viernes, 31 de agosto de 2012

Respuestas a las críticas más comunes...


Mientras caminábamos por las calles del pueblo que nos acogió en España, durante la Jornada Mundial de la Juventud, un joven le dice a una española: “Cuando regrese a mi país, no voy a ir a la Iglesia, ya me aburrí de tanta misa y catequesis”.  Yo sentí un balde de agua fría sobre mi cabeza: ¿cómo le voy a decir a alguien que está alejada de la Iglesia, que yo no voy a volver?, ¿cuál era la razón de fondo por la cual viajé hasta España?,  en teoría era para transmitir mi fe, compartirla con otros y tener una experiencia de Cristo Vivo y presente en mi vida, algunos teníamos claro el objetivo, otros no; soy honesto al decir que me dolió la actitud de este joven, en realidad me sentí frustrado, pensaba que todos íbamos por el mismo objetivo.  

Al regresar a Guatemala y ver los videos de la JMJ vi una gran cantidad de videos que algunas personas habían grabado, en donde se burlan de la juventud católica, de nuestras creencias, de nuestros líderes, la gran mayoría eran vídeos en contra de la figura del papa, especialmente en contra de Benedicto XVI, lo más difícil de creer es que eran publicados por católicos, que seguramente no están seguros de sus creencias, que se sentían ofendidos por lo que la Iglesia transmite, que buscan cualquier escusa para atacarla, pero lo que más me cuestionó es que mucho católicos hacemos lo mismo, nos burlamos, hacemos chistes, decimos “soy católico, pero a mi manera”, y llegué a la conclusión que en lugar de sacar a la Iglesia del charco de lodo en el que está, lo que hacemos es echarle más tierra. 

Pero los que atacan la Iglesia han sido muy específicos en ciertos temas, por ejemplo la pederastia, si lo hemos reconocido y nos avergüenza, nosotros los católicos lloramos junto con las víctimas, y somos consientes que hemos fallado al permitir el sufrimiento de seres indefensos que lo que buscan es a Dios, y es algo que estoy seguro que se evitará, "El rostro de la Iglesia está cubierto de polvo y es así que nosotros lo hemos visto. Su vestido está desgarrado por culpa de los sacerdotes (...) Tenemos que aceptar esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva", nos ha dicho Benedicto XVI, pero les apuesto que muchos de nosotros no oramos por nuestros sacerdotes, por su vocación y fidelidad, y apostaría que más de uno ha hecho más caso a las noticias amarillistas con respecto a este tema, y no vemos la gran cantidad de santos sacerdotes que tenemos, que luchan día a día por las obras de caridad, que alimentan y dan educación a niños de escasos recursos, y que decir de las religiosas que dejan todo de lado por seguir a Jesús en el servicio en hospitales o en zonas de misión.

Otro punto por el que nos atacan es el tema de las riquezas del Vaticano, que lo viví en carne propia al entrar a una de las alas de la Basílica de San Pedro, me cuestionó de sobremanera: ¿será esta la Iglesia que Cristo quiso, me sentía indignado, pero al salir de este museo mi vista bajó a la realidad al ver la gran obra que Caritas Internacional lleva a cabo, al ver a Obispos que luchan por denunciar la pobreza que es generada por las empresas explotadoras, al pagar una miseria a sus trabajadores (en Guatemala tenemos muchos ejemplos), ver a las organizaciones como la ODHA cuya finalidad es dar a conocer la verdad del sufrimiento humano y muchos hemos callado, nos acusan de que con esa riqueza podríamos alimentar a los pobres, yo diría ¡LA IGLESIA LO HACE!, vuelvo al ejemplo de Cáritas o el caso del las Obras sociales del Hermano Pedro o la fundación Manos Unidas que lucha contra el hambre, pero claro eso nadie lo anuncia ¿por qué? Sencillamente porque no conviene que se conozca el trabajo de la Iglesia, y saben lo agradecemos, porque no buscamos la gloria de los hombres, sino, el trabajar por la construcción del Reino de Dios, implementando el respeto a la dignidad de la persona.

