He de confesar que me gusta mucho leer, y he leído muchas
cosas interesantes. En esa búsqueda
incesante de lectura, una buena amiga, me recomendó leer a José Luis Cortés, en
su blog en la Prensa Digital. Él, José
Luis Cortés, es un caricaturista, ex sacerdote, que a través de sus caricaturas
busca transmitir un mensaje evangélico.
Viendo y leyendo llegué a una caricatura que me dejó
impresionado y me hizo pensar mucho, y vean que pienso mucho, en ella un par de
hombres estan en una banca, en lo que parece un parque y están tomados de la
mano, junto a ella había una leyenda que se leía: “No es Resurrección… Oponerse
a que otros sean felices”.
Reconozco que para mí fue muy sorprendente, nunca me había
detenido a pensar en ello; Dios quiere que seamos felices, que compartamos
nuestras alegrías con los demás. A ello
le sumo que, habiendo terminado de leer “La Teología del Gusano” tenía mucho
que reflexionar. Estas dos lecturas me
ayudaron a cambiar unos esquemas que había venido manejando. Y es que, como hijos de nuestro tiempo,
venimos con imágenes de un dios que se goza con más sacrificios y dolores de
parte nuestra, que entre más sufriéramos más gloria le dábamos a dios, claro
muchos santos lo hacía, como Catalina de Siena o Domingo Savio, pero en ambos
casos ninguno es santo por sus dolores.
Al ser hijos de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, nos
damos cuenta que no somos capaces de compartir, aunque sea un poco, la
felicidad de las personas. Nos llena de envidia
el ver felices a los otros, siendo, quizá, lo que nosotros quisiéramos ser o
hacer.
Para colmo de males un día de estos, en un concurrido centro
comercial, veo a una pareja de homosexuales tomados de la mano. Claro el “gusano” (haciendo referencia al
libro que ya había mencionado) saltó y me incomodó la situación, pero luego
reflexioné: Si ellos son felices ¿Quién soy yo para impedírselo? Si Dios los ama así ¿Quién soy yo para
hacerles la guerra? Fue entonces cuando llegué a una conclusión: ¡Defenderé el derecho que todo ser humano tiene para ser feliz.
Estoy seguro que en nuestro corazón hay un deseo por ser
felices, todos queremos alcanzarla felicidad, trabajamos por ella, nos
sacrificamos por tenerla y, poco a poco nos damos cuenta que no la
tenemos. Porque la vemos como fin y no
como medio. En esa búsqueda desesperada
muchas veces la dejamos escapar y se nos olvida disfrutar los pequeños logros
de la vida, las sonrisas de los niños o la caricia de nuestras madres. Pero allí está oculta en los pliegues de
nuestra alma, siempre dispuesta a posarse en nosotros mismos.
Confieso que envidio a aquellos que no temen mostrarse como
son, muchos quisiéramos hacerlo. Buscar
la felicidad es una necesidad, encontrarla en uno mismo es una gran
virtud. Hoy lo único que puedo desearte
es que te puedas encontrar con ella, y que juntos puedan darse a los demás.