sábado, 29 de noviembre de 2014

Del adiós y otros demonios…

Reconozco, a título muy personal, que soy un romántico empedernido.  Confieso mi pasión por la poesía, por las novelas de amor y misterio, por la lectura ligera, tanto como por la pesada teología.  Disfruto abiertamente los pequeños placeres de la vida, muy a lo “Amelie”, desde sentir las hojas secas que se caen de los árboles, y poder romperlas, hasta detenerme al ver a un bebé que inicia a dar los primeros pasos en este camino que, algunos, llamamos vida.

He vivido relativamente poco, a mis veintisiete años, considero, he vivido muy bellas experiencias, he visto el mundo, he compartido con la gente, que es, sin miramientos, lo que más me apasiona.  En esta aventura llamada vida, han pasado por mi vida, una gran cantidad de seres humanos que me han marcado, algunos, incluso, me han cambiado de perspectiva, y miren que esto es muy difícil.

En las últimas semanas, quizá días, o incluso horas, me he dado a la tarea de reflexionar sobre una palabra que, por muy dolorosa que sea, en ocasiones hay que decir: “Adiós”

Y es que hay situaciones en la vida, que nos hacen pensar, desde cómo actuar, hasta como continuar.  Tal vez por mi forma de ser y comportarme, muchas personas con las cuales nos hemos topado, sin más se alejan.  Quizá, sin justificarme, podría mencionar que ello es debido a mis arranques de honestidad.  Reconozco que puedo lucir como una piedra a quien poco interesan los sentimientos de los otros, sinceramente no es así, es más a veces me importan más que los míos.

En esa línea decir adiós se ha convertido en una tarea de madurez.  Lejos estoy de ser aquel dependiente, que vean que lo soy y no lo niego, que no podía vivir sin alguien.  Hoy más que nunca, me doy cuenta que hay, y espero habrán, siempre personas que están dispuestas a acompañarme en esta aventura.  Me ha dolido, es cierto, que personas importantes se vayan, me ha dolido, pero estoy convencido, que muchos de ellos y ellas son o serán felices. 

Puedo decir, sin vanagloria, que a pesar de lo fugaz que puedo lucir en la vida de algunos y algunas, espero haya dejado alguna huella, de lo contrario, podría cuestionar mis intenciones. 

Hoy más que nunca, pongo en esta hoja en blanco, con tinta de colores, mi corazón abierto, y pido perdón sí, con mi sinceridad, he dañado, lastimado ofendido; incluso pido perdón sí, con autenticidad, he expresado mis sentimientos, “algo tan estúpido como un Te amo” en palabras de Sinatra, reconozco que en este ejercicio de despedida, a veces, también, quiero sentirme querido, pero no pretendo obligar a nadie hacerlo.


Hoy me despido de esta parte de la historia que me ha causado dolor y que ha sacado mis peores demonios.  Cierto que he llorado, cierto que he pensado, pero hoy quiero ver volar todo aquello que ya no está.  Porque, de esto estoy convencido, siempre tendré en mi mente y mi corazón, esos momentos, palabras, emociones que quizá vivimos o quizá inventé…

jueves, 25 de septiembre de 2014

El problema es la polarización

En los últimos días, todas las redes sociales se han llenado acerca de opiniones en torno a la conferencia que, magistralmente, dio Emma Watson ante una comisión de la ONU.  He escuchado el discurso y me he dado a la tarea de leer lo que se ha escrito acerca de ello. 

Por principio, hay un gran número de personas que la apoyan y otros, más conservadores no, sobre todo por la utilización de la frase “yo decido sobre mi cuerpo”  y “feminismo”.  Ante estos argumentos, me he dado a la tarea de analizar estas posturas y, como es costumbre, llegar a una opinión personal, que puede estar errada, pero que es mía y por ende la defenderé.

Desde esa perspectiva, considero que el gran problema es la polarización de la opinión, o algo es completamente bueno o algo es completamente malo, dándole tintes moralistas a algo que no corresponde.

La respuesta reaccionaria de una parte de ciertos sectores sociales, siempre me ha dejado en que pensar, especialmente si yo formo parte de estos sectores.  Creo, a su vez, que el problema de la polarización es que ambas partes quieren arrastrar a los contrarios, tratando de convencer de que los otros son los que están mal y que por ende deben rectificar su postura, anulando completamente la diversidad de pensamiento.

