jueves, 20 de diciembre de 2018

Una hoja en blanco...

Hay historias que se cuentan solas, hay otras que no tienen un final memorable, sólo las recuerdas porque son tuyas...

Quizá todos quisieran contar una historia de amor, pero algunas veces únicamente se cuentas los despojos de estas, porque, siendo muy honestos, no todos fuimos hechos para grandes historias de amor... algunos nacimos para escribirlas, más aún, algunos no tienen ni la caligrafía para qué, románticamente, sea un libro que todos quieran leer.

Hoy, sin mucha decoración, quiero abrir mi corazón a estas hojas en blanco que tengo delante de mí, estas que guardarán mi historia, la mía, porque no tengo otra que contar...

Cierro los ojos, escucho la música desde la sala de mi casa y como quién escribe una misiva inicia mi viaje a lo más profundo de mi corazón, ese que guarda las cosas importantes, como una sonora sinfonía todo empieza a tomar su legítimo camino, ese que me llevará a la sorpresa.

martes, 21 de agosto de 2018

La Iglesia que yo quiero


Por Pedro Barsimón de la Barca
La Iglesia que yo quiero no tiene campanario:
Las palomas se encargan de avisar a la gente.
Les dicen: ¡Buenos días! La vida sigue viva;
¿Vamos a celebrarlo con un poco de vino?

La Iglesia que yo quiero no necesita templos;
Siempre habrá un parque libre o, si llueve, una casa
Donde las cortinas no impidan ver la lluvia.
(Donde la lluvia pueda asistir a misa).

La Iglesia que yo quiero, no necesita “Dogmas”:
Si estoy vivo, si pienso, si siento tantas cosas,
No hay que poner barreras, sino decir a todos
Que no deben sentarse antes de haber llegado.

¡Claro que en esta Iglesia habrá también un Papa!
Pero un Papa casero, con pantuflas de paño;
Más papito que Papa, más santo que “santísimo”

Y si se llama Pepe, que no le llamen Pío.

Los obispos, suelen ser gente buena.
Si no fueran obispos yo creo que serían santos;
Pero, claro, les dicen que ¡Cuidado! Y ¡Ojo!
Y los pobres acaban meando fuera del tiesto.

En la Iglesia que digo que yo quiero que sea
Ocuparán los cargos gente con experiencia
En lo que significa amar y ser amado.
Sin amor ¿De qué me sirve la superortodoxia?

Yo me imagino una Iglesia que me quiera y me comprenda
Por qué a veces me caigo, por qué a veces me escondo…
¡Para qué todo el tiempo te manden y te prohíban
Casi es mejor morirte sin que te echen el agua!

Por eso es que mi Iglesia va siempre por delante.
No se dedica sólo a decir: “Hasta Aquí”.
Si he de decirlo todo, la Iglesia que yo quiero
Resulta hasta imprudente (Porque se fía de Dios).

¿Pues qué teme la Iglesia; quedarse sin riquezas?
¿Perder su poderío? ¿Qué surjan mil herejes?
¡Hay otras herejías que son mucho peores,
Como ese tener miedo a perder tantas cosas!

No importa que la Iglesia tenga la fe muy floja;
Mientras busca y pregunta va por el buen camino.
Los sistemas teológicos tienen el gran peligro
De hacernos creer que Dios es un libro de texto.
La Iglesia que yo quiero puede que se equivoque,
Pero será una Iglesia donde cabremos todos
Y hasta probablemente estemos tan a gusto.

La Iglesia que me gusta, la Iglesia que yo quiero,
Es algo muy sencillo, cosa de gente pobre.
No se trata de ir sucios, que te huelan los pies,
Pero tampoco es eso de ir siempre de domingo.

Mi Iglesia no se engola ni anda con adornos;
Tiene humor, cuenta chistes.  La mitad de la misa
Se la pasan riendo, hasta que el cura dice:
“Ya, fieles almas, que esto es un puro cuento”

Eso sí: Como el mundo no es todavía el cielo,
La Iglesia que yo quiero anda de catacumbas.
Si tuviera dinero o influencias o amigos
Todo sería distinto; pero mejor que no.
(Una vez dijo uno: “Al menos tener algo
Para dar a los pobres o hacer nuestras campañas…”
Y los pobres dijeron: “Quien socorre a los pobres
Es porque no es tan pobre” y “Si es rica no es libre”)

“Esa no sería Iglesia”, dirán los entendidos.
No sé.  Yo siempre pienso que si a cualquier persona
Le quitamos la ropa, los oros, los títulos
Se queda en muy poquito, pero bueno y auténtico.

