vista bajó a
la realidad al ver la gran obra que Caritas Internacional lleva a cabo, al ver
a Obispos que luchan por denunciar la pobreza que es generada por las empresas
explotadoras, al pagar una miseria a sus trabajadores (en Guatemala tenemos
muchos ejemplos), ver a las organizaciones como la ODHA cuya finalidad es dar a
conocer la verdad del sufrimiento humano y muchos hemos callado, nos acusan de
que con esa riqueza podríamos alimentar a los pobres, yo diría ¡LA IGLESIA LO
HACE!, vuelvo al ejemplo de Cáritas o el caso del las Obras sociales del
Hermano Pedro o la fundación Manos Unidas que lucha contra el hambre, pero
claro eso nadie lo anuncia ¿por qué? Sencillamente porque no conviene que se
conozca el trabajo de la Iglesia, y saben lo agradecemos, porque no buscamos la
gloria de los hombres, sino, el trabajar por la construcción del Reino de Dios,
implementando el respeto a la dignidad de la persona.
También nos acusan de las muertes de la inquisición, de las
torturas vividas durante el oscurantismo, y claro hemos cometido errores, de
las muertes en la inquisición muchas fueron injustas, si, nos dejamos envolver
por el poder, y es una actitud muy humana, no es justificable, ni lo aplaudo;
pero me pregunto ¿cuántas muertes inocentes habrá generado el conflicto entre
Estados Unidos y Afganistán o Irak?, ¿no se solventaría el hambre con lo que
gastan los países para la compra de armas?, claro eso nadie lo denuncia, porque
como el poder lo tiene el país del norte, debemos agradarlo, pero es tiempo de
que los católicos seamos profetas, que presentemos, con nuestros actos, al
Jesús que comulgamos los domingos, al Jesús que nos cambia la vida, al Jesús
que trabajó hombro con hombro con los pobres, materiales y espirituales, es
tiempo que nos desgastemos por Él, por Cristo, que le demostremos a todos que
el mundo se conquista con paz y con amor, como lo hizo Él.
¿Por qué nos critican por nuestra defensa de la vida?,
pregonamos el amor, por esta razón no podemos estar de acuerdo con prácticas que
vayan en contra de la vida, las relaciones sexuales fueron ideadas para
transmitir amor, no para un placer efímero, para transmitir vida, pero como
hombres hemos desvirtuado completamente el plan perfecto de Dios, defendemos a
los que no se pueden defender, por eso no podemos estar a favor del aborto y
pregunto ¿cuál es el afán que la Iglesia apruebe estas posturas? Estoy
convencido porque reconocen la autoridad, reconocen el peso moral que la
Iglesia tiene.
Y ahora mis interpelaciones son ¿cuántas veces, como
católicos, le hemos tirado más tierra a la Iglesia?, ¿será qué somos como aquel
joven que no volverá a ir a la misa porque ya está “aburrido”?; la Iglesia
seguirá siendo atacada, y gracias a Dios, porque a la larga, como diría Ignacio
de Loyola: “Pido para la Compañía de Jesús persecución, porque si me persiguen
es que estamos por buen camino”, no buscamos elogios de los “grandes” de este
mundo, buscamos el elogio de Dios, que Él al final de nuestro peregrinar por
esta tierra nos diga: “Vengan, benditos
de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre y me
dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era extraño y me hospedaron;
estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y me fueron
a verme” (Cfr. Mt. 25, 34-38) y quiero para concluir dejar claro que yo
estoy convencido que esta es la Iglesia que quiso Cristo, claro hay cosas que
debemos mejorar y trabajar, pero sabemos que Él nos acompaña, es su promesa “y sepan yo estaré con ustedes hasta el fin
de los tiempos” (Cfr. Mt. 28, 20), esta es mi Iglesia y soy feliz en ella.
miércoles, 15 de agosto de 2012
Unas palabras de ánimo
Hace un par de semanas viví un momento muy especial, acompañar a unos jóvenes en su retiro previo a vivir el sacramento de la Confirmación, uno de esos momentos más especiales, sin duda alguna, fue cuando ellos se reconciliaban, muchos de ellos no lo habían hecho desde su primera comunión, pero uno de ellos me marcó, y creo que incluso me ayudó a ver una nueva forma de actuar, este joven se me acerca y muy asustado me dice que no se quiere confesar, por qué, según él, no tendría el perdón de Dios, ya que se consideraba “muy pecador”; más aún me sorprendió un comentario que me hizo: “Quisiera que nada de esto haya pasado”. Esto me motivó a preguntarme: ¿Por qué alguien se siente tan sucio para no pedir perdón? ¿Será que nuestros pecados son tan fuertes que no merecen perdón? ¿Qué es tan fuerte para que alguien quiera cambiar su pasado?
Quizá sean cuestiones personales, pero me han ayudado a mí, como persona, a ver nuevas formas de actuar. Considero que muchos quisiéramos cambiar muchas cosas de nuestra propia vida, el lugar en el que nací, o la gente que está a mi alrededor, quizá cambiar características muy propias de las personas, no lo sé, sólo sé que muchos quisiéramos hacerlo o por lo menos lo hemos pensado.
Al conversar con este joven me di cuenta de la gran cantidad de afecto y aceptación que nos hace falta como seres humanos, ¿cómo es posible que rechacemos a alguien sólo por qué son “diferentes”? Cuando en realidad lo que nos deberíamos preguntar sería: ¿Quiénes no son diferentes? Los hombres y mujeres fácilmente juzgamos, nos reímos e incluso rechazamos a alguien y no nos percatamos de lo que hay en el interior de cada uno, tratamos a las personas como un objeto nada más, que las usamos a nuestro antojo y luego las dejamos de lado.
La verdad me preocupó la situación, cómo este joven, seguro hay muchos más, que se sienten incomprendidos e incluso ofuscados por su situación y esa misma noche me preguntaba: ¿Qué he hecho yo?, rechazo siempre ha habido pero ¿He rechazado yo a alguien? Me entristeció ver cómo incluso no nos podemos acercar a Dios, porque pensamos que Él mismo nos rechazará, como si Él fuera como nosotros. Cuando en realidad el mismo Jesús nos muestra un nuevo rostro de Dios, un rostro de amor y misericordia, que sale al encuentro del hijo que despilfarró todos los bienes que se le había dado, y que lo recibe y más aún le hace una fiesta (Cfr. Lc 15, 11-32).
