martes, 27 de marzo de 2012

Crónica de una misión memorable


Muchos han sido los regalos que he recibido, he tenido grandes sorpresas que me encanta contar.  El año pasado recibí muchos de estos regalos, la experiencia de vivir un EPJ (Encuentro de Promoción Juvenil), la experiencia en Madrid, para la Jornada Mundial de la Juventud, la experiencia de Religiones por la Paz, en Managua.  Pero hoy quiero contar la experiencia reina, la que coronó y concluyó este gran año: Misión País Colombia.  Tiendo a ser un poco descriptivo, espero no aburrirles.

Una mañana mi jefa me mandó a llamar, me dijo que leyera una carta de invitación que había recibido, y sin más me preguntó: “¿Te gustaría participar?” a lo cual yo respondí que sí.  Pasó un buen tiempo y la Rectoría no había dicho nada sobre ese viaje, de repente una tarde sale mi jefa y le dice a toda la Pastoral: “¿Adivinen quién se va a Colombia?”, yo la verdad no esperaba que se llevara a cabo este viaje, es más ya me había hecho a la idea que pasaría mis vacaciones de fin de año en casa, con el único objetivo de bajar de peso.

Luego de todo el trámite administrativo me entregaron el boleto, estaría en Colombia del 12 al 27 de diciembre.  Una de las cosas en las cuales me puse a pensar fue en no pasar la Navidad en casa, la verdad me costó hacerme a la idea, pasé una buena parte de los preparativos del viaje triste por eso, pero llegué a la conclusión que, como siempre, las veces que no he querido hacer algo es cuando más me lo disfruto.

Una noche antes de tomar el avión que me llevaría a Bogotá, me llaman mis amigos para juntarnos en misa y salir a celebrar la navidad, claro yo dije que no, ya que no tenía nada arreglado.  Llegó el ansiado día, no está de más decir que soy muy estresado, me preocupaba que nadie me fuera a traer al aeropuerto, cosa poco probable, de igual forma tuve un plan de reacción.  Ese lunes, día consagrado a la Emperatriz de América, me levanté muy de madrugada, el vuelo salía a las 8 de la mañana, por lo cual llegué al aeropuerto internacional La Aurora a eso de las cinco de la mañana, según yo no iba a haber gente, claro no fue así.  Hice una breve escala en San José, Costa Rica, donde aproveché a comprar chocolates, abordé nuevamente el avión que me llevaría a la ciudad que me robó el corazón: Bogotá.

Llegué a El Dorado al filo de las 2 de la tarde, allí me esperaban Luis Carlos Figueroa e Iván Camilo Vargas, quienes me invitaron a comer una muy rica crepe y me mostraron la ciudad, a eso de las 4 inició el trabajo de la misión, nos reunimos con Diana Salamanca, la otra coordinadora de Misión, fue una tarde lluviosa, muy rica, no está de más decir que esa tarde conocí el Centro Pastoral de la Javeriana, me pareció excelente.  Entre tinticos y aromáticas, fue pasando la tarde.  En esa misma rutina pasaron los días y llegó el día que salimos a Arauquita, un municipio del departamento de Arauca, en el oriente colombiano. 

A parte de mí, el grupo de misioneros estaba conformado por administrativos de la Javeriana: Diana, Fabiola, Sonia, Maritza, Clarita, Jorge e Iván, nos reunimos a las 12 de la noche en la terminal, para abordar el bus que nos llevaría a Arauquita, he de decir que fue un largo viaje, algo que yo sólo había hecho una vez, y prometí no volver a hacer, pero como decía mi abuela: “Más rápido cae un hablador que un cojo”.   Llegamos a Arauquita alrededor de las 3 de la tarde, comimos, y nos llevaron a nuestro centro de operaciones, un instituto.  Esa misma tarde fuimos a celebrar la misa con la comunidad, al llegar por la noche, comimos juntos y así inició nuestra aventura.

Al día siguiente fuimos a conocer las comunidades que nos asignaron, aunque a Fabiola y a mí nos correspondió trabajar la planificación de las actividades con los niños.  Habrá que decir que el trabajo que nos asignaron fue la de visitar familias, consolando a los enfermos, así como trabajo con niños y una convivencia con jóvenes.   Todas las mañanas saldríamos a visitar las comunidades del municipio, allí cada uno tuvo encuentros con las familias del sector, muchas de ellas ni si quiera profesaban la religión católica, pero fue una bella oportunidad para relacionarnos con estas familias que nos abrían no sólo sus casas, sino su corazón, recuerdo el caso de una señora muy mayor que nos contó su historia y cómo vivía, es una experiencia que no se me olvidará jamás.

La convivencia con los jóvenes inició con una leve llovizna, allí hicimos un rally, unas dinámicas y compartimos algunas experiencias, recuerdo lo mucho que disfruté el ver a los jóvenes bailando el Calimeño, obvio lo primero que hice al regresar a Guatemala fue descargarla en MP3, así como bailar con ellos la Macarena, fue algo muy bello.  El almuerzo lo hicimos todos juntos, comimos sancocho, para cerrar esa jornada cantamos todos juntos un tema de Juanes: No creo en el jamás.

De las cosas que más amé, sin lugar a dudas, fue el compartir con los niños, entre todos logramos darles algún bocadillo, disfrutábamos tanto jugar con ellos, desde “El gato y el ratón”, que reconozco no fui capaz de ganarle a Santiago; “El lobo” y otras tantas.  También les enseñé algunos cantos de Guatemala: El chipi-chipi, el baile de la avispita, que creo que fue el éxito.  Dianita nos enseñó un canto especial: el Pichirilo.  Vimos el desarrollo emocional de algunos niños, pero citaré sólo uno, que nos marcó a todos: Paulina, a un inicio no se dirigía hacia nosotros, nos huía, pero al paso de los días se acercó y para el último día ya éramos amigos.   Como educador es muy satisfactorio ver cómo trabajan los niños y vivir junto con ellos esta aventura fue más que bello.

Las tradiciones navideñas en Guatemala están marcadas por las posadas, que es rezar la novena al niño Jesús de casa en casa, en Arauquita fue un tanto distinto, ya que la novena se reza en un solo lugar, para ello nos dividimos en sectores, el nuestro inició con 20 niños, para el último día eran 120, ¿cómo logramos entretenerlos? Fue sencillo, utilizábamos cantos y dinámicas.  Era toda una aventura llegar allí, mi grupo en una ocasión se perdió y llegamos tarde.  Había días en los que íbamos a tres novenas y en cada una dejamos el corazón.

Soy consciente que como buen guatemalteco una de las cosas por las que más presumimos es de nuestra pluriculturalidad, en nuestro territorio viven 23 culturas, y entre todos nos relacionamos, por ello cuando nos contaron que conoceríamos una reserva indígena, yo me emocioné, ya que me imaginaba ver a indígenas como en mi país, pero en realidad me sorprendió un poco, adicional a ello me sorprendió el término “Reserva”, ya que en Guatemala eso sería impensable.  Fue un poco doloroso para mí ver la situación en la que viven.  Así como no encontrar la forma en entrar en sintonía con ellos. Asistimos a una serie de bautizos masivos, luego de ello regresamos a nuestro centro de operaciones.

Fueron días muy llenos de actividades, que disfruté mucho, no está de más decir que tuvimos que regresar antes por el transporte, ya que yo salía para Guatemala el 27 de diciembre por la mañana, eso me dio la oportunidad de compartir la Navidad con la familia de Iván Vargas, fue una experiencia única, ya que la navidad en Guatemala es algo aburrida, en cambio en Colombia es riquísimo, sobre todo por la música las luces de la ciudad, el compartir con la gente eso es lo más bello de la vida.



Siempre me habían presentado Colombia como un paradisiaco lugar, playas hermosas, bellas mujeres, pero la Colombia que yo conocí y más aun, la Colombia que amo es la que me abrió las puertas de su corazón, la Colombia de gente amable y siempre dispuesta a ayudar y a compartir, pero sobretodo a sonreír con un desconocido.

Luis Alberto Guigui 

Don Cámara, un ejemplo del Buen Pastor.



Por Luis Alberto Guigui

Cuando sueñas solo, sólo es un sueño; cuando sueñas con otros, es el comienzo de la realidad. (Hélder Cámara)

Hace pocos días, hablando con una buena amiga, conversamos acerca de los obispos y de la importancia que ellos tenían en la vida de la Iglesia, así pasamos revista a varios, desde Rosell y Arellano hasta Quezada Toruño, pero del que más hablamos no era guatemalteco, sino brasileño, y creo que por respeto a su memoria trataré de exponer lo que me generó.  Él se llama Hélder Cámara.  Yo francamente no lo conocía y mi amiga me dice: “Mira te voy a mandar un correo y verás una de sus frases…”; dicho y hecho; la frase que tenía no sólo eran palabras al aire, sino que era toda una escuela de vida: ¿La gente se te hace pesada? No te la cargues en tu espalda, llévatela a tu corazón. (Hélder Cámara).

Dom Cámara, como era conocido, fue Arzobispo de Olinda y Recife, una de las comunidades más pobres de Brasil, fue en toda su dimensión ejemplo del Buen Pastor, como deberían ser todos los obispos, no se dedicó a atender a unos pocos, sino a los más pobres y desfavorecidos, no hizo alarde de su posición, por el contrario nunca dejó desamparados a los necesitados de su comunidad, y esa lucha lo que logró fue generar enemigos, no lo dejaban salir del país ya que si lo hacía sencillamente no lo dejaban entrar nuevamente, y antes que nada lo que él quería era servir; cierto es que esas luchas no fueron en vano y nunca las libro solo, ya que tenía al que es la fuerza: Dios.

Considero que él hizo vida la frase, que algunos tratamos de hacerla propia: “Cristo no vale la pena, vale la vida”, su lucha fue incansable y hace reflexionar mucho, y pienso en los pastores que Dios nos ha regalado, y vean que algunos han sido muy grandes, pienso a su vez en los que serán nuestros pastores y en uno mismo, que siente alguna clase de llamado, que bien nos hace el conocer a gente que ha vivido el evangelio, que con sus actos nos deja claro como debe ser el seguimiento de Cristo, un seguimiento firme, valiente, auténtico, un seguimiento veraz, que no se quede en el pasado, ni se fatigue con el futuro, un seguimiento del día a día.

Si bien nunca ganó el Nobel de la paz, y bien que lo merecía, ganó el mejor de los premios, el haber sido un pastor como lo quiso Jesús, que dejara todo y lo siguiera, estoy más que seguro que él ya alcanzó la santidad, y creo que al igual que Juan Pablo II, el recibió el premio del Cielo, ya que su vida no pasó en la vida, ojalá nosotros fuésemos como él, valientes, descaradamente católicos evangélicos, que toman  la cruz de cada día y siguen a Cristo.

Luego de leer un poco a Don Cámara, a quien muy humildemente he tratado de presentar, lo que le pido a Dios, es que no deje que me vaya de este mundo sin haber trabajado como Él, mi amado, lo merece, que me dé su fuerza para nunca avergonzarme de llamarme cristiano y que pueda, algún día ser el como el Buen Pastor que no deja a sus ovejas.

Luis Alberto Guigui 
E-140

miércoles, 14 de marzo de 2012

UN ABRAZO, UNA LECCIÓN


Una imagen vale más que mil palabras, reza el antiguo proverbio, y considero que se ajusta idealmente a lo que trataré, muy humildemente de exponer, y es que en este tiempo en que las comunicaciones están tan aceleradas se nos hace difícil el ver gestos que en su momento trascendieron y que hoy siguen trascendiendo, y que muchos deberíamos aprender.

Corría el mes de enero de 1964, era la ciudad de Jerusalén, dos hombres, uno vestido de blanco y otro vestido de negro, uno era el Papa Pablo VI y otro el Patriarca de Constantinopla Atenágoras I,  se abrazan, como dos viejos amigos que no se han visto en años, quien lo viera desde fuera diría: “es un saludo, nada más…”, pero los que estamos desde dentro sabemos que no fue así…

 Con este abrazo dos líderes, el Papa y el Patriarca, ponen fin a varios siglos de distanciamiento y con ello inicia una nueva etapa de la historia de las dos Iglesias, tanto así que muchos siglos después nuestros pastores siguen hablando de ella: “hace cuarenta años, justamente en enero de 1964, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I se encontraron en Jerusalén y se intercambiaron un abrazo fraterno. Ese abrazo se ha convertido en símbolo de la deseada reconciliación entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, así como profecía de esperanza en el camino hacia la plena unidad entre todos los cristianos.”  (Cfr. Discurso de Juan Pablo II en la solemnidad de San Pedro y San Pablo 2004).

Y creo que si los cristianos de nuestra época tomaran este ejemplo, de que en lugar de buscar diferencias, divisiones, por cuestiones cuyo fin debería ser la unidad, el respeto y la paz; si tan sólo en lugar de tirarnos los platos por lo que dicen nuestros pastores lográramos una verdadera convivencia de concordia, yo creo que nuestra vivencia de fe sería mucho más rica.

Con este abrazo se ponen fin a luchas de poder, a luchas cuyo fundamento fue político, no espiritual o religioso, una lucha de quien tenía la razón, y allí ambos nos dieron una gran lección, no se trata de decir: “Ja ja, te lo dije…”, sino: “Somos hermanos en la fe…”, idioma, rito, costumbre, vestimenta, son cosas que nos separan, pero nos une lo más fuerte: ÉL, Dios.

Es largo el camino que debemos recorrer, es cierto, pero creo que con una actitud de humildad, de atenta escucha al hermano que sigue al mismo Cristo, al mismo Jesús que oró por nosotros: “Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn. 17, 21). Recuerden que es Jesús el que nos llamó y el que se entregó por nosotros, Él no hizo distinciones de religiones, murió por todos nosotros y realmente se vuelve ilógico que alguien que predicó el amor y la paz cause tantas divisiones.
Y esa es la invitación que podamos sentarnos un día a tomarnos un café un evangélico, un católico y un mormón, por ejemplo, y podamos hablar de aquel que nos ha enamorado: JESÚS.  Si Pablo VI y Atenágoras pudieron ¿Por qué no podríamos hacerlo nosotros?

Luis Alberto Guiguí
E-140

LOS NIÑOS UN GRAN TESORO



Nuestra vida está llena de gestos, de pequeños detalles que nos alegran la vida, que nos conmueven y hacen nuestro día especial.  Aún recuerdo el 24 de octubre de 2005, al finalizar el Sínodo referente a la Eucaristía, Benedicto XVI se reunió con los niños que harían o hicieron la primera comunión ese año.  Considero que el momento más especial, después de la adoración eucarística, fue la actitud de un niño que se le acerca al papa y le dice: “Santidad, he recibido a Jesús por primera vez el veinticuatro de marzo (…) Te quiero dar un fuerte abrazo y decirte: ¡te queremos mucho!”, el niño sale corriendo y va a los brazos del papa, fue un gesto muy simple que me hizo reflexionar: “Que gran tesoro el que tenemos en los niños”.

Otros innumerables momentos, con niños, fueron los que el Beato Juan Pablo II nos regaló, ver a un pontífice dejando de lado una conferencia de prensa para atender a un niño que gateaba hacia un aparato de sonido, eso no lo hace cualquiera; o dejarse llevar por muchos niños que lo llevaban de la mano; o que se detenía simplemente para saludar a una niña que le gritaba, estoy más que seguro que eso sólo lo hace alguien con el corazón muy grande, y me preguntó: “¿Qué hizo tan grande al Papa Juan Pablo?” yo creo que la respuesta la obtuve viendo un vídeo “Children’s answer:  “We loved him, because he was like us”, but especially because He was like Christ”  (Respuesta de los niños: "Lo amamos, porque él era como nosotros", pero sobre todo porque era como Cristo).


Imagínese si los últimos papas han tenido estos acercamientos con los niños, ¿cuánto más los tendría Jesús?, para ello recuerdo el trozo del evangelio: se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».”  (Cfr. Lc. 9, 46-47), y me surge entonces la pregunta: ¿por qué hizo esto Jesús?, para mí la respuesta es muy sencilla: simplemente porque ellos son auténticos, porque tienen una fe viva, conocen a Jesús y lo sienten cerca, lo ven como su amigo, como su compañero de juego, y la verdad es que a mi me encantaría ver a Jesús jugando con los niños, porque así lo veo, en medio de los sencillos, en medio de los humildes, que lo dan todo por él y quizá el ejemplo sea un poco burdo, lo veo como un padre que ve a su hijo por primera vez, que sabe que lo tiene que proteger, cuidar y sobretodo amar, que maravilloso es saberse amado por Dios, estar convencido que todo lo que nos rodea él nos lo da y que no nos pide nada a cambio.

Los “adultos” deberíamos aprender más de los niños que disfrutan su mundo, que aman completamente, que viven intensamente, que pueden correr detrás de una pelota e imaginar que están en el mundial de fútbol, ¡cuánto debemos aplicar esto en nuestras vidas!, son sólo ejemplos, hoy quiero retarlos a que cuando observen a un niño, mientras van manejando o en el bus, o caminando disfruten de la alegría que están viviendo, seguramente ellos están dispuestos a regalársela   , y ese es un gran regalo que Dios nos hace cada día, porque no hay nada más valioso que la sonrisa de un niño “porque el Reino de los Cielos es para los que son como ellos” (Cfr. Mc. 10, 13) y nosotros que buscamos hacer presente el Reino de Dios en la tierra no tenemos porque tratar mal a un pequeño, que son los preferidos de Jesús, no los despreciemos, quizá aprenderíamos más de ellos que lo que nosotros pudiéramos transmitirles.

Luis Alberto Guiguí
E-140