Y ustedes me disculpen si digo lo que siento:
Que marginados, prostitutas, borrachos y pecadores,
Huecos, drogadictos y gente de ese estilo
No se excluyan, serán su fundamento;
Porque ellos son el barro, son esos bajos fondos
Donde la carne viva del hombre está más cerca.
Desde ahí – Desnudos, libres – La invocación al Padre
Es más necesitada; Dios no es un Dios de lujo
Y el amor puede darse más puro entre los hombres
Porque se ven enteros, sin falsas fatuidades.

Ya sé que a mucha gente la Iglesia que yo quiero
No les gusta ni pizca.  Habrá que dialogarlo;
Pero que no nos digan que el cielo va a ser luego
Como esta pobre Iglesia sabe tanto a polvo
Porque así es que no van a sacar ni para pagar
A la señora de los lavabos.

Jesús.

*Tomado de "Un Señor como Dios manda", de José Luis Cortés. 

domingo, 15 de julio de 2018

Desde mi corazón, para ti...

Hace mucho que no escribo... pero hoy dejo mi temor para volver a expresar mis palabras, para decirte muchas cosas que llevo dentro.

Desde hace un par de días he pensado, quizá no todos somos creados para ser poseedores de una gran historia de amor.  Quizá algunos estamos aquí para ser cometas, estrellas fugaces en la vida de las personas que nos rodean.  Quizá, sólo quizá, algunos estamos aquí para cambiar, no tengo claro qué, pero cambiar algo.

Llegaste a mi vida, y mi vida se revolucionó, poco a poco compartimos vida, compartimos lo que llevamos dentro, nuestras alegrías, penas y tristezas, nuestros temores y nuestros sueños, poco a poco te convertiste en alguien importante. 

Siempre he querido lo mejor para ti, aunque a veces no lo sepas ni tú, quizá por eso es el momento de decir adiós, porque quizá los caminos deben iniciar un nuevo camino, uno que nos lleve a convertirnos en mejores personas. 

Me duele pensar que busque lo definitivo en lo provisional, me duele pensar que cambies lo efímero por lo que da verdadera alegría y verdadero amor... pero vamos, seamos honestos, eso es lo que yo pienso, ahora toca dejarte ser, dejar que  vueles... porque sabes, aquí en mi peche siempre tendrás un lugar al cual puedes volver...

viernes, 9 de junio de 2017

Treinta razones por las que estoy agradecido…

Una vez más la tierra vuelve a dar un giro alrededor del sol.  Una vez más las tardes lluviosas de junio preceden mi agradecimiento profundo por tanto bien recibido… Han sido treinta años desde aquel miércoles cuando, con un grito, inició mi vida. 