El problema de fondo es que nos han enseñado a sentirnos culpables e indignos delante de Dios por nuestras debilidades, ya que no creemos en el Dios que nos presentó Jesús, ese Dios que sale a nuestro encuentro. Al hablar con este joven me recordé de los momentos en que más débil me he sentido y recuerdo que son los momentos en los que más cercano siento a Dios, apoyándome y dándome fuerza para continuar.
Por problemas familiares, sociales o de amistades, nos sentimos solos, creemos que el mundo se viene sobre nosotros que ya no hay más que hacer, es allí cuando se siente la presencia de Dios acompañándote.
Al analizar estas situaciones veo mi vida y el proceso que yo mismo he venido haciendo, soy hijo de una madre soltera, que se unió a un hombre, mi papá, cuando tenía cuatro años, he de decir que eso había generado conflicto en mí, luego llegaron mis hermanos y ya no era yo el “preferido”, pero aún así, logré salir adelante, cierto guardé mucho rencor a mi “padre” biológico, rencor que logré sanar y sobretodo perdonar, fue allí, al perdonar, el momento en el que logré ser feliz.
Es cierto que no considero que mi vida haya sido fácil, pero lo que he vivido lo he abrazado y, como me dijo en una ocasión un sacerdote amigo mío, la convertí en mi Historia de salvación, no vi esa etapa de mi vida ya, como algo doloroso sino, por el contrario, como un hilo, hilo que se convirtió en un hermoso tapete una tela que sin dudas es única, porque es la mía. Luego de todo esto llegó algo importante en mi vida: el Encuentro, un encuentro en el que me topé con el hombre que cambió mi existencia totalmente: JESÚS. Fue en un retiro en que me di cuenta de algo, que no lo había aceptado, que ya conocía a Jesús, pero que no le creía como tal. Fue durante cuatro días en los cuales entablé relaciones que durarán para siempre, donde encontré verdaderos amigos y, lo más importante, me reencontré con la alegría que tanto había buscado, esa alegría que va acompañada de la paz, que sólo puede venir de Jesús.
Por ello todas las preguntas que me hice al inicio ayer obtuvieron respuestas, en misa mientras todos cantábamos y bailábamos alegres, con esa alegría que sólo puede venir de Dios llegué a la conclusión que no hay nada más grande que Dios, que incluso el pecado nuestro no es tan importante sino Dios que sale a nuestro encuentro.
Allí sentado en esa capilla que tantos recuerdos me trae me pregunté ¿Qué le podrías decir a este joven, que no le encontraba sentido a su vida? La respuesta sólo pudo venir del Espíritu Santo, que más allá de encontrar algo que hacer, se trata de encontrar a alguien que le dé sentido a nuestra vida, ese es Jesús. Que no importa lo que se haya vivido, sino lo que me queda por vivir, que no importa tanto cuanto me han amado, sino cuanto YO he amado, que no importa para donde vaya, o mejor dicho, si aún no he encontrado para dónde ir, la certeza de que Dios me acompaña debe ser prioritaria.
Así, con estas palabras le diré a mi amigo la próxima vez que lo vea: “Ánimo, se valiente, ¡Yo he vencido al mundo!” (Jn. 16, 33)
martes, 17 de julio de 2012
Mi defensa de la felicidad
He de confesar que me gusta mucho leer, y he leído muchas
cosas interesantes. En esa búsqueda
incesante de lectura, una buena amiga, me recomendó leer a José Luis Cortés, en
su blog en la Prensa Digital. Él, José
Luis Cortés, es un caricaturista, ex sacerdote, que a través de sus caricaturas
busca transmitir un mensaje evangélico.
Viendo y leyendo llegué a una caricatura que me dejó
impresionado y me hizo pensar mucho, y vean que pienso mucho, en ella un par de
hombres estan en una banca, en lo que parece un parque y están tomados de la
mano, junto a ella había una leyenda que se leía: “No es Resurrección… Oponerse
a que otros sean felices”.
Reconozco que para mí fue muy sorprendente, nunca me había
detenido a pensar en ello; Dios quiere que seamos felices, que compartamos
nuestras alegrías con los demás. A ello
le sumo que, habiendo terminado de leer “La Teología del Gusano” tenía mucho
que reflexionar. Estas dos lecturas me
ayudaron a cambiar unos esquemas que había venido manejando. Y es que, como hijos de nuestro tiempo,
venimos con imágenes de un dios que se goza con más sacrificios y dolores de
parte nuestra, que entre más sufriéramos más gloria le dábamos a dios, claro
muchos santos lo hacía, como Catalina de Siena o Domingo Savio, pero en ambos
casos ninguno es santo por sus dolores.
Al ser hijos de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, nos
damos cuenta que no somos capaces de compartir, aunque sea un poco, la
felicidad de las personas. Nos llena de envidia
el ver felices a los otros, siendo, quizá, lo que nosotros quisiéramos ser o
hacer.
Para colmo de males un día de estos, en un concurrido centro
comercial, veo a una pareja de homosexuales tomados de la mano. Claro el “gusano” (haciendo referencia al
libro que ya había mencionado) saltó y me incomodó la situación, pero luego
reflexioné: Si ellos son felices ¿Quién soy yo para impedírselo? Si Dios los ama así ¿Quién soy yo para
hacerles la guerra? Fue entonces cuando llegué a una conclusión: ¡Defenderé el derecho que todo ser humano tiene para ser feliz.
Estoy seguro que en nuestro corazón hay un deseo por ser
felices, todos queremos alcanzarla felicidad, trabajamos por ella, nos
sacrificamos por tenerla y, poco a poco nos damos cuenta que no la
tenemos. Porque la vemos como fin y no
como medio. En esa búsqueda desesperada
muchas veces la dejamos escapar y se nos olvida disfrutar los pequeños logros
de la vida, las sonrisas de los niños o la caricia de nuestras madres. Pero allí está oculta en los pliegues de
nuestra alma, siempre dispuesta a posarse en nosotros mismos.
