lunes, 28 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Mi credo Personal
Creador de toda la naturaleza,
De todos los seres que han existido y existirán
De quien procede toda bondad
Y que por amor nos creó
Creo en Jesús, Hijo de Dios Padre-Madre
Hijo de María y José,
Hermano nuestro por excelencia
Quien por coherencia murió
En manos de los poderes del mundo
Que por amor nos mostró el
Verdadero rostro de Dios Padre-Madre
Que resucitó y con ello nos regaló
Una nueva dignidad.
Que es quien le da sentido a mi vida.
Creo en la Espíritu Santo,
Fuerza renovadora del Padre-Madre
Quien nos da a conocer a Jesús,
Quien nos guía y orienta.
Creo en la Iglesia santificada
Por la Espíritu Santo, que es
Santa y pecadora, que busca la verdad,
Creo en el perdón de los pecados,
En la resurrección de los muertos
y en la vida en plenitud
dada por el Dios del Amor.
En la resurrección de los muertos
y en la vida en plenitud
dada por el Dios del Amor.
viernes, 18 de mayo de 2012
Sencillamente no lo soy…
No soy un poeta, ni quiero serlo. Aún así quiero tener bellas palabras en el
momento exacto para expresar mi amor.
No soy cura, ni quiero serlo. Aún así quiero llevar a mis hermanos a Jesús y no creerme superior por un servicio que presto.
No soy arquitecto ni ingeniero, y no lucharé por serlo. Aún así quiero construir un mundo mejor y más
humano.
No soy maestro, ni quiero serlo. Aún así quiero enseñar a los demás que hay
muchas razones por las cuales seguir adelante.
No soy teólogo ni filósofo, y no quiero serlo. Pero quiero
conocer a Dios y darlo a conocer a los
demás, no con palabras difíciles, sino con testimonio de vida.
No soy naturalista, y no quiero serlo. Pero quiero dejar en todos los que conozco y
con los que he compartido una semilla de amor.
Y ¿Qué soy?
Soy un hombre que lucha por dar al mundo algo de lo que he
recibido.
miércoles, 16 de mayo de 2012
¿A qué se parece mi soledad?
Hoy, oyendo una canción, contemplando el paisaje y el cielo
gris y nublado, veo como una solitaria ave levanta el vuelo, en búsqueda, puedo
imaginarlo, de su nido; veo como se mueven lentamente las nubes cargadas de
agua, es el momento en el que pienso: ¡Qué solo estoy!
Puedo recordar los momentos que comparto con mis amigos, que
son un regalo de Dios; pienso en las comidas familiares, en las que mamá
siempre tiene algo que decir, en las que papá tiene algún chiste y con él, nos
hace reír, algún seco comentario de mi hermano o una tímida sonrisa de mi
hermana, y allí me detengo y medito: ¡Qué solo estoy!
Sé que tengo todo lo que quiero; que he realizado los sueños
que he tenido, que he hablado con desconocidos y conocido a los que les he
hablado, he visto maravillas de la naturaleza y visitado ciudades históricas,
desde Roma a la Antigua Guatemala; he comido los manjares de otros lugares, he
volado, he escrito, me he expresado, he leído y he descubierto lo inimaginable,
he opinado, siempre he dicho algo. Pero
algo me falta, algo no está bien.
Sé que disfruto mi independencia, los momentos de encuentro
conmigo mismo, disfruto mi silencio y el movimiento de mis pensamientos, pero
algo me falta ¿Qué será? ¿Quién será?
Muy en el fondo de mi verdad, sé que lo que me falta es
aquello que tanto busco, y que no he logrado encontrar. Pero es allí, en el vacío de mi soledad, en
donde encuentro lo que tanto busco. En
la soledad de mi corazón, allí en lo más íntimo te encuentro, es en la sonrisa
de un niño, en la sonrisa de la gente que veo pasar, en el sonido de la
naturaleza y en las personas que día a día veo, en las aves que cantan, en los
árboles que se mantienen erguidos, y muy a lo Agustín, en lo ‘inquieto de mi
corazón’.
Sé que aquí estás y disfruto tu compañía, se que en mis
sueños tú has estado, que en los conocidos y desconocidos allí has estado, en
la naturaleza y en las ciudades, en la comida, en el bus, en el metro, en el
avión y en tren allí estuviste, en mi corazón allí estás, en mi sonrisa y en
mis palabras, allí estás…
Ubicación:
Guatemala
miércoles, 9 de mayo de 2012
Sobre mi madre
Bueno, puede sonar un poco disonante lo que redactaré, es
más me sorprende que me dedique a escribir esto, sobretodo porque no soy muy
amigos de las fechas que son especiales pero que, por triste que se oiga, se
han comercializado. Pero fuera de esto
hoy quiero hablar sobre la mujer que me trajo al mundo, sin la cual no podría
haber vivido.
Antes que nada quiero decir que, lo digo con orgullo, soy
envidiado por la mamá que tengo, recuerdo los comentarios de una amiga que me
decía: ¡ya quisiera tener a su mamá de mamá!; en esa época no lo entendía,
ahora lo comprendo mejor. Pues bien mi
mamá, o mejor dicho “La Chaparra” como todos la conocemos, es una mujer
trabajadora, se levanta de madrugada y ama acostarse temprano, ha sido
educadora por 32 años, y tiene tres hijos, fruto de sus entrañas, pero tiene,
sin temor a equivocarme, muchos más que ella ha cuidado, criado y educado.