En realidad el problema es muy grave, ya que ella está implicada de ataques personales a las personas que tienen una postura, aunque sea mínima, distinta a la que “debería ser”.  Pero allí es donde me pregunto ¿qué es lo que debería ser? , sencillamente no tengo una respuesta para ello.  Pero de algo estoy convencido, todos y todas tenemos derecho a pensar, sentir y proceder de la forma que convenga, toda vez no afectemos los derechos de otro ser humano. 


Me pronuncio a favor de la libertad de pensamiento, incluso dentro de los sectores a los que pertenezco, eso, sencillamente, porque soy un hombre que piensa, si Dios me hubiera creado robot, seguro diría lo contrario.  Claro está, esta defensa va, también, a los que no piensan como yo, si no ¿qué ejemplo estaría dando? 

jueves, 10 de julio de 2014

¿PECADO ORIGINAL O PECADOS ORIGINALES?


A lo largo de la historia de salvación, se ha presentado el pecado original como, la acción o la falta que han cometido nuestros primeros padres, Adán y Eva, pecado que, a su vez, heredan a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta llegar a nuestros días.

Esto plantea una dificultad, desde la humanidad, que puede presentarse como incomprensible ¿cómo puede heredarse un pecado de dos seres que no existieron?  Cualquier persona coherente, con dos dedos de frente entendería el planteamiento anterior, al final de cuentas la teología moderna ha predicado ello.

Por ello quiero partir del supuesto, que no podemos mezclar ambas posturas, que nos llevan a una mezcolanza que, lejos de acercarnos a D**s[1]nos aleja de Él, ya que queremos encasillar a D**s en un proceso científico, cumpliendo una serie de pasos.  El Génesis, más que presentarnos el origen del mundo, de cómo sucedió, nos quiere presentar el para qué se ha creado el mundo.

Hoy muchos siglos después de que fue redactado el Génesis, la humanidad entera ha evolucionado en el proceso científico, se han presentado diversas teorías de cómo surgió el planeta y la vida en el planeta.  

Hoy tenemos presente la teoría del Big Bang[2], la evolución de las especies[3], lo cual me lleva a preguntar ¿esto deja a D**s por fuera? La respuesta, a mi modo de ver es: NO.

El texto bíblico más allá de presentarnos un proceso realista de la creación, nos quiere presentar la razón por la cual hemos sido creados.  D**s crea al ser humano, como diría Ignacio de Loyola,  para alabar, hacer reverencia y servir a D**s, Nuestro Señor, y mediante esto, salvar su alma.[4], o en palabras de Ireneo de Lyon “Gloriam Dei, hommo vivens” La gloria de Dios es el hombre – y la mujer – que viven.  Pero cualquier persona me podría cuestionar: entonces el pecado ¿en dónde queda?

La respuesta podría ser muy compleja, pero más allá de la causa inicial, es la intención.  El ser humano, por naturaleza, es un ser bueno, noble, que busca la bondad.   Pero es menester hacer notar, que, a lo largo de su historia, el ser humano se ha dejado llevar por el egoísmo, por la búsqueda de su propio bienestar, de su propio placer.  Que surge, a partir de todo un sistema, que Ellys llamaría Constructo, de la sociedad, del mismo mundo en el que vive.

Por lo anterior, más allá de un solo pecado, se puede entender, de una mejor forma, tres pecados originales, que están íntimamente ligadas, con la historia de salvación del hombre y la mujer, y que es producto de un proceso meramente humano.

PRIMER PECADO ORIGINAL “Y SERÁN COMO DIOSES…”
En el libro del Génesis, luego de la creación del ser humano, producto de la tierra, vio D**s que estaba “muy bien hecho” pero es tentado por el mal, que es simbolizado por la serpiente, símbolo antiguo de la sabiduría, para que coman del árbol de la ciencia del bien y el mal.  La mujer, es la primera en aceptar el comer del fruto.