Confieso que envidio a aquellos que no temen mostrarse como
son, muchos quisiéramos hacerlo. Buscar
la felicidad es una necesidad, encontrarla en uno mismo es una gran
virtud. Hoy lo único que puedo desearte
es que te puedas encontrar con ella, y que juntos puedan darse a los demás.
martes, 19 de junio de 2012
¿Jóvenes en la Iglesia o la Iglesia de los jóvenes?
Reconozco que muchas veces, sino es que casi todas, suelo
ser poco ortodoxo al hacer mis comparaciones, creo que incluso podría llegar a
ser una buena virtud. Lo cierto es que
no tengo otra comparación para este tema.
Hace un par de años vi una película junto con mis amigos: “Transformers
2”; por alguna razón al ver la imagen de un decepticon anciano vino a mi mente
la imagen de la Iglesia, una estructura milenaria, que va caminando a paso lento,
muy lento. Esta comparación se amplió
luego de mis estudios de teología, sobretodo de eclesiología y creo que empezó
a caminar un poco más rápido al llegar Juan XXIII al papado, lástima que quedó en el arranque.
Pasaron un par de años para que pudiera yo participar en una
Jornada Mundial de la Juventud, específicamente en Madrid. Éramos aproximadamente un millón y medio de
jóvenes, de todas partes del mundo, con un solo objetivo: dar a conocer a los
otros que la Iglesia no se ha estancado, que continua viva, más viva que nunca. Recuerdo muchos momentos sumamente
especiales: el encuentro con las familias en Villamayor de Santiago, Cuenca; la
misa de envío de la diócesis; el encuentro con miles de jóvenes. Ya en Madrid recuerdo la misa de bienvenida,
que presidió el Cardenal Roucco Varela, Arzobispo de Madrid, fue un despliegue
de liturgia impactante. Más sorprendente
fue toda la logística con la presencia del Papa Benedicto XVI.
Luego de toda esta algarabía, tuve el privilegio de conocer
el Vaticano, en algún momento fue un poco chocante lo que allí viví, pero no
trataré ese punto aquí. Cierto es que me impresionó ver la cantidad de personas
que llegan allí ¡imagínese si todas esas personas se confesaran y comulgaran!,
no habría capacidad para tanto en la Basílica San Pedro o en cualquier basílica
romana.
Al regresar a Guatemala me puse a pensar: ¿Qué atrae de la
Iglesia a los jóvenes?, ¿la liturgia? ¿La comprenderán, sabrán lo que están
celebrando, o sencillamente nos hemos quedado estancados en el cumplimiento del
“Rito”?
Al hacerles esta pregunta a los jóvenes con los que
comparto, muchas veces me he quedado con la sensación que van a la Iglesia sólo
“para cubrir el precepto”, no porque haya una verdadera convicción, más aún, es
lamentable que en algunos casos prefieren centrarse en un círculo específico y
no hacer lo que de verdad vale la pena, y me refiero específicamente a algunos,
léase bien: ALGUNOS, que pertenecen al mismo movimiento juvenil que yo, que no
se pierden una reunión del movimiento, pero en algunos casos ni a misa van los
domingos, ¡qué decir entre semana!, ¿Qué motiva entonces a los jóvenes a ir a
la Iglesia? Ojalá fuera una persona: JESÚS.
Y es que teniendo tanta riqueza, espiritual claro está, nos
hemos quedado sólo con una parte. Por
ejemplo aquellos que pasan una hora en una exposición al Santísimo, pero que no
comulgan cuando van a la Celebración de la Misa, porque sencillamente “Se
sienten pecadores”, ¿por qué? ¡Qué alegría tan grande saber que somos invitados
a la mesa del Señor!, ¡Nos ama tanto que se ha querido quedar con nosotros!,
allí nos hemos quedado únicamente en el rito, y no es que sea malo, es que
podemos aspirar a mejores cosas. Queremos que nuestros jóvenes pasen una hora
junto a Jesús Sacramentado ¡Pero no les hemos enseñado a orar! No nos
perdemos una procesión en semana santa ¡Pero no somos capaces de respetar y
ayudar a nuestro hermano necesitado, a quién tenemos a nuestro costado! Con el
fortalecimiento de las redes sociales, todos ponen mensajes de amor de Dios ¡Pero
pocos son los que hablan del respeto a la dignidad humana!, llenamos nuestros
perfiles sobre el sacrificio de Jesús en la cruz ¡pero pocos hablan de la
resurrección!
Por ello me sorprende el gran éxito que tiene, entre muchos
jóvenes, la Iglesia, pero sólo como un lugar para “relaciones sociales”, no
porque sea un sitio de encuentro con Jesús.
En esas conversaciones que mantengo con algunas personas no me canso de
preguntar: ¿Qué buscas: el amor de Dios o al Dios del amor?
Es el momento en que los jóvenes nos comprometamos a
trabajar con y por la Iglesia, que los gritos de la JMJ: “Esta es la juventud
del papa”, no sean gritos vacíos, palabras al aire. Es el momento en que los jóvenes nos
comprometamos a construir el Reino de Dios en la tierra, hacer de este país un
bastión de jóvenes comprometidos por la causa de Jesús, por la causa de los
pobres y desfavorecidos, no como búsqueda de la salvación del alma, porque si
somos incapaces de ver en nuestro hermano y hermana un alma que pide ayuda, ya
habremos perdido nuestra alma.
Espero que la próxima vez que vayamos a la Misa, lleguemos
con el corazón dispuesto a ponernos de pie y hacer misión lo que hemos
aprendido, ya lo decía San Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!” Es un deseo ardiente de mi corazón, una
Iglesia EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA, que nunca volvamos a ser CRUCIFICADORA,
que sea una Iglesia que ACOJA, no que ahuyente, que abra los brazos para
recibir al hermano necesitado, y no una Iglesia que voltee su rostro al que
pide ayuda, una Iglesia que PERDONE, no que recrimine o juzgue, yo sueño ¡UNA
IGLESIA-COMUNIDAD COMO LA SOÑÓ JESÚS!
Luis Alberto Guigui
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Evangelizda,
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JMJ,
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Ubicación:
Guatemala
domingo, 17 de junio de 2012
Padre...
Reconozco que mi blog es mi plataforma personal para
transmitir todo aquello que me molesta, que pienso o incluso que me duele. He ido abriendo poco a poco mi corazón y
claro hoy no será la excepción.
