Reconozco que mi blog es mi plataforma personal para
transmitir todo aquello que me molesta, que pienso o incluso que me duele. He ido abriendo poco a poco mi corazón y
claro hoy no será la excepción.
Recuerdo que de niño, segundo primaria exactamente, para el
día del padre hice un muy bonito carro de madera, ese 17 de junio llegué a mi
casa y se lo enseño a mi mamá, y yo le pregunté: ¿a quién se lo daré?, mi madre
me dijo que se lo regalara a mi abuelo, claro ese fin de semana yo se lo
entregué, curiosamente un año después mi abuelo me lo regalo de vuelta, pero
ese no es el punto. Cuando era niño
siempre me preguntaba ¿por qué los otros niños tienen papá y yo no? Me invadía
la tristeza de pensar que no tuve a alguien con quién jugar a la pelota, o que
me enseñara a bailar un trompo, técnicas que aún no domino y no lucharé por
dominarlo.
Siempre me sentí fuera de lugar, o quizá no me lo daba. Lo cierto del caso es que al paso de los años
mi mamá encontró a un hombre que sí logró llenar ese espacio, que me ha
enseñado a ser hombre, que me animó a manejar bicicleta, o me dio las llaves
del carro por primera vez para ir a una fiesta, muy a pesar que mi mamá pasó casi
llorando esa mañana. En algún lugar leí
que no por tener hijos eso te hacía un padre, más aún un buen padre, pero estoy
seguro que Hugo lo ha hecho muy bien, quizá no ha sido un camino fácil, es más
ha sido complicado, pero ha sido un camino necesario para nuestro crecimiento
personal. Por ello hoy quiero agradecer
porque de verdad ha sido muy importante en ese crecimiento, porque me parezco a
él, porque soy como él y quiero ser como él, un hombre triunfador, que hace lo
que le gusta y disfruta haciéndolo y eso me llena de orgullo.
Soy producto de la célula de un hombre que no respondió por
mí, que llegó a decir: “Sos uno más del montón”. Pero me enorgullece decir que soy producto de
la educación de un HOMBRE íntegro, luchador, responsable, ese si es mi padre.
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