La tentación se presenta con un hermoso envoltorio de regalo, la serpiente le indica a la mujer, que si come del fruto del árbol será como dios.  ¿Cuál fue la tentación en el fondo? Siempre me ha parecido una cuestión válida.  ¿Qué significa ser como dios?  En el relato del Génesis se nos presenta el hecho que D**s estaba relacionado con el ser humano, D**s se paseaba en el jardín dónde todo fue creado.  La tentación, o primer pecado original, es, sin temor a equivocarnos, es en la soberbia, que todos poseemos, de querer controlar la misma creación.

El hombre y la mujer se dejaron envolver por esa “belleza” desconocida, seguramente el hombre y la mujer se preguntaron ¿qué se sentirá ser como D**s? ¿Tendríamos la misma capacidad creadora?

Pero más allá de ser un relato real, nos deja una gran lección: Los seres humanos tenemos un ansia, a veces descontrolada, de querer dominar todo lo que nos rodea.  Puede sonar muy burdo, pero muchos, sino es que todos, hemos querido dominar el tiempo, hemos querido que otros seres humanos hagan lo que se nos da, a nosotros, la gana. 

Este primer pecado original está íntimamente ligado con el poder, que puede ser económico, político, social o religioso, querer dominar a los otros desde nuestra propia realidad.  Es la soberbia de querer ser como dios.

La pregunta que puede surgirnos es ¿podemos dominar esta parte de nuestra vida?                  
Pero una noción que, muchas veces pasamos por alto, es el fin de este relato.  Luego de comer del fruto del árbol del bien y el mal, D**s expulsa a Adán y Eva del jardín, quienes se dan cuenta que están desnudo, tapando, aquello que es el símbolo de la belleza de la creación del cuerpo humano.  Es D**s mismo quien les cose un vestido, es D**s mismo quien les da a ellos con que taparse. Esto nos habla de la forma en que D**s se relaciona con nosotros y la visión que Él mismo tiene del ser humano, a pesar de haberse dejado llevar por la tentación de querer ser como D**s, el mismo D**s no abandona al hombre y la mujer a su suerte.  Todavía con ello lo acompaña y le teje el vestido con el cual se vestirá, y con el cual trabajará.

SEGUNDO PECADO ORIGINAL “DOMINEN LA BESTIA INTERNA”
El segundo pecado original que se nos presenta el Génesis, está narrado en el relato de Caín y Abel.  Estos eran los hijos de Adán y Eva, que quieren presentarle una ofrenda a D**s, por las bendiciones que han recibido de Él, que serán las primicias de su trabajo.

Uno de ellos, Abel, era agricultor y el otro, Caín, se dedicaba a la caza.  El momento de la presentación de las ofrendas llegó.  D**s vio con agrado la ofrenda de Abel y fue la que recibió.  Caín sintió envidia de su propio hermano.  En lenguaje figurado, podríamos decir, no dominó la fiera interna, lo que llevó a dar muerte a su hermano.

D**s, le pregunta a Caín ¿dónde está tu hermano?  Él, Caín, responde que no es el guardián de su hermano.
Este relato nos presenta una realidad puramente humana, muchas veces tenemos dentro una “bestia” que es símbolo del dominio, de la violencia que somos capaces, que se deja llevar por la envidia y el egoísmo. 
Somos capaces de matar, o de pasar por encima del otro, para hacernos notar.  Somos capaces de una violencia descontrolada, de convertirnos en puros animales, que se pierden en la búsqueda descontrolada del placer, que se pierde en el sexo animal, utilizando al otro, o a la otra,  para satisfacer una necesidad corporal, animal.  Nos convertimos en animales que no razonan, sino que se dejan llevar por lo corporal, por lo hormonal, pero no hay más allá. 

El símbolo de la bestia es lo que nos podemos convertir, si no somos capaces de dominar la bestia interna, nos perdemos en la búsqueda del placer.  Porque algo que no tenemos que olvidar es que somos seres racionales, con sentimientos y corporalidad.

Sigmund Freud, nos presenta, desde el psicoanálisis, lo que llama “Pulsión de muerte” que es una sensación que me lleva a matarme o matar a alguien más, el ejemplo claro es el siguiente: se le pregunta a un fumador: ¿usted sabe que el fumar le puede dar cáncer? Él responde que sí, y se le puede preguntar ¿Por qué lo hace si lo puede llevar a la muerte? Esa es una pulsión de muerte, el jugar con nuestra propia vida, en lenguaje teológica sería  el no convertirnos en la bestia, que llevamos dentro.