Recuerdo que de niño, segundo primaria exactamente, para el
día del padre hice un muy bonito carro de madera, ese 17 de junio llegué a mi
casa y se lo enseño a mi mamá, y yo le pregunté: ¿a quién se lo daré?, mi madre
me dijo que se lo regalara a mi abuelo, claro ese fin de semana yo se lo
entregué, curiosamente un año después mi abuelo me lo regalo de vuelta, pero
ese no es el punto. Cuando era niño
siempre me preguntaba ¿por qué los otros niños tienen papá y yo no? Me invadía
la tristeza de pensar que no tuve a alguien con quién jugar a la pelota, o que
me enseñara a bailar un trompo, técnicas que aún no domino y no lucharé por
dominarlo.
Siempre me sentí fuera de lugar, o quizá no me lo daba. Lo cierto del caso es que al paso de los años
mi mamá encontró a un hombre que sí logró llenar ese espacio, que me ha
enseñado a ser hombre, que me animó a manejar bicicleta, o me dio las llaves
del carro por primera vez para ir a una fiesta, muy a pesar que mi mamá pasó casi
llorando esa mañana. En algún lugar leí
que no por tener hijos eso te hacía un padre, más aún un buen padre, pero estoy
seguro que Hugo lo ha hecho muy bien, quizá no ha sido un camino fácil, es más
ha sido complicado, pero ha sido un camino necesario para nuestro crecimiento
personal. Por ello hoy quiero agradecer
porque de verdad ha sido muy importante en ese crecimiento, porque me parezco a
él, porque soy como él y quiero ser como él, un hombre triunfador, que hace lo
que le gusta y disfruta haciéndolo y eso me llena de orgullo.
Soy producto de la célula de un hombre que no respondió por
mí, que llegó a decir: “Sos uno más del montón”. Pero me enorgullece decir que soy producto de
la educación de un HOMBRE íntegro, luchador, responsable, ese si es mi padre.
lunes, 28 de mayo de 2012
¿Cómo está tu corazón?
Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y eligió que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se reunió a su alrededor y todos admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni engaños, ni rasguños.
Sí, concidieron todos que era el corazón más hermoso que hubieran visto. Al verse admirado, el joven se sintió mas orgulloso aún y con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo lugar.
De pronto un anciano se acercó y dijo:
"¿Por qué dices eso, si tu corazón no es tan hermoso como el mío?" Sorprendidos, la multitud y el joven miraron el corazón del viejo vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos, y éstos habían sido reemplazados por otros que no
correspondían, pues se veían bordes y aristas irregulares. Es mas, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.
La mirada de la gente se sobrecogió, "¿Cómo puede decir que su corazón es más hermoso?" pensaron. El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado se hechó a reír.
"Debes estar bromeando" dijo, "comparar tu corazón con el mío es perfecto, en cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor".
"Es cierto" dijo el anciano, "tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me comprometería contigo... mira, cada cicatriz representa una persona a la cuál entregué todo mi amor. Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno de aquellos que he amado, muchos, a su vez me han obsequiado un trozo del suyo, que he colocado en el lugar que quedó abierto. Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por los cuáles me alegro, porque me recuerdan el amor que hemos compartido.
Hubo oportunidades, en las cuáles entregué un trozo de mi corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De ahí quedaron los huecos, dar amor es arriesgado pero, a pesar del dolor que esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando y alimentan la esperanza, que algún día regresen y llenen el vacío que han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente bonito?"
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón y se lo ofreció.
El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez, arrancó un trozo del suyo, ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta del joven. La pieza se amoldó pero no a la perfección. Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los bordes.
El jóven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano corría en su interior.
¿Y tu corazón... cómo es? ;)
domingo, 27 de mayo de 2012
Mi credo Personal
Creador de toda la naturaleza,
De todos los seres que han existido y existirán
De quien procede toda bondad
Y que por amor nos creó
Creo en Jesús, Hijo de Dios Padre-Madre
Hijo de María y José,
Hermano nuestro por excelencia
Quien por coherencia murió
En manos de los poderes del mundo
Que por amor nos mostró el
Verdadero rostro de Dios Padre-Madre
Que resucitó y con ello nos regaló
Una nueva dignidad.
Que es quien le da sentido a mi vida.
Creo en la Espíritu Santo,
Fuerza renovadora del Padre-Madre
Quien nos da a conocer a Jesús,
Quien nos guía y orienta.
Creo en la Iglesia santificada
Por la Espíritu Santo, que es
Santa y pecadora, que busca la verdad,
Creo en el perdón de los pecados,
En la resurrección de los muertos
y en la vida en plenitud
dada por el Dios del Amor.
En la resurrección de los muertos
y en la vida en plenitud
dada por el Dios del Amor.
viernes, 18 de mayo de 2012
Sencillamente no lo soy…
No soy un poeta, ni quiero serlo. Aún así quiero tener bellas palabras en el
momento exacto para expresar mi amor.
No soy cura, ni quiero serlo. Aún así quiero llevar a mis hermanos a Jesús y no creerme superior por un servicio que presto.
No soy arquitecto ni ingeniero, y no lucharé por serlo. Aún así quiero construir un mundo mejor y más
humano.
No soy maestro, ni quiero serlo. Aún así quiero enseñar a los demás que hay
muchas razones por las cuales seguir adelante.
No soy teólogo ni filósofo, y no quiero serlo. Pero quiero
conocer a Dios y darlo a conocer a los
demás, no con palabras difíciles, sino con testimonio de vida.
No soy naturalista, y no quiero serlo. Pero quiero dejar en todos los que conozco y
con los que he compartido una semilla de amor.
Y ¿Qué soy?
Soy un hombre que lucha por dar al mundo algo de lo que he
recibido.
miércoles, 16 de mayo de 2012
¿A qué se parece mi soledad?
Hoy, oyendo una canción, contemplando el paisaje y el cielo
gris y nublado, veo como una solitaria ave levanta el vuelo, en búsqueda, puedo
imaginarlo, de su nido; veo como se mueven lentamente las nubes cargadas de
agua, es el momento en el que pienso: ¡Qué solo estoy!
