viernes, 9 de junio de 2017

Treinta razones por las que estoy agradecido…

Una vez más la tierra vuelve a dar un giro alrededor del sol.  Una vez más las tardes lluviosas de junio preceden mi agradecimiento profundo por tanto bien recibido… Han sido treinta años desde aquel miércoles cuando, con un grito, inició mi vida. 

Han sido treinta años de aprendizajes, de subidas, bajadas, lágrimas, risas, noches increíbles, noches de profunda soledad.  Hoy con un corazón abierto quiero compartir, con todo aquel que quiera leerme, los aprendizajes que generan en mí el agradecimiento profundo, hoy quiero compartir con todos, esos detalles que brotan de la mente y el corazón, que han hecho lo que hoy soy…
1.       Por todas aquellas personas que me han acompañado y que me han provisto de lo necesario para vivir….
2.       Por las primeras palabras de mi madre cuando nací, palabras que todavía hoy me sirven de impulso para seguir: “Te amo mi bebé”.
3.       Por los detalles que hicieron que amara a mi padre con todas mis fuerzas.
4.       Por cada palabra, juego, risa, golpes que tuve con mis primos, mientras me aventuraba en este camino llamado vida.
5.       Por las tardes de café con champurradas a las cuatro de la tarde en casa de mi abuela.
6.       Por la comida que mi tía Chenta hacía para las grandes celebraciones familiares, esas que hace tanto no vivo…
7.       Por las madrugadas que mi mamá me levantaba para ir al colegio, con el riesgo que mi tía la regañara porque me bañaba, gracias a ello no hay día que no lo haga…
8.       Por los cantos de alabanza que mi tía Ita me enseñó y que me iniciaron en el camino a Dios y que hoy no he abandonado.
9.       Por la carne adobada que mi madrina, siempre tenía.
10.   Por las escapadas con mi prima para ir al súper, la iglesia o la casa de mi