Pero este relato también nos muestra una parte de la visión de D**s, luego del asesinato de Abel, Caín se siente lleno de culpa, es su propia maldición, se convierte en un hombre errante, que lleva a sus espaldas la sangre derramada de su hermano.  Pero D**s le pone una señal, para que nadie más lo mate, se coloca detrás de él mismo, sin abandonarlo a su propia suerte, a pesar de su propio pecado.  Porque en el fondo, el propio castigo de Caín, es su culpa, no se sentía arrepentido por la muerte de su hermano, quería ser aceptado por D**s, pero no había un verdadero arrepentimiento, esa fue la causa de su delito.

TERCER PECADO ORIGINAL “ANULACIÓN DE LA DIVERSIDAD”
La última narración que nos habla de los pecados originales, es el relato de la Torre de Babel.  Los seres humanos querían uniformarse, y con ello alcanzar a D**s.  Por ello deciden construir una torre tan alta que alcanzarían el cielo.

Pero llega en un momento en que esa torre se cae, los seres humanos se desconciertan y se confunden, ya nadie entendía lo que el otro decía.  El pecado que aquí se presenta es la anulación de la diversidad humana.
Todos los seres humanos somos distintos, “cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de D**s”[5], desde su propia diferencia.  Al querer uniformarse para “alcanzar a D**s” anulamos el propio carácter de la creación de D**s.

Hoy este es quizá uno de los pecados que más cometemos.  Aquellos que pertenecemos a algunos movimientos, pretendemos que aquellos que no pertenecen a nuestro círculo, están condenados.  Podríamos pensar que si D**s no quisiera la diversidad, sencillamente no nos hubiera creado con la libertad con la que nos creó.

Es increíble ver, como hoy, en pleno siglo XXI, hay muerte y destrucción por la anulación de la libertad y la diversidad.  Hoy condenamos a los homosexuales, por ser diferentes, condenamos a los musulmanes porque no viven nuestra misma fe, los musulmanes nos condenan, porque no vivimos la fe, desde el Corán, los protestantes, algunos, nos condenan como “la gran ramera” a los católicos, y así cada uno va queriendo anular la diferencia.

A LA LUZ DE JESÚS “LA GRACIA ORIGINAL”
Estos relatos que nos muestran el camino que todos y todas realizamos en la vida, en la cual tenemos una necesidad de poder y de dominar, de no dominar la fiera carnal, y de anular la diversidad desde nuestra propia visión.

Jesús nos viene a mostrar que más allá de los pecados originales, está la Gracia Original que es el maravilloso don de la vida que D**s nos regala, si Él no confiera en lo bueno de su creación, no hubiere mandado a Jesús a mostrarnos una nueva forma de vivir, que él llamó el Reino de D**s.

La Gracia Original se muestra cuando “Vio Dios que todo estaba bien hecho…”[6], Cuando D**s no nos abandona a nuestra suerte, sino que nos da el vestido para que nos cubramos, cuando D**s nos acompaña, a pesar de nuestro pecado, la Gracia Original es el perdón que sólo puede venir de Él, pero que es una experiencia humana, de errar, pero sentirnos perdonados, y Jesús nos viene a presentar ese perdón de D**s, cuando le rescata la dignidad a una mujer adúltera[7], cuando sana a una mujer hemorroisa y a la hija de Jairo[8], cuando perdona al paralítico[9], es así cuando nos muestra el perdón de D**s, rescatando nuestra dignidad como seres humanos.

A lo largo de la historia, podemos ver que hemos construida muchas falsas imágenes de D**s, a partir de nuestro propio pecado, porque no hemos tenido la experiencia del D**s de Jesús, que parte de la imagen con la que Él se revela al ser humano, que llega a su plenitud en Jesús.