Puedo recordar los momentos que comparto con mis amigos, que
son un regalo de Dios; pienso en las comidas familiares, en las que mamá
siempre tiene algo que decir, en las que papá tiene algún chiste y con él, nos
hace reír, algún seco comentario de mi hermano o una tímida sonrisa de mi
hermana, y allí me detengo y medito: ¡Qué solo estoy!
Sé que tengo todo lo que quiero; que he realizado los sueños
que he tenido, que he hablado con desconocidos y conocido a los que les he
hablado, he visto maravillas de la naturaleza y visitado ciudades históricas,
desde Roma a la Antigua Guatemala; he comido los manjares de otros lugares, he
volado, he escrito, me he expresado, he leído y he descubierto lo inimaginable,
he opinado, siempre he dicho algo. Pero
algo me falta, algo no está bien.
Sé que disfruto mi independencia, los momentos de encuentro
conmigo mismo, disfruto mi silencio y el movimiento de mis pensamientos, pero
algo me falta ¿Qué será? ¿Quién será?
Muy en el fondo de mi verdad, sé que lo que me falta es
aquello que tanto busco, y que no he logrado encontrar. Pero es allí, en el vacío de mi soledad, en
donde encuentro lo que tanto busco. En
la soledad de mi corazón, allí en lo más íntimo te encuentro, es en la sonrisa
de un niño, en la sonrisa de la gente que veo pasar, en el sonido de la
naturaleza y en las personas que día a día veo, en las aves que cantan, en los
árboles que se mantienen erguidos, y muy a lo Agustín, en lo ‘inquieto de mi
corazón’.
Sé que aquí estás y disfruto tu compañía, se que en mis
sueños tú has estado, que en los conocidos y desconocidos allí has estado, en
la naturaleza y en las ciudades, en la comida, en el bus, en el metro, en el
avión y en tren allí estuviste, en mi corazón allí estás, en mi sonrisa y en
mis palabras, allí estás…
Ubicación:
Guatemala
miércoles, 9 de mayo de 2012
Sobre mi madre
Bueno, puede sonar un poco disonante lo que redactaré, es
más me sorprende que me dedique a escribir esto, sobretodo porque no soy muy
amigos de las fechas que son especiales pero que, por triste que se oiga, se
han comercializado. Pero fuera de esto
hoy quiero hablar sobre la mujer que me trajo al mundo, sin la cual no podría
haber vivido.
Antes que nada quiero decir que, lo digo con orgullo, soy
envidiado por la mamá que tengo, recuerdo los comentarios de una amiga que me
decía: ¡ya quisiera tener a su mamá de mamá!; en esa época no lo entendía,
ahora lo comprendo mejor. Pues bien mi
mamá, o mejor dicho “La Chaparra” como todos la conocemos, es una mujer
trabajadora, se levanta de madrugada y ama acostarse temprano, ha sido
educadora por 32 años, y tiene tres hijos, fruto de sus entrañas, pero tiene,
sin temor a equivocarme, muchos más que ella ha cuidado, criado y educado.
Es pequeña, por eso el apodo, pero todos la respetan, una
palabra de mi mamá es ley y, todavía es así, no hay quien se lo discuta, fuera
de sus tres hijos rebeldes. Mi mamá es
muy alegre, se ríe de todo, hasta de chistes que le contamos una y otra vez, es
auténtica y necia, creo que de allí saqué mi testarudez. Cuando se propone algo, no hay fuerza humana
que haga que desfallezca en la búsqueda de lo que quiere. Es completamente reciliente y de verdad que
ha sufrido, sacarme adelante aún a costa de lo que la familia le decía.
Creo que hay muchas cosas que debo aprender de mi mamá, pero
hoy especialmente quiero agradecer por mi “chaparra” madre, ese trozo de cielo
que Dios me permitió tener. Nos peleamos,
lloramos juntos, sobre todo si nos tomamos un trago. Nos reímos de recordar todo lo que hemos
vivido y vean que cosas hemos vivido.
Hay momentos que sin lugar a duda imprimen carácter y que nos hacen lo
que somos y en esos momentos ella ha estado allí.
Hoy quiero agradecer sobre todo por mi mamá porque ella:
·
Me enseñó a caminar.
·
No sintió asco al limpiarme.
·
Me enseñó mis primeras palabras.
·
Hizo que aprendiera a escribir a máquina.
·
Mejoró mi letra.
·
Me motivó a tomar decisiones.
·
Se ha reído de las torpezas que he hecho.
Pero nunca me has dejado solo.
·
PERO SOBRE TODO ME HA AMADO COMO SOY.
Gracias Señor por esta bella mujer.
martes, 1 de mayo de 2012
Amar es comprometerse
Por: Luis Alberto Guigui
Es el amor lo que le da plenitud a nuestra vida. Pero hay que decir la verdad: humanamente, en ocasiones nos sentimos vacíos, sentimos que nuestra vida no tiene nada de sentido, sentimos que el mundo entero nos da la espalda. Y es en esas ocasiones cuando llegamos a pensar que Dios no está con nosotros, que Dios se ha olvidado de nosotros. Cuando hay alguien que me comenta que se siente así, yo sólo les digo: “Mira a tu alrededor y ve la creación entera, ella te habla de lo mucho que Dios te ama…” Soy consciente de que cuesta creerlo, pero Él mismo nos da la respuesta: “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se moverá” (Cfr. Isaías 54, 10). Qué gran noticia es esta: ¡Con nuestras características personales, Dios nos ama! Nos ama tanto que dio lo más valioso para Él, su propio Hijo.
Pero hay un problema, y no está de parte de él, sino de la nuestra. Las mujeres y hombres no sabemos amar, queremos entender a Dios desde nuestra naturaleza y quisiéramos que Él nos dé las respuestas que nosotros esperamos. Queremos entender el amor que Dios nos tiene, o incluso queremos sentirlo todo desde nuestra propia experiencia y eso es muy difícil. Dios nos ha dado muestras de su amor, al darnos la vida, Él nos creó para ver en nosotros a su Hijo, dándonos la oportunidad de conocerlo y ver las maravillas que Él ha hecho, pero que nosotros no vemos en muchos casos.
