Hay cosas que en realidad no entiendo, muchos podrán decir
que es falta de coherencia de mi parte, otros quizá me darían la razón, pero
espero abordar estos puntos desde un punto de vista objetivo.
Antes de abordar estos temas me gustaría hacer la observación
que no estoy peleado, ni me pelaré con la Iglesia. Pero creo que es el momento en que pensemos,
en que hagamos algo, y sobre todo como miembro de un movimiento católico y como
ex-seminarista creo que debo hacer estas observaciones.
Hace un par de días he leído sobre la crisis que estamos
viviendo como Iglesia, la falta de sacerdotes, la falta de seminaristas e
incluso de gente comprometida con la Iglesia.
Cierto es que ahora hay un despliegue de vocaciones, muchas de ellas en
movimientos conservadores ¿Qué nos hace pensar esta situación? ¿Qué sucede con
aquellos que ingresan a los seminarios? Creo que en el fondo la respuesta es
sencilla: existe una gran necesidad de interiorización, de entrar en uno mismo y
discernir el camino vocacional. Pero
¿qué pasa luego de algunas fases formativas? A pesar de la gran cantidad de
personas que ingresan, así es la cantidad de deserciones, entre esas la mía…
¿Qué está pasando?
Soy consciente de la emoción con la que uno ingresa y con la
que muchas veces se mantiene en esas fases.
Pero en muchos casos el mantenerse en estas fases implica, por decirlo
de alguna forma, el sesgarse como persona, dejar de ser lo que uno es para
convertirse en lo que los formadores quieren que seamos. Muchos me dirán: “Pero entonces ¿para qué
entrar?, no tiene sentido si lo que buscan en nosotros es la disponibilidad
para formarnos…” y eso tampoco está mal, pero en lo que no estoy de acuerdo es en
OBLIGAR a una persona a que cambie aspectos importantes en su personalidad con
el fin último de “pertenecer” a un movimiento, y OJO esto aplica para cualquier
movimiento.
¿Qué estamos formando?, en algunos casos personas frustradas
que dejaron de ser lo que en esencia son, para convertirse en otra cosa. Si a eso le sumamos la falta de un buen
acompañamiento psicológico, la verdad estamos perdidos.
Y la verdad es que los formadores de los seminarios no son
los responsables, sino los formandos, que hacen eso con tal de no dejar de
formar parte de la congregación o no ser sacerdotes. ¿A costa de qué estamos haciendo eso? La verdad, como laico, me preocupa esta
situación, porque creo en una Iglesia viva, en una Iglesia que es familia, como
la soñó el Señor. ¿Qué tal si
autorizaran el celibato opcional? Sería
un buen paso, educaríamos la libertad de la persona, que desea tener una
familia y de igual forma servir a Dios a través del ministerio sacerdotal y más
aún las homilías en los matrimonios tendrían más sentido y sobretodo nos
dejaríamos llevar por el amor, o ¿Qué tal el sacerdocio femenino? Creo que hay situaciones que una mujer actúa mejor que un hombre, no está de más decir que
yo no poseo un director espiritual, sino una directora espiritual.
Creo que es tiempo que pensemos más. Hago la aclaración que yo conozco muchos
santos sacerdotes que han dedicado su vida entera a la construcción del Reino,
que uno sabe que son sacerdotes del Señor, quisiera citar al P. Checchi, al P.
Héctor, al P. Rolando, A Carlos Cabarrús, Pedro Jaramillo, Ricardo Bendaña o
Eduardo Valdés, sin olvidarme del P. Gabelo; y me enorgullezco de la amistad
que tengo con ellos, pero ¿Qué nos espera con la nueva generación de
sacerdotes? Mientras nada cambie creo
que lo único que queda es orar por ellos, para que sean valientes y decidan siempre
lo que es mejor para ellos, porque al final de cuentas la única vocación es ser
feliz…
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