También nos acusan de las muertes de la inquisición, de las torturas vividas durante el oscurantismo, y claro hemos cometido errores, de las muertes en la inquisición muchas fueron injustas, si, nos dejamos envolver por el poder, y es una actitud muy humana, no es justificable, ni lo aplaudo; pero me pregunto ¿cuántas muertes inocentes habrá generado el conflicto entre Estados Unidos y Afganistán o Irak?, ¿no se solventaría el hambre con lo que gastan los países para la compra de armas?, claro eso nadie lo denuncia, porque como el poder lo tiene el país del norte, debemos agradarlo, pero es tiempo de que los católicos seamos profetas, que presentemos, con nuestros actos, al Jesús que comulgamos los domingos, al Jesús que nos cambia la vida, al Jesús que trabajó hombro con hombro con los pobres, materiales y espirituales, es tiempo que nos desgastemos por Él, por Cristo, que le demostremos a todos que el mundo se conquista con paz y con amor, como lo hizo Él. 

¿Por qué nos critican por nuestra defensa de la vida?, pregonamos el amor, por esta razón no podemos estar de acuerdo con prácticas que vayan en contra de la vida, las relaciones sexuales fueron ideadas para transmitir amor, no para un placer efímero, para transmitir vida, pero como hombres hemos desvirtuado completamente el plan perfecto de Dios, defendemos a los que no se pueden defender, por eso no podemos estar a favor del aborto y pregunto ¿cuál es el afán que la Iglesia apruebe estas posturas? Estoy convencido porque reconocen la autoridad, reconocen el peso moral que la Iglesia tiene.


Y ahora mis interpelaciones son ¿cuántas veces, como católicos, le hemos tirado más tierra a la Iglesia?, ¿será qué somos como aquel joven que no volverá a ir a la misa porque ya está “aburrido”?; la Iglesia seguirá siendo atacada, y gracias a Dios, porque a la larga, como diría Ignacio de Loyola: “Pido para la Compañía de Jesús persecución, porque si me persiguen es que estamos por buen camino”, no buscamos elogios de los “grandes” de este mundo, buscamos el elogio de Dios, que Él al final de nuestro peregrinar por esta tierra nos diga: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.  Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era extraño y me hospedaron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y me fueron a verme” (Cfr. Mt. 25, 34-38) y quiero para concluir dejar claro que yo estoy convencido que esta es la Iglesia que quiso Cristo, claro hay cosas que debemos mejorar y trabajar, pero sabemos que Él nos acompaña, es su promesa “y sepan yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos” (Cfr. Mt. 28, 20), esta es mi Iglesia y soy feliz en ella. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Unas palabras de ánimo


Hace un par de semanas viví un momento muy especial, acompañar a unos jóvenes en su retiro previo a vivir el sacramento de la Confirmación, uno de esos momentos más especiales, sin duda alguna, fue cuando ellos se reconciliaban, muchos de ellos no lo habían hecho desde su primera comunión,  pero uno de ellos me marcó, y creo que incluso me ayudó a ver una nueva forma de actuar, este joven se me acerca y muy asustado me dice que no se quiere confesar, por qué, según él, no tendría el perdón de Dios, ya que se consideraba “muy pecador”; más aún  me sorprendió un comentario que me hizo: “Quisiera que nada de esto haya pasado”.  Esto me motivó a preguntarme: ¿Por qué alguien se siente tan sucio para no pedir perdón? ¿Será que nuestros pecados son tan fuertes que no merecen perdón?  ¿Qué es tan fuerte para que alguien quiera cambiar su pasado?

Quizá sean cuestiones personales, pero me han ayudado a mí, como persona, a ver nuevas formas de actuar.  Considero que muchos quisiéramos cambiar muchas cosas de nuestra propia vida, el lugar en el que nací, o la gente que está a mi alrededor, quizá cambiar características muy propias de las personas, no lo sé, sólo sé que muchos quisiéramos hacerlo o por lo menos lo hemos pensado.

Al conversar con este joven me di cuenta de la gran cantidad de afecto y aceptación que nos hace falta como seres humanos, ¿cómo es posible que rechacemos a alguien sólo por qué son “diferentes”?  Cuando en realidad lo que nos deberíamos preguntar sería: ¿Quiénes no son diferentes?  Los hombres y mujeres fácilmente juzgamos, nos reímos e incluso rechazamos a alguien y no nos percatamos de lo que hay en el interior de cada uno, tratamos a las personas como un objeto nada más, que las usamos a nuestro antojo y luego las dejamos de lado.

La verdad me preocupó la situación, cómo este joven, seguro hay muchos más, que se sienten incomprendidos e incluso ofuscados por su situación y esa misma noche me preguntaba: ¿Qué he hecho yo?, rechazo siempre ha habido pero ¿He rechazado yo a alguien?  Me entristeció ver cómo incluso no nos podemos acercar a Dios, porque pensamos que Él mismo nos rechazará, como si Él fuera como nosotros.  Cuando en realidad el mismo Jesús nos muestra un nuevo rostro de Dios, un rostro de amor y misericordia, que sale al encuentro del hijo que despilfarró todos los bienes que se le había dado, y que lo recibe y más aún le hace una fiesta (Cfr. Lc 15, 11-32).

El problema de fondo es que nos han enseñado a sentirnos culpables e indignos delante de Dios por nuestras debilidades, ya que no creemos en el Dios que nos presentó Jesús, ese Dios que sale a nuestro encuentro.  Al hablar con este joven me recordé de los momentos en que más débil me he sentido y recuerdo que son los momentos en los que más cercano siento a Dios, apoyándome y dándome fuerza para continuar.

Por problemas familiares, sociales o de amistades, nos sentimos solos, creemos que el mundo se viene sobre nosotros  que ya no hay más que hacer, es allí cuando se siente la presencia de Dios acompañándote.
Al analizar estas situaciones veo mi vida y el proceso que yo mismo he venido haciendo, soy hijo de una madre soltera, que se unió a un hombre, mi papá, cuando tenía cuatro años, he de decir que eso había generado conflicto en mí, luego llegaron mis hermanos y ya no era yo el “preferido”, pero aún así, logré salir adelante, cierto guardé mucho rencor a mi “padre” biológico, rencor que logré sanar y sobretodo perdonar, fue allí, al perdonar, el momento en el que logré ser feliz.

Es cierto que no considero que mi vida haya sido fácil, pero lo que he vivido lo he abrazado y, como me dijo en una ocasión un sacerdote amigo mío, la convertí en mi Historia de salvación,  no vi esa etapa de mi vida ya, como algo doloroso sino, por el contrario, como un hilo, hilo que se convirtió en un hermoso tapete una tela que sin dudas es única, porque es la mía.  Luego de todo esto llegó algo importante en mi vida: el Encuentro, un encuentro en el que me topé con el hombre que cambió mi existencia totalmente: JESÚS.  Fue en un retiro en que me di cuenta de algo, que no lo había aceptado, que ya conocía a Jesús, pero que no le creía como tal.  Fue durante cuatro días en los cuales entablé relaciones que durarán para siempre, donde encontré verdaderos amigos y, lo más importante, me reencontré con la alegría que tanto había buscado, esa alegría que va acompañada de la paz, que sólo puede venir de Jesús.

Por ello todas las preguntas que me hice al inicio ayer obtuvieron respuestas, en misa mientras todos cantábamos y bailábamos alegres, con esa alegría que sólo puede venir de Dios llegué a la conclusión que no hay nada más grande que Dios, que incluso el pecado nuestro no es tan importante sino Dios que sale a nuestro encuentro.

Allí sentado en esa capilla que tantos recuerdos me trae me pregunté ¿Qué le podrías decir a este joven, que no le encontraba sentido a su vida?  La respuesta sólo pudo venir del Espíritu Santo, que más allá de encontrar algo que hacer, se trata de encontrar a alguien que le dé sentido a nuestra vida, ese es Jesús.  Que no importa lo que se haya vivido, sino lo que me queda por vivir, que no importa tanto cuanto me han amado, sino cuanto YO he amado, que no importa para donde vaya, o mejor dicho, si aún no he encontrado para dónde ir, la certeza de que Dios me acompaña debe ser prioritaria.


Así, con estas palabras le diré a mi amigo la próxima vez que lo vea: “Ánimo, se valiente, ¡Yo he vencido al mundo!”  (Jn. 16, 33)