El amor de Dios trasciende nuestra naturaleza, pero también más allá. Ese amor, cuando lo hemos experimentado, nos invita a comprometernos por él y por su Reino. No basta con decir que amamos a Dios, eso es una cuestión personal. Es necesario demostrar que conocemos ese amor y, por lo tanto, llevarlo a todos aquellos que no lo conocen, desde su situación afectiva o económica. Porque es sencillo decir: “conozco del amor de Dios”, pero no movemos un dedo por llevar consuelo o ayuda a los que menos tienen. Eso se convierte en puro sentimentalismo, en nuestra Iglesia falta compromiso.
“El amor es el fin del hombre y el principio de la felicidad personal, familiar y social” El amor de Dios es algo que nos mueve, nos invita, nos transforma “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Cfr. Deus Caritas Est, 1). A partir del encuentro con Jesús conocemos a plenitud el amor de Dios.
Ese encuentro con Jesús hace que veamos en los demás el amor de Dios, en un niño recién nacido que ríe, en el rostro de la madre que observa a ese niño, en el rostro del mendigo que nos pide una moneda, allí vemos a Dios, ese amor que lo llena todo, especialmente cuando lo asumimos, cuando lo hacemos parte de nuestro ser, cuando hacemos nuestra opción a la fe, cuando le decimos que sí a Cristo; no lo hacemos sin adquirir un compromiso, como lo decía San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor…”, en cuanto hemos amado, no en cuanto nos han amado; en cuanto hemos dado, no en lo que nos dieron; en cuanto nos entregamos y construimos con nuestra vida el Reino de Dios.
Dios nos ama, nos lo demuestra con su creación, con su Hijo. El secreto es saberse amado, es saberse importante para Dios, porque lo somos, lo sabemos y sentimos. Nos ha dado tanto, nos ha dicho y nos sigue diciendo tanto… Somos únicos e irrepetibles, somos sus creaturas, y nos ama porque Él es bueno, no porque nosotros seamos buenos, lo que es una falsa imagen del Dios compensador. Ahora la pregunta es: ¿lo amamos a Él? Creo que la respuesta está en el fondo de nuestro corazón, y sé que queremos asumir el compromiso de entregarnos a Él a su Reino, porque “Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él” (Homilía de Benedicto XVI, al inicio de su Pontificado)
domingo, 29 de abril de 2012
Carta para quien amo...
Recuerdo que hace un par de semanas pudimos hablar; ya hace
mucho que deseaba hacerlo, no te imaginas cuanto tiempo esperé para este
momento, siempre me pareció que había mucho que nos teníamos que decir. Es cierto que ya compartíamos nuestra
amistad, que ya antes habíamos hablado, pero como esta no; es siempre
importante refrescar nuestro primer encuentro que ya hace tiempo tuvimos: vos
un joven soñador e idealista y yo, pues yo.
Me quedé con ganas de decir mucho, de exponer mis puntos de
vista, pero este era tu momento, sé que puedo ser duro y parecer que no me
importas, pero la verdad lo que espero es ayudarte y verte feliz.
Me has abierto el corazón y eso quiero agradecerlo, me has
regalado tu confianza y también lo agradezco, me has mostrado tu herida y has
compartido lo que te duele y a partir de ese momento tu dolor se volvió mi
dolor, tu tristeza en mi tristeza, tu insomnio en el mío.
Sé que has sufrido, se lo qué lloras por ese dolor, pueda
que no lo entiendas pero yo esta allí mientras los demás te herían, yo también
era herido. Hoy lo que más deseo es
estar contigo como siempre lo he estado, ahora sé que cuento con tu apoyo como
tu cuentas con el mío.
miércoles, 25 de abril de 2012
Sobre la crisis actual!!!
Hay cosas que en realidad no entiendo, muchos podrán decir
que es falta de coherencia de mi parte, otros quizá me darían la razón, pero
espero abordar estos puntos desde un punto de vista objetivo.
Antes de abordar estos temas me gustaría hacer la observación
que no estoy peleado, ni me pelaré con la Iglesia. Pero creo que es el momento en que pensemos,
en que hagamos algo, y sobre todo como miembro de un movimiento católico y como
ex-seminarista creo que debo hacer estas observaciones.
Hace un par de días he leído sobre la crisis que estamos
viviendo como Iglesia, la falta de sacerdotes, la falta de seminaristas e
incluso de gente comprometida con la Iglesia.
Cierto es que ahora hay un despliegue de vocaciones, muchas de ellas en
movimientos conservadores ¿Qué nos hace pensar esta situación? ¿Qué sucede con
aquellos que ingresan a los seminarios? Creo que en el fondo la respuesta es
sencilla: existe una gran necesidad de interiorización, de entrar en uno mismo y
discernir el camino vocacional. Pero
¿qué pasa luego de algunas fases formativas? A pesar de la gran cantidad de
personas que ingresan, así es la cantidad de deserciones, entre esas la mía…
¿Qué está pasando?
Soy consciente de la emoción con la que uno ingresa y con la
que muchas veces se mantiene en esas fases.
Pero en muchos casos el mantenerse en estas fases implica, por decirlo
de alguna forma, el sesgarse como persona, dejar de ser lo que uno es para
convertirse en lo que los formadores quieren que seamos. Muchos me dirán: “Pero entonces ¿para qué
entrar?, no tiene sentido si lo que buscan en nosotros es la disponibilidad
para formarnos…” y eso tampoco está mal, pero en lo que no estoy de acuerdo es en
OBLIGAR a una persona a que cambie aspectos importantes en su personalidad con
el fin último de “pertenecer” a un movimiento, y OJO esto aplica para cualquier
movimiento.
¿Qué estamos formando?, en algunos casos personas frustradas
que dejaron de ser lo que en esencia son, para convertirse en otra cosa. Si a eso le sumamos la falta de un buen
acompañamiento psicológico, la verdad estamos perdidos.
Y la verdad es que los formadores de los seminarios no son
los responsables, sino los formandos, que hacen eso con tal de no dejar de
formar parte de la congregación o no ser sacerdotes. ¿A costa de qué estamos haciendo eso? La verdad, como laico, me preocupa esta
situación, porque creo en una Iglesia viva, en una Iglesia que es familia, como
la soñó el Señor. ¿Qué tal si
autorizaran el celibato opcional? Sería
un buen paso, educaríamos la libertad de la persona, que desea tener una
familia y de igual forma servir a Dios a través del ministerio sacerdotal y más
aún las homilías en los matrimonios tendrían más sentido y sobretodo nos
dejaríamos llevar por el amor, o ¿Qué tal el sacerdocio femenino? Creo que hay situaciones que una mujer actúa mejor que un hombre, no está de más decir que
yo no poseo un director espiritual, sino una directora espiritual.