Han sido treinta años de aprendizajes, de subidas, bajadas, lágrimas, risas, noches increíbles, noches de profunda soledad.  Hoy con un corazón abierto quiero compartir, con todo aquel que quiera leerme, los aprendizajes que generan en mí el agradecimiento profundo, hoy quiero compartir con todos, esos detalles que brotan de la mente y el corazón, que han hecho lo que hoy soy…
1.       Por todas aquellas personas que me han acompañado y que me han provisto de lo necesario para vivir….
2.       Por las primeras palabras de mi madre cuando nací, palabras que todavía hoy me sirven de impulso para seguir: “Te amo mi bebé”.
3.       Por los detalles que hicieron que amara a mi padre con todas mis fuerzas.
4.       Por cada palabra, juego, risa, golpes que tuve con mis primos, mientras me aventuraba en este camino llamado vida.
5.       Por las tardes de café con champurradas a las cuatro de la tarde en casa de mi abuela.
6.       Por la comida que mi tía Chenta hacía para las grandes celebraciones familiares, esas que hace tanto no vivo…
7.       Por las madrugadas que mi mamá me levantaba para ir al colegio, con el riesgo que mi tía la regañara porque me bañaba, gracias a ello no hay día que no lo haga…
8.       Por los cantos de alabanza que mi tía Ita me enseñó y que me iniciaron en el camino a Dios y que hoy no he abandonado.
9.       Por la carne adobada que mi madrina, siempre tenía.
10.   Por las escapadas con mi prima para ir al súper, la iglesia o la casa de mi abuela.
11.   Por las primeras oraciones que mi mamá me enseñó, que todavía hoy me ayudan a superar mis temores.
12.   Por los viajes que tuvimos, que me mostraron un país que me llena de orgullo y por el que deseo trabajar.
13.   Por la oportunidad de ver los primeros pasos que dio mi hermano y que hoy ya se estrena como padre.
14.   Por aquella tarde de enero cuando cargué por primera vez a mi hermana, ese día tomó mi dedo índice y desde ese día no ha soltado mi vida.
15.   Por las travesuras que hacíamos juntos, como inundar la casa.
16.   Por los conciertos que dábamos, donde la cama de mis papás era el escenario.
17.   Por las tardes de hacer tareas juntos.
18.   Por el primer día de colegio, donde conocí gente con la que aún hoy tengo relación.
19.   Por el primer libro que leí por placer… como aquel que compré con mi primer sueldo.
20.   Por los planes que hice y que he visto cumplirse.
21.   Por la primera vez que me enamoré, y por la primera vez que me rompieron el corazón.
22.   Por las amistades que ya forman parte de mi vida, esas que iniciaron en una clase, en un hall del seminario, en un pasillo de la universidad.
23.   Por los ojos almedrados que me enamoran y que hacen que le rasque la panza.
24.   Por aquellas palabras que me hicieron darme cuenta que Dios no me juzga, sino que me ama: “Cuando Dios te hizo, vio que estabas muy bien hecho”.
25.   Por la pregunta que me ha hecho pensar siempre “Joven, ¿con qué clase de amor quiere envejecer?”
26.   Por las noches de teatro, danza, café, vino, cerveza, baile, escapadas y besos fortuitos.
27.   Por las confesiones que han dado acceso a amistades que durarán toda la vida.
28.   Por los amigos que más que amigos son hermanos.
29.   Por quienes han sido guardianas de mis lágrimas y de mis sueños, porque con su presencia se enriquece mi vida.
30.   Pero, por sobre todo, por la oportunidad que me ha dado Dios de llegar a esta edad, por la oportunidad del sentirme acompañado por Dios que ha mandado ángeles llamados familia y amigos…

Han sido treinta años, han sido experiencias, han sido momentos, han sido detalles, han sido nombres y rostros, ha sido vida… con todos esos sentimientos, con mi corazón abierto y en paz, no me queda más que decir ¡Gracias a la vida!  

lunes, 20 de febrero de 2017

¡Ey, príncipe azul!

¡Ey, príncipe azul! Hace una semana te vi bailando con tu princesa, era un vals de Tchaikovsky… te vi muy enamorado, en los ojos de tu amada se reflejaban los tuyos.  Fue una noche mágica.  Tus amigos, otros príncipes, acompañados por sus princesas, que radiantes bailaban a la luz de la luna. 

Te vi, y no pude dejar de pensar en ese alguien especial, ese alguien que he esperado para tomar su mano y recostar mi cabeza en su hombro… te imaginé, alto, galante, varonil, valiente, que tuvieras los brazos fuertes para poder defenderme en las adversidades.  Pero también te imaginé inteligente, de buenas maneras, alguien a quien podría presentar en mi círculo social.

Esa noche a la luz de las velas, te sentí muy cerca, sentí tu gallardía al lado de mi corazón… sentí que podría ser la princesa que tanto necesitas, esa bella dama, silenciosa, prudente, elegante.  Imaginé como bailábamos, como todos los demás príncipes y princesas nos veían con envida… Casi escuchaba las voces de los demás que decían: “Vean esa hermosa princesa, bailando con ese galante príncipe….”

Luego vino el miedo ¿cómo una princesa como yo, podría estar al lado de un príncipe como tú? Tuve mucho miedo, sentí pena por mí, por mi aspecto, por mi actitud… debía ser la princesa que todo príncipe necesita.  Allí a la luz de las velas vi mi reflejo y desperté de mis sueños…

Volví a mi realidad, en ese mismo espacio, en ese mismo salón, con esas mismas velas, pero con otras personas, con otros rostros, con otras actitudes… dejé de lado la ilusión de buscar príncipes azules, hadas y sirenas, todo ello no podía ser.   Vi a mi alrededor, vi mi realidad, y vinieron a mi mente nuevas cuestionantes…

¿Por qué tendría que cambiar yo para que alguien más me aceptara?  ¿Tengo que ser yo la princesa sumisa y silenciosa que todo príncipe esperaría? ¿Debo bajar mi nivel de brillo para que un príncipe brille?

