martes, 26 de enero de 2016

Cuando tenga setenta años

Cuando tenga setenta años, veré en retrospectiva, quizá me sentaré en el sillón de mi casa a observar imágenes de lo que un día fue, veré rostros, recordaré nombres, contaré historias.  Como aquellos viajes que hice, lo que me reí, lo que lloré… A los setenta años ya no guardaré rencor, mi odio por aquellos que me hirieron, ya se habrá evaporado… Recordaré con nostalgia a los que amé, a los que me amaron, y también a los que no.

Recordaré la alegría de mis perros al llegar a mi casa, o la preocupación de mi madre, o el olor de la comida de mis tías.  Me alegraré de recordar los libros que leí, los poemas que declamé, las clases que impartí, todo lo que aprendí. Sin nostalgia recordaré amores fallidos, o palabras que no quise decir o escuchar.  Recordaré con orgullo las cicatrices que me hice al amar, al soñar o a ayudar a alguien, aunque muchas de ellas fueron producto de caídas, quizá tontas…

Quizá recordaré detalles puntuales, de gente que marcó mi vida… como las notas de voz con marimba de fondo, las noches de vinos y quesos, hablando de la vida.  Aquellas bodas en las cuales fuimos la pareja perfecta, porque utilizábamos el mismo color de corbata y vestido.  Los momentos en que tomábamos una cerveza, fumábamos un cigarro y bailábamos hasta el amanecer… La primera vez que compartimos nuestros temores, a la luz de la luna, o con una copa de vino, o la espera de un bus en un lugar que me causaba temor.  O quedarnos de último en las fiestas, para charlar con un café… Recordaré las presentaciones de teatro, danza, poesía, conciertos, momentos memorables… 

Recordaré con quienes he llorado y a quienes he visto llorar, reiré por las vergüenzas que pasé o hice pasar. Recordaré la primera vez que los vi, en el parqueo de una iglesia, en el hall de un seminario, bailando en un bar, o en el aula de la universidad… Recordaré a la primera que me regaló flores, o los dulces pasteles del cumpleaños de algún amigo… quizá recuerde la ansiedad de un examen, o los momentos incómodos cuando presentaba a los que me rodeaban… Recordaré las llamadas o mensajes a media noche, que a veces llegaban hasta la madrugada, con el simple hecho de compartir, o simplemente chismear. Las escapadas de clases, o las llegadas tarde a casa, porque lo hacía con alguien importante.

También recordaré los momentos no tan agradables, como cuando lloramos juntos, por la pérdida de alguien querido, o cuando tuvimos que decir adiós…


Quizá lloré, quizá reí, quizá canté o quizá amé… Cuando llegue ese día, tomaré, otra vez, una copa de vino entre mis manos, encenderé un cigarro, contemplaré mi vida, y abriré mi corazón, que está lleno de nombres y rostros. 

1 comentario:

  1. Oportuna estrofa la que encontraste para el final de tu reflexión, y estoy seguro que cuando llegue el momento, todos tendrán por lo menos una lagrima en su rostro al recordar esos dorados momentos de juventud. Felicidades, sigue adelante.

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