Creo que es tiempo que pensemos más. Hago la aclaración que yo conozco muchos
santos sacerdotes que han dedicado su vida entera a la construcción del Reino,
que uno sabe que son sacerdotes del Señor, quisiera citar al P. Checchi, al P.
Héctor, al P. Rolando, A Carlos Cabarrús, Pedro Jaramillo, Ricardo Bendaña o
Eduardo Valdés, sin olvidarme del P. Gabelo; y me enorgullezco de la amistad
que tengo con ellos, pero ¿Qué nos espera con la nueva generación de
sacerdotes? Mientras nada cambie creo
que lo único que queda es orar por ellos, para que sean valientes y decidan siempre
lo que es mejor para ellos, porque al final de cuentas la única vocación es ser
feliz…
martes, 27 de marzo de 2012
Crónica de una misión memorable
Muchos han sido
los regalos que he recibido, he tenido grandes sorpresas que me encanta
contar. El año pasado recibí muchos de
estos regalos, la experiencia de vivir un EPJ (Encuentro de Promoción Juvenil),
la experiencia en Madrid, para la Jornada Mundial de la Juventud, la
experiencia de Religiones por la Paz, en Managua. Pero hoy quiero contar la experiencia reina,
la que coronó y concluyó este gran año: Misión País Colombia. Tiendo a ser un poco descriptivo, espero no
aburrirles.
Una mañana mi
jefa me mandó a llamar, me dijo que leyera una carta de invitación que había
recibido, y sin más me preguntó: “¿Te gustaría participar?” a lo cual yo
respondí que sí. Pasó un buen tiempo y
la Rectoría no había dicho nada sobre ese viaje, de repente una tarde sale mi
jefa y le dice a toda la Pastoral: “¿Adivinen quién se va a Colombia?”, yo la
verdad no esperaba que se llevara a cabo este viaje, es más ya me había hecho a
la idea que pasaría mis vacaciones de fin de año en casa, con el único objetivo
de bajar de peso.
Luego de todo el
trámite administrativo me entregaron el boleto, estaría en Colombia del 12 al
27 de diciembre. Una de las cosas en las
cuales me puse a pensar fue en no pasar la Navidad en casa, la verdad me costó
hacerme a la idea, pasé una buena parte de los preparativos del viaje triste
por eso, pero llegué a la conclusión que, como siempre, las veces que no he
querido hacer algo es cuando más me lo disfruto.
Una noche antes
de tomar el avión que me llevaría a Bogotá, me llaman mis amigos para juntarnos
en misa y salir a celebrar la navidad, claro yo dije que no, ya que no tenía
nada arreglado. Llegó el ansiado día, no
está de más decir que soy muy estresado, me preocupaba que nadie me fuera a
traer al aeropuerto, cosa poco probable, de igual forma tuve un plan de
reacción. Ese lunes, día consagrado a la
Emperatriz de América, me levanté muy de madrugada, el vuelo salía a las 8 de
la mañana, por lo cual llegué al aeropuerto internacional La Aurora a eso de
las cinco de la mañana, según yo no iba a haber gente, claro no fue así. Hice una breve escala en San José, Costa
Rica, donde aproveché a comprar chocolates, abordé nuevamente el avión que me
llevaría a la ciudad que me robó el corazón: Bogotá.
Llegué a El
Dorado al filo de las 2 de la tarde, allí me esperaban Luis Carlos Figueroa e
Iván Camilo Vargas, quienes me invitaron a comer una muy rica crepe y me
mostraron la ciudad, a eso de las 4 inició el trabajo de la misión, nos
reunimos con Diana Salamanca, la otra coordinadora de Misión, fue una tarde
lluviosa, muy rica, no está de más decir que esa tarde conocí el Centro
Pastoral de la Javeriana, me pareció excelente.
Entre tinticos y aromáticas, fue pasando la tarde. En esa misma rutina pasaron los días y llegó
el día que salimos a Arauquita, un municipio del departamento de Arauca, en el
oriente colombiano.
A parte de mí,
el grupo de misioneros estaba conformado por administrativos de la Javeriana:
Diana, Fabiola, Sonia, Maritza, Clarita, Jorge e Iván, nos reunimos a las 12 de
la noche en la terminal, para abordar el bus que nos llevaría a Arauquita, he
de decir que fue un largo viaje, algo que yo sólo había hecho una vez, y
prometí no volver a hacer, pero como decía mi abuela: “Más rápido cae un
hablador que un cojo”. Llegamos a
Arauquita alrededor de las 3 de la tarde, comimos, y nos llevaron a nuestro
centro de operaciones, un instituto. Esa
misma tarde fuimos a celebrar la misa con la comunidad, al llegar por la noche,
comimos juntos y así inició nuestra aventura.
Al día siguiente
fuimos a conocer las comunidades que nos asignaron, aunque a Fabiola y a mí nos
correspondió trabajar la planificación de las actividades con los niños. Habrá que decir que el trabajo que nos asignaron fue la de visitar familias, consolando a
los enfermos, así como trabajo con niños y una convivencia con jóvenes. Todas las mañanas saldríamos a visitar las
comunidades del municipio, allí cada uno tuvo encuentros con las familias del
sector, muchas de ellas ni si quiera profesaban la religión católica, pero fue
una bella oportunidad para relacionarnos con estas familias que nos abrían no
sólo sus casas, sino su corazón, recuerdo el caso de una señora muy mayor que
nos contó su historia y cómo vivía, es una experiencia que no se me olvidará
jamás.
La convivencia
con los jóvenes inició con una leve llovizna, allí hicimos un rally, unas
dinámicas y compartimos algunas experiencias, recuerdo lo mucho que disfruté el
ver a los jóvenes bailando el Calimeño, obvio lo primero que hice al regresar a
Guatemala fue descargarla en MP3, así como bailar con ellos la Macarena, fue
algo muy bello. El almuerzo lo hicimos
todos juntos, comimos sancocho, para cerrar esa jornada cantamos todos juntos
un tema de Juanes: No creo en el jamás.