-¡Basta! – Me dije… - no quiero ser esa princesa, no puedo ser esa princesa…

Y allí, en medio de ese vals, en medio de ese salón lo deduje. No necesito, no quiero un príncipe azul… quiero un hombre de verdad, un hombre tenga sus propios sueños y aspiraciones, pero que respete las mías. Un hombre que lea, que se informe, que no tema bailar en público, que pueda presentarlo y que me presente.  Un hombre con quien podamos construir juntos un futuro prometedor, pero con la certeza que si algún día termina, mi vida no terminará con él, sino que, será el inicio de una nueva vida…



martes, 26 de enero de 2016

Cuando tenga setenta años

Cuando tenga setenta años, veré en retrospectiva, quizá me sentaré en el sillón de mi casa a observar imágenes de lo que un día fue, veré rostros, recordaré nombres, contaré historias.  Como aquellos viajes que hice, lo que me reí, lo que lloré… A los setenta años ya no guardaré rencor, mi odio por aquellos que me hirieron, ya se habrá evaporado… Recordaré con nostalgia a los que amé, a los que me amaron, y también a los que no.

Recordaré la alegría de mis perros al llegar a mi casa, o la preocupación de mi madre, o el olor de la comida de mis tías.  Me alegraré de recordar los libros que leí, los poemas que declamé, las clases que impartí, todo lo que aprendí. Sin nostalgia recordaré amores fallidos, o palabras que no quise decir o escuchar.  Recordaré con orgullo las cicatrices que me hice al amar, al soñar o a ayudar a alguien, aunque muchas de ellas fueron producto de caídas, quizá tontas…

Quizá recordaré detalles puntuales, de gente que marcó mi vida… como las notas de voz con marimba de fondo, las noches de vinos y quesos, hablando de la vida.  Aquellas bodas en las cuales fuimos la pareja perfecta, porque utilizábamos el mismo color de corbata y vestido.  Los momentos en que tomábamos una cerveza, fumábamos un cigarro y bailábamos hasta el amanecer… La primera vez que compartimos nuestros temores, a la luz de la luna, o con una copa de vino, o la espera de un bus en un lugar que me causaba temor.  O quedarnos de último en las fiestas, para charlar con un café… Recordaré las presentaciones de teatro, danza, poesía, conciertos, momentos memorables… 

Recordaré con quienes he llorado y a quienes he visto llorar, reiré por las vergüenzas que pasé o hice pasar. Recordaré la primera vez que los vi, en el parqueo de una iglesia, en el hall de un seminario, bailando en un bar, o en el aula de la universidad… Recordaré a la primera que me regaló flores, o los dulces pasteles del cumpleaños de algún amigo… quizá recuerde la ansiedad de un examen, o los momentos incómodos cuando presentaba a los que me rodeaban… Recordaré las llamadas o mensajes a media noche, que a veces llegaban hasta la madrugada, con el simple hecho de compartir, o simplemente chismear. Las escapadas de clases, o las llegadas tarde a casa, porque lo hacía con alguien importante.

También recordaré los momentos no tan agradables, como cuando lloramos juntos, por la pérdida de alguien querido, o cuando tuvimos que decir adiós…


Quizá lloré, quizá reí, quizá canté o quizá amé… Cuando llegue ese día, tomaré, otra vez, una copa de vino entre mis manos, encenderé un cigarro, contemplaré mi vida, y abriré mi corazón, que está lleno de nombres y rostros. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Escucha atento, es el momento de que me oigas… Durante mucho tiempo he permanecido inválido, durante mucho tiempo guardé en mi corazón muchos secretos… Como la primera vez que te vi, o quizá, la ocasión en que te hablé.

No sé si todo lo que significaste para mí, yo, signifiqué para ti… francamente ya no me importa, lo que sé es que ya nada de eso pasará, hoy todo acabó, sin pena ni gloria, con unas palabras mal dichas, unos silencios cómplices, comentarios que se han ido de nuestras manos.

Con cuánto anhelo desee que compartiéramos la vida, hoy sé que eso no sucederá, quise un futuro, pero veo que el futuro no está a tu lado… no me aterra, me da nostalgia.  No lloro, río, por lo que esperé, que no sucedió.

Fueron abiertas heridas que no han cicatrizado, quizá no tuve el tino de cerrarlas… Hasta ayer le confesaba a mi almohada cuando te quise, fue quien custodió mis lágrimas.  Hasta ayer traté de buscarte, pero para esto debo estar en paz conmigo mismo, debo perdonarme por tanto daño que te he causado, y pedirte perdón, perdón por amarte, por ignorarte, por lastimarte…


Mientras te pienso, veo este cielo maravilloso de diciembre, con el humo de un cigarrillo imagino, como éramos antes de que todo esto sucediera… y desde el corazón me nace un… ¡Hasta siempre, extraño!