Es pequeña, por eso el apodo, pero todos la respetan, una
palabra de mi mamá es ley y, todavía es así, no hay quien se lo discuta, fuera
de sus tres hijos rebeldes. Mi mamá es
muy alegre, se ríe de todo, hasta de chistes que le contamos una y otra vez, es
auténtica y necia, creo que de allí saqué mi testarudez. Cuando se propone algo, no hay fuerza humana
que haga que desfallezca en la búsqueda de lo que quiere. Es completamente reciliente y de verdad que
ha sufrido, sacarme adelante aún a costa de lo que la familia le decía.
Creo que hay muchas cosas que debo aprender de mi mamá, pero
hoy especialmente quiero agradecer por mi “chaparra” madre, ese trozo de cielo
que Dios me permitió tener. Nos peleamos,
lloramos juntos, sobre todo si nos tomamos un trago. Nos reímos de recordar todo lo que hemos
vivido y vean que cosas hemos vivido.
Hay momentos que sin lugar a duda imprimen carácter y que nos hacen lo
que somos y en esos momentos ella ha estado allí.
Hoy quiero agradecer sobre todo por mi mamá porque ella:
·
Me enseñó a caminar.
·
No sintió asco al limpiarme.
·
Me enseñó mis primeras palabras.
·
Hizo que aprendiera a escribir a máquina.
·
Mejoró mi letra.
·
Me motivó a tomar decisiones.
·
Se ha reído de las torpezas que he hecho.
Pero nunca me has dejado solo.
·
PERO SOBRE TODO ME HA AMADO COMO SOY.
Gracias Señor por esta bella mujer.
martes, 1 de mayo de 2012
Amar es comprometerse
Por: Luis Alberto Guigui
Es el amor lo que le da plenitud a nuestra vida. Pero hay que decir la verdad: humanamente, en ocasiones nos sentimos vacíos, sentimos que nuestra vida no tiene nada de sentido, sentimos que el mundo entero nos da la espalda. Y es en esas ocasiones cuando llegamos a pensar que Dios no está con nosotros, que Dios se ha olvidado de nosotros. Cuando hay alguien que me comenta que se siente así, yo sólo les digo: “Mira a tu alrededor y ve la creación entera, ella te habla de lo mucho que Dios te ama…” Soy consciente de que cuesta creerlo, pero Él mismo nos da la respuesta: “Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se moverá” (Cfr. Isaías 54, 10). Qué gran noticia es esta: ¡Con nuestras características personales, Dios nos ama! Nos ama tanto que dio lo más valioso para Él, su propio Hijo.
Pero hay un problema, y no está de parte de él, sino de la nuestra. Las mujeres y hombres no sabemos amar, queremos entender a Dios desde nuestra naturaleza y quisiéramos que Él nos dé las respuestas que nosotros esperamos. Queremos entender el amor que Dios nos tiene, o incluso queremos sentirlo todo desde nuestra propia experiencia y eso es muy difícil. Dios nos ha dado muestras de su amor, al darnos la vida, Él nos creó para ver en nosotros a su Hijo, dándonos la oportunidad de conocerlo y ver las maravillas que Él ha hecho, pero que nosotros no vemos en muchos casos.
El amor de Dios trasciende nuestra naturaleza, pero también más allá. Ese amor, cuando lo hemos experimentado, nos invita a comprometernos por él y por su Reino. No basta con decir que amamos a Dios, eso es una cuestión personal. Es necesario demostrar que conocemos ese amor y, por lo tanto, llevarlo a todos aquellos que no lo conocen, desde su situación afectiva o económica. Porque es sencillo decir: “conozco del amor de Dios”, pero no movemos un dedo por llevar consuelo o ayuda a los que menos tienen. Eso se convierte en puro sentimentalismo, en nuestra Iglesia falta compromiso.
“El amor es el fin del hombre y el principio de la felicidad personal, familiar y social” El amor de Dios es algo que nos mueve, nos invita, nos transforma “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Cfr. Deus Caritas Est, 1). A partir del encuentro con Jesús conocemos a plenitud el amor de Dios.
Ese encuentro con Jesús hace que veamos en los demás el amor de Dios, en un niño recién nacido que ríe, en el rostro de la madre que observa a ese niño, en el rostro del mendigo que nos pide una moneda, allí vemos a Dios, ese amor que lo llena todo, especialmente cuando lo asumimos, cuando lo hacemos parte de nuestro ser, cuando hacemos nuestra opción a la fe, cuando le decimos que sí a Cristo; no lo hacemos sin adquirir un compromiso, como lo decía San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida nos examinarán en el amor…”, en cuanto hemos amado, no en cuanto nos han amado; en cuanto hemos dado, no en lo que nos dieron; en cuanto nos entregamos y construimos con nuestra vida el Reino de Dios.
Dios nos ama, nos lo demuestra con su creación, con su Hijo. El secreto es saberse amado, es saberse importante para Dios, porque lo somos, lo sabemos y sentimos. Nos ha dado tanto, nos ha dicho y nos sigue diciendo tanto… Somos únicos e irrepetibles, somos sus creaturas, y nos ama porque Él es bueno, no porque nosotros seamos buenos, lo que es una falsa imagen del Dios compensador. Ahora la pregunta es: ¿lo amamos a Él? Creo que la respuesta está en el fondo de nuestro corazón, y sé que queremos asumir el compromiso de entregarnos a Él a su Reino, porque “Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él” (Homilía de Benedicto XVI, al inicio de su Pontificado)
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