martes, 21 de agosto de 2018

La Iglesia que yo quiero


Por Pedro Barsimón de la Barca
La Iglesia que yo quiero no tiene campanario:
Las palomas se encargan de avisar a la gente.
Les dicen: ¡Buenos días! La vida sigue viva;
¿Vamos a celebrarlo con un poco de vino?

La Iglesia que yo quiero no necesita templos;
Siempre habrá un parque libre o, si llueve, una casa
Donde las cortinas no impidan ver la lluvia.
(Donde la lluvia pueda asistir a misa).

La Iglesia que yo quiero, no necesita “Dogmas”:
Si estoy vivo, si pienso, si siento tantas cosas,
No hay que poner barreras, sino decir a todos
Que no deben sentarse antes de haber llegado.

¡Claro que en esta Iglesia habrá también un Papa!
Pero un Papa casero, con pantuflas de paño;
Más papito que Papa, más santo que “santísimo”

Y si se llama Pepe, que no le llamen Pío.

Los obispos, suelen ser gente buena.
Si no fueran obispos yo creo que serían santos;
Pero, claro, les dicen que ¡Cuidado! Y ¡Ojo!
Y los pobres acaban meando fuera del tiesto.

En la Iglesia que digo que yo quiero que sea
Ocuparán los cargos gente con experiencia
En lo que significa amar y ser amado.
Sin amor ¿De qué me sirve la superortodoxia?

Yo me imagino una Iglesia que me quiera y me comprenda
Por qué a veces me caigo, por qué a veces me escondo…
¡Para qué todo el tiempo te manden y te prohíban
Casi es mejor morirte sin que te echen el agua!

Por eso es que mi Iglesia va siempre por delante.
No se dedica sólo a decir: “Hasta Aquí”.
Si he de decirlo todo, la Iglesia que yo quiero
Resulta hasta imprudente (Porque se fía de Dios).

¿Pues qué teme la Iglesia; quedarse sin riquezas?
¿Perder su poderío? ¿Qué surjan mil herejes?
¡Hay otras herejías que son mucho peores,
Como ese tener miedo a perder tantas cosas!

No importa que la Iglesia tenga la fe muy floja;
Mientras busca y pregunta va por el buen camino.
Los sistemas teológicos tienen el gran peligro
De hacernos creer que Dios es un libro de texto.
La Iglesia que yo quiero puede que se equivoque,
Pero será una Iglesia donde cabremos todos
Y hasta probablemente estemos tan a gusto.

La Iglesia que me gusta, la Iglesia que yo quiero,
Es algo muy sencillo, cosa de gente pobre.
No se trata de ir sucios, que te huelan los pies,
Pero tampoco es eso de ir siempre de domingo.

Mi Iglesia no se engola ni anda con adornos;
Tiene humor, cuenta chistes.  La mitad de la misa
Se la pasan riendo, hasta que el cura dice:
“Ya, fieles almas, que esto es un puro cuento”

Eso sí: Como el mundo no es todavía el cielo,
La Iglesia que yo quiero anda de catacumbas.
Si tuviera dinero o influencias o amigos
Todo sería distinto; pero mejor que no.
(Una vez dijo uno: “Al menos tener algo
Para dar a los pobres o hacer nuestras campañas…”
Y los pobres dijeron: “Quien socorre a los pobres
Es porque no es tan pobre” y “Si es rica no es libre”)

“Esa no sería Iglesia”, dirán los entendidos.
No sé.  Yo siempre pienso que si a cualquier persona
Le quitamos la ropa, los oros, los títulos
Se queda en muy poquito, pero bueno y auténtico.

Y ustedes me disculpen si digo lo que siento:
Que marginados, prostitutas, borrachos y pecadores,
Huecos, drogadictos y gente de ese estilo
No se excluyan, serán su fundamento;
Porque ellos son el barro, son esos bajos fondos
Donde la carne viva del hombre está más cerca.
Desde ahí – Desnudos, libres – La invocación al Padre
Es más necesitada; Dios no es un Dios de lujo
Y el amor puede darse más puro entre los hombres
Porque se ven enteros, sin falsas fatuidades.

Ya sé que a mucha gente la Iglesia que yo quiero
No les gusta ni pizca.  Habrá que dialogarlo;
Pero que no nos digan que el cielo va a ser luego
Como esta pobre Iglesia sabe tanto a polvo
Porque así es que no van a sacar ni para pagar
A la señora de los lavabos.

Jesús.

*Tomado de "Un Señor como Dios manda", de José Luis Cortés. 

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