Somos creados a imagen y semejanza de D**s, adquiere un nuevo significado la dignidad de todo ser humano, hombre y mujer, niño y niña, anciano y anciana, homosexual y heterosexual.  Cada uno de nosotros debe ser consciente de su historia de pecado, porque es allí donde actúa D**s, desde nuestra humanidad, desde nuestra psicología, desde nuestra propia consciencia.

Los pecados originales son nuestra propia experiencia de la falta de bondad, pero D**s nos responde desde su Gracia.  D**s nos crea para que seamos felices, y con ello hacer feliz a los demás, haciendo feliz al mismo D**s.  Concluyo con una frase de José Luis Cortés “Qué es el sexo y el Rock and roll, sino una búsqueda desesperada de D**s”.  Toda nuestra historia de pecado es la búsqueda de D**s, en sitios donde no está, por ello la antropología teológica partiría de la pregunta ¿dónde busco a D**s?







[1] La teóloga estadounidense Elizabeth Shüssler Fiorenza, presenta el hecho que los seres humanos no podemos definir a Dios, con palabras humanas,  por lo cual escribe D**s  de esta forma, haciendo notar que no se puede describir la grandeza de D**s, así como la limitación en el lenguaje humano para definirlo.
[2] Teoría propuesta por el sacerdote Georges Lemaître, en la cual se propone que el origen del mundo se da a partir de una gran explosión.
[3] Teoría propuesta por Charles Darwin.
[4] Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales 23
[5] Ratzinger, Joseph – Benedicto XVI Homilía de su coronación, 25 de abril de 2005
[6] Génesis
[7] Evangelio de san Juan, capítulo 8
[8] Evangelio de san Marcos 5, 21-43
[9] Evangelio de san Marcos 2, 1-22 

lunes, 7 de abril de 2014

El significado de la Cruz

Hace un par de días, en el perfil de una de mis amigas, en una de las redes sociales, vi una imagen que me dejó mucho en que pensar.  Esta imagen era una caricatura de un joven cargando una cruz, alrededor de esta imagen estaban escritas varias leyendas: “Problemas” “enfermedades” “Cargas”.  Muchos estarán de acuerdo con esta imagen, es más es parte del imaginario colectivo: “Esa es tu cruz”.  Más aún esto está de la mano con la imagen de un Dios que te pone pruebas porque te ama.

Siendo lo bastante franco yo era parte de esta mayoría que proponía lo anterior, para mí, la cruz era los problemas que tenía, mis situaciones particulares o las enfermedades que padezco.  Todo ello cambió cuando en una clase de Moral Cristiana, el catedrático, paró mi exposición cuando yo había propuesto esto, diciendo que ello no estaba en consonancia con el Evangelio.  Lejos estaba yo de pensarlo.
Y es que es muy fácil proyectar en Dios todas aquellas dificultades que se presentan en la vida.  Es más fácil hacerlo así, para yo quitarme la responsabilidad de asumir lo que me corresponde.  Porque la verdadera cruz es asumir el proyecto de Jesús como propio, que es el Reino de Dios.

Pero se tiene que entender el Reino de Dios, no sólo en su dimensión escatológica (todo aquello que pasará después de esta vida), sino, nuestro compromiso real y auténtico por trabajar por el mundo, como lo soñó Dios y por lo cual vino Jesús a la tierra.  Asumir el Reino de Dios, es antes que nada, trabajar porque las situaciones de injusticia, de deshumanización ya no sucedan.  Es trabajar por la dignidad de todos los seres humanos, aunque no piensen o no actúen como nosotros “los buenos” quisiéramos. 

Muchas veces esta dimensión escatológica, lo que hace es que las personas se conformen, depositando en Dios toda la responsabilidad, por un mundo mejor.  Es muy común escuchar a varios que dicen: “yo oro para que ya no hayan pobres y que Dios les dé de comer”, cuando en realidad es también mi responsabilidad como humano, y como cristiano, darle pan a los que no lo tienen, trabajando para que eso mismo no suceda.  El mismo Jesús nos da el mandato de “Denles ustedes de comer” (Cf. Mc. 6, 37)

