lunes, 20 de febrero de 2017

¡Ey, príncipe azul!

¡Ey, príncipe azul! Hace una semana te vi bailando con tu princesa, era un vals de Tchaikovsky… te vi muy enamorado, en los ojos de tu amada se reflejaban los tuyos.  Fue una noche mágica.  Tus amigos, otros príncipes, acompañados por sus princesas, que radiantes bailaban a la luz de la luna. 

Te vi, y no pude dejar de pensar en ese alguien especial, ese alguien que he esperado para tomar su mano y recostar mi cabeza en su hombro… te imaginé, alto, galante, varonil, valiente, que tuvieras los brazos fuertes para poder defenderme en las adversidades.  Pero también te imaginé inteligente, de buenas maneras, alguien a quien podría presentar en mi círculo social.

Esa noche a la luz de las velas, te sentí muy cerca, sentí tu gallardía al lado de mi corazón… sentí que podría ser la princesa que tanto necesitas, esa bella dama, silenciosa, prudente, elegante.  Imaginé como bailábamos, como todos los demás príncipes y princesas nos veían con envida… Casi escuchaba las voces de los demás que decían: “Vean esa hermosa princesa, bailando con ese galante príncipe….”

Luego vino el miedo ¿cómo una princesa como yo, podría estar al lado de un príncipe como tú? Tuve mucho miedo, sentí pena por mí, por mi aspecto, por mi actitud… debía ser la princesa que todo príncipe necesita.  Allí a la luz de las velas vi mi reflejo y desperté de mis sueños…

Volví a mi realidad, en ese mismo espacio, en ese mismo salón, con esas mismas velas, pero con otras personas, con otros rostros, con otras actitudes… dejé de lado la ilusión de buscar príncipes azules, hadas y sirenas, todo ello no podía ser.   Vi a mi alrededor, vi mi realidad, y vinieron a mi mente nuevas cuestionantes…

¿Por qué tendría que cambiar yo para que alguien más me aceptara?  ¿Tengo que ser yo la princesa sumisa y silenciosa que todo príncipe esperaría? ¿Debo bajar mi nivel de brillo para que un príncipe brille?

-¡Basta! – Me dije… - no quiero ser esa princesa, no puedo ser esa princesa…

Y allí, en medio de ese vals, en medio de ese salón lo deduje. No necesito, no quiero un príncipe azul… quiero un hombre de verdad, un hombre tenga sus propios sueños y aspiraciones, pero que respete las mías. Un hombre que lea, que se informe, que no tema bailar en público, que pueda presentarlo y que me presente.  Un hombre con quien podamos construir juntos un futuro prometedor, pero con la certeza que si algún día termina, mi vida no terminará con él, sino que, será el inicio de una nueva vida…



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