De las cosas que
más amé, sin lugar a dudas, fue el compartir con los niños, entre todos
logramos darles algún bocadillo, disfrutábamos tanto jugar con ellos, desde “El
gato y el ratón”, que reconozco no fui capaz de ganarle a Santiago; “El lobo” y
otras tantas. También les enseñé algunos
cantos de Guatemala: El chipi-chipi, el baile de la avispita, que creo que fue
el éxito. Dianita nos enseñó un canto
especial: el Pichirilo. Vimos el
desarrollo emocional de algunos niños, pero citaré sólo uno, que nos marcó a
todos: Paulina, a un inicio no se dirigía hacia nosotros, nos huía, pero al
paso de los días se acercó y para el último día ya éramos amigos. Como educador es muy satisfactorio ver cómo
trabajan los niños y vivir junto con ellos esta aventura fue más que bello.
Las tradiciones
navideñas en Guatemala están marcadas por las posadas, que es rezar la novena
al niño Jesús de casa en casa, en Arauquita fue un tanto distinto, ya que la
novena se reza en un solo lugar, para ello nos dividimos en sectores, el
nuestro inició con 20 niños, para el último día eran 120, ¿cómo logramos
entretenerlos? Fue sencillo, utilizábamos cantos y dinámicas. Era toda una aventura llegar allí, mi grupo
en una ocasión se perdió y llegamos tarde.
Había días en los que íbamos a tres novenas y en cada una dejamos el
corazón.
Soy consciente
que como buen guatemalteco una de las cosas por las que más presumimos es de
nuestra pluriculturalidad, en nuestro territorio viven 23 culturas, y entre todos
nos relacionamos, por ello cuando nos contaron que conoceríamos una reserva
indígena, yo me emocioné, ya que me imaginaba ver a indígenas como en mi país,
pero en realidad me sorprendió un poco, adicional a ello me sorprendió el
término “Reserva”, ya que en Guatemala eso sería impensable. Fue un poco doloroso para mí ver la situación
en la que viven. Así como no encontrar
la forma en entrar en sintonía con ellos. Asistimos a una serie de bautizos
masivos, luego de ello regresamos a nuestro centro de operaciones.
Fueron días muy
llenos de actividades, que disfruté mucho, no está de más decir que tuvimos que
regresar antes por el transporte, ya que yo salía para Guatemala el 27 de
diciembre por la mañana, eso me dio la oportunidad de compartir la Navidad con
la familia de Iván Vargas, fue una experiencia única, ya que la navidad en
Guatemala es algo aburrida, en cambio en Colombia es riquísimo, sobre todo por
la música las luces de la ciudad, el compartir con la gente eso es lo más bello
de la vida.
Siempre me
habían presentado Colombia como un paradisiaco lugar, playas hermosas, bellas
mujeres, pero la Colombia que yo conocí y más aun, la Colombia que amo es la
que me abrió las puertas de su corazón, la Colombia de gente amable y siempre
dispuesta a ayudar y a compartir, pero sobretodo a sonreír con un desconocido.
Don Cámara, un ejemplo del Buen Pastor.
Por Luis Alberto Guigui
Hace pocos días, hablando
con una buena amiga, conversamos acerca de los obispos y de la importancia que
ellos tenían en la vida de la Iglesia, así pasamos revista a varios, desde
Rosell y Arellano hasta Quezada Toruño, pero del que más hablamos no era guatemalteco,
sino brasileño, y creo que por respeto a su memoria trataré de exponer lo que
me generó. Él se llama Hélder Cámara. Yo francamente no lo conocía y mi amiga me
dice: “Mira te voy a mandar un correo y verás una de sus frases…”; dicho y
hecho; la frase que tenía no sólo eran palabras al aire, sino que era toda una
escuela de vida: ¿La gente se te hace
pesada? No te la cargues en tu espalda, llévatela a tu corazón. (Hélder
Cámara).
Dom
Cámara, como era conocido, fue Arzobispo de Olinda y Recife, una de las
comunidades más pobres de Brasil, fue en toda su dimensión ejemplo del Buen
Pastor, como deberían ser todos los obispos, no se dedicó a atender a unos
pocos, sino a los más pobres y desfavorecidos, no hizo alarde de su posición,
por el contrario nunca dejó desamparados a los necesitados de su comunidad, y
esa lucha lo que logró fue generar enemigos, no lo dejaban salir del país ya
que si lo hacía sencillamente no lo dejaban entrar nuevamente, y antes que nada
lo que él quería era servir; cierto es que esas luchas no fueron en vano y
nunca las libro solo, ya que tenía al que es la fuerza: Dios.
Considero
que él hizo vida la frase, que algunos tratamos de hacerla propia: “Cristo no
vale la pena, vale la vida”, su lucha fue incansable y hace reflexionar mucho,
y pienso en los pastores que Dios nos ha regalado, y vean que algunos han sido
muy grandes, pienso a su vez en los que serán nuestros pastores y en uno mismo,
que siente alguna clase de llamado, que bien nos hace el conocer a gente que ha
vivido el evangelio, que con sus actos nos deja claro como debe ser el
seguimiento de Cristo, un seguimiento firme, valiente, auténtico, un
seguimiento veraz, que no se quede en el pasado, ni se fatigue con el futuro,
un seguimiento del día a día.
Si
bien nunca ganó el Nobel de la paz, y bien que lo merecía, ganó el mejor de los
premios, el haber sido un pastor como lo quiso Jesús, que dejara todo y lo
siguiera, estoy más que seguro que él ya alcanzó la santidad, y creo que al
igual que Juan Pablo II, el recibió el premio del Cielo, ya que su vida no pasó
en la vida, ojalá nosotros fuésemos como él, valientes, descaradamente
católicos evangélicos, que toman la cruz
de cada día y siguen a Cristo.
Luego
de leer un poco a Don Cámara, a quien muy humildemente he tratado de presentar,
lo que le pido a Dios, es que no deje que me vaya de este mundo sin haber
trabajado como Él, mi amado, lo merece, que me dé su fuerza para nunca
avergonzarme de llamarme cristiano y que pueda, algún día ser el como el Buen Pastor
que no deja a sus ovejas.
Luis Alberto Guigui
E-140
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