Decir que somos cristianos, es actuar como Jesús actuaría, trabajar por los pobres y desposeídos, por los rechazados y los marginados.  Para que esas situaciones de indignidad ya no sucedan.  Cuando Jesús nos invita a “El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.  El que quiera salvar su vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la Buena Noticia, la salvará…” (cfr.  Mc. 8, 34b – 35)) es precisamente eso, tomar la cruz del proyecto que Él asumió: El Reino de Dios.  Y ese tomar la cruz es hasta las últimas consecuencias, hasta el rechazo de los poderosos o incluso de nuestros propios amigos.  Para ello el caso paradigmático de Jesús, que asumió, hasta la última consecuencia, ese proyecto.  En Él fue la muerte, la muerte por los ideales del Reino.  Jesús no quedó con los brazos cruzados, quiso mostrarnos a Dios como Abba, como un Padre-Madre, que acoge y perdona, que sale al encuentro de aquellos que fallaron (Cfr. Lucas15, 11-32), que hace una fiesta cuando encuentra a la oveja perdida. (Cfr. Lucas 15 1-7)
Depositar en Dios lo que es nuestra responsabilidad, es desplazar en Él, lo que es nuestra responsabilidad.  Ya es tiempo que, los cristianos, nos humanicemos y seamos coherentes con el mensaje de Jesús, que es quien seguimos.  Tomar la cruz de Jesús, es asumir su proyecto, no hacer responsable a Dios de las situaciones fortuitas de la vida.  En el fondo, en esas situaciones, es Dios quien nos acompaña y nos da la fuerza suficiente para sobrellevarlas, pero no es justo pensar “Que todo sufrimiento viene de Dios” (Cfr. José Luis Cortés “Universículos”).


Ahora que iniciamos la cuaresma, es menester que reflexionemos y nos cuestionemos ¿es la cruz de Jesús la que quiero tomar?  Y de la mano con ella la siguiente es más importante aún ¿Estoy dispuesto a bajar de la cruz, a todos los crucificados de hoy, los marginados, los rechazados, los explotados por la sociedad? 

jueves, 13 de marzo de 2014

¿Qué nos trata de decir hoy el relato de la Creación?

Uno de los conflictos históricos en los que caímos y caemos, como creyentes, es la experiencia, o mejor dicho, el diálogo entre la ciencia y la fe, entre la razón y la creencia, entre lo que nuestra religión propone y lo que la ciencia ha propuesto.


A lo largo de la historia, la respuesta que ha dado la Iglesia no ha sido la mejor, ya que durante mucho tiempo, tomó literalmente el mensaje bíblico, trasladando a los creyentes esa misma interpretación.  Hoy casi veinte siglos después la interpretación bíblica no es la misma, ya que en el camino hemos hecho descubrimientos importantes, desde el ámbito científico y filosófico, que nos han llevado a cambiar esta interpretación.

Recuerdo que en una clase de sociología, el catedrático no hizo esta pregunta: “Si la ciencia ha descubierto que el universo surgió a través del Big bang, propuesta por el sacerdote Georges Lemaitre, por la cual una explosión generó el universo, y la Iglesia propone que el universo fue creado por Dios, como lo comenta el Génesis ¿dónde quedan los dinosaurios?” Esta pregunta me hizo que reflexionara sobre cuál es la respuesta esperada, en realidad la respuesta del catedrática me sorprendió más: “No podemos hacer una mezcla entre lo que propone la fe y lo que es propuesta por la ciencia”. 

Pero hoy todavía hay muchos que toman una explicación literal del relato del Génesis, dejando de lado lo que nos propone la ciencia, que ha sido la pugna entre varios científicos y creyentes.  Esto me lleva a preguntarme ¿Qué es lo que nos trata de expresar el relato de Génesis 1 y 2 hoy?

La respuesta puede sonar muy sencilla para algunos, o por lo menos, para los que nos hemos cuestionado nuestra fe.  Dios crea el cielo y la tierra, que era un caos, creó la luz, la oscuridad, creó el firmamento y apartó las aguas, creó árboles frutales con sus frutos, creó luceros, el sol y la luna, creo los animales de la tierra, las aves del cielo y los peces del mar, coronando la creación con el hombre y la mujer, bendiciéndolos y ordenándoles que se multiplicaran, que crecieran, que llenaran la tierra.  Esto es lo que, parafraseando el texto, nos comenta Génesis uno, todo esto alrededor de siete días de trabajo.  Pero este relato es complementado, por decir alguna palabra, por génesis dos, que propone la creación del hombre y la mujer a partir del barro, dándole poder sobre el cielo y la tierra. 

En ambos relatos la imagen de Dios que se presenta es antropomórfica, es decir que se le da un tinte humano a su presencia entre la humanidad.  Pero estos dos relatos presentan una serie de problemas a nivel científico, preguntas que podrían ser muy burdas, pero que pueden hacer un serio problema en los creyentes, por ejemplo ¿dónde quedaron los dinosaurios? ¿Es posible que el mundo haya sido creado en seis días? ¿Creó sólo Dios el Edén, y dónde quedaron los demás sitios de la tierra?  Estas preguntas pueden ser muy infantiles, pero en el fondo presentan una gran cuestionante: ¿Cómo unificar los criterios entre lo que me dice la fe y lo que me propone la ciencia?

Tanto el sacerdote Georges Lemaitre, como Darwin, algunos años antes, en el cual el universo se formó a partir de una gran explosión, y la humanidad como producto de la evolución de las especies.  Ellos al igual que muchos otros, han probado contundentemente, desde la ciencia, que lo propuesto por el Génesis no sucedió, tal como está escrito.

A título muy personal podría entender ambas posturas, como propuestas, pero ¿cómo responderle a alguien a quien esto sí es un problema, ya que siempre creyó la interpretación literal de la Biblia? Más aún ¿Cómo responder a alguien que hace una serie de argumentos, nada fundamentados, tratando de unificar los criterios científicos y religiosos? Considero que los creyentes del nuevo milenio, debemos entender que ambas son propuestas, una que responde el “COMO” que es la ciencia y otra que es el “PARA QUE” de la fe.
Yo estoy convencido que lo que detrás del relato del Génesis hay un gran mensaje: “Detrás de la creación, está Dios, que la hizo posible” hoy hay muchos creyentes que aceptamos la propuesta científica del big bang, o de la evolución de las especies, sin que esto esté divorciado con la fe, que detrás de esa evolución o del big bang está la mano de Dios que hizo posible que ello sucediera.

Estos relatos bíblicos, nos dejan un mensaje claro, fue Dios quien nos creó, el escritor, inspirado por la Ruah, lo deja claro, y hoy el mensaje sigue siendo el mismo, Dios nos sigue acompañando y renovando la creación, ya que el mundo sigue creándose, y somos nosotros los responsables de cuidarla y respetarla, haciendo presente las palabras del Salmo 8 “Señor Dios nuestro ¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

También es importante hacer notar lo que el papa Juan Pablo II nos escribe en su encíclica Fides et Ratio: “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.”[1]



[1] Fides et Ratio 1

miércoles, 22 de enero de 2014

Mi fe, bajo la lupa

Desde hace ya un par de días, he querido ponerme en contacto con mi interior y poner, en papel, aquello que me ha cuestionado, me cuestiona y me cuestionará, el día que deje de hacerlo, espero morir:  Eso es mi fe.

Partiendo de ello, del concepto heredado de fe: “garantía de lo que se espera, prueba de lo que no se ve” (Cfr. Heb. 11, 1) podemos decir que hacemos depositario de nuestra fe a Dios, “al Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de nuestros padres” (Cfr. Ex. 3, 6).  Que a su vez ha sido trasladado a nuestros días por la Iglesia, fundada en el cimiento de los apóstoles.

Hasta este momento estamos bien, pero hoy día, la respuesta que muchos jóvenes esperan, es dejada de lado por la propia jerarquía eclesial.  Hasta hace pocos años, la fe, así como las enseñanzas del magisterio de los papas y obispos era incuestionable, todos debían, con sumisión, bajar la cabeza, ante los argumentos expuestos por el patriarcado episcopal. Pero ¿Hoy es así?

Muchos, incluyéndome, y en honor a la verdad, nos hemos cuestionado, no lo que creemos, sino por qué creemos.  Muchos son los que dan por sentado sus creencias y su fe: Porque mis papás me enseñaron, porque si no me voy al infierno, porque así es.  Y no se preguntan los fundamentos básicos de su fe.  Muchos de ellos creen porque si no, Dios les hará caer un rayo en la cabeza o los mandará directo al infierno. 
 
Son muchos, quizá la mayoría de creyentes, que basan su fe en el miedo, porque no han sabido limpiar la imagen de Dios, se han quedado con la imagen del Dios justiciero y vengativo, celoso y vigilante ¡Y no han dado el salto al Dios de Jesús! Al Dios que es amor, que es Padre y Madre, que acoge y sale al encuentro de nosotros.  Y en el fondo es la misma jerarquía quien ha impuesto esta imagen ya que han identificado a Dios con miedo, para no perder adeptos y con ello evitar cuestionamientos sobre prácticas sin sentido, que ya deberíamos reformar.

No hay nada más manipulable que un creyente con miedo, que ve en la religión, en el cumplimiento de las normas, la salvación que esperan.  Y es allí cuando mucha parte de la jerarquía, domina las conciencias y las ideas, silenciando a todos aquellos que no piensan como ellos mismos lo dictaminan.  Así han sacado a los mejores de sus teólogos, para conservar lo peor de su teología, en palabras de José Luis Cortés
 
Todo lo anterior me ha llevado a cuestionarme el fundamento de mis creencias, yo estoy lejos de aceptar, con sumisión, lo que se me ha impuesto, si Dios hubiese querido que fuera un borrego que sigue a la manada, no me hubiera dado la oportunidad de pensar.  Y ese es el mayor tesoro que he recibido de Dios, que al pensar pueda cuestionarme, y con ello obtener mis propias respuestas.  Y mi respuesta es muy sencilla, es la fe en Jesús, que me libera, que me quita pesos que está de más cargar, como el miedo y la desconfianza, porque en él he puesto mi confianza.

Creo que a estas alturas del tiempo, debemos saber que el miedo está muy alejado de la fe, y que, también, es el momento de saber que la duda no está divorciada o peleada con Dios.  Si muchos creyentes se cuestionaran sus creencias, quizá la respuesta que darían sería más libre y respetuosa, al final de cuentas el peor error que hemos cometido como Iglesia es imponer nuestros criterios. 
No está de más que haga un repaso de mi fe, ya que muchos cuestionan lo que creo, o la forma en que lo expreso, y para ello tomo como propias las palabras de José María Diez Alegría:

Creo que Jesús es el ungido del Padre (el Cristo), el enviado (Mesías).

Creo que Jesús es el redentor de los hombres, en quien está la salvación del mundo.

Creo que Jesús murió y resucitó. Su muerte (asumida en plenitud de amor al Padre y a los hombres) y su resurrección son una victoria sobre nuestro pecado y sobre la muerte. El «cómo», el «cuándo» (o proceso de «cuándos») y el «por qué» de esta victoria son inconmensurablemente misteriosos. Como misteriosa es la realidad de que la muerte y la resurrección de Cristo son una «reconciliación» de los hombres con los hombres y con el Padre.

Creo que Jesús es el Hijo de Dios. Y creo que eso es realidad con una propiedad tal, que constituye un misterio insondable. No se puede analizar conceptualmente. Se pueden sólo vislumbrar profundidades incomprensibles de preexistencia, de glorificación, de prospectiva final de plenitud, pero sin poder llegar (casi) ni al balbuceo de proposiciones que puedan de veras retener un «sentido».

Creo que Jesús, por su resurrección, ha recibido poder para enviar sobre los hombres el Espíritu vivificante, de junto al Padre.

Creo que Jesús fue enviado por Dios «nacido de mujer» en condición verdaderamente humana, y que éste es un elemento del misterio de salvación.

Creo que Jesús da a los creyentes su cuerpo y su sangre en el pan y el vino de la Eucaristía. Esto es tan verdad, que, por eso mismo, es incomprensible. Se puede creer y puede ser vivido. Pero todo intento de conceptualización analítica, y quizá más todavía si es polémica, nos aleja de la posibilidad de captación existencial, que es la vía de acceso.

Creo que Jesucristo es el Señor y es «Señor de la historia» y que ésta es una dimensión constitutiva del misterio de su resurrección. (Cfr. Yo creo en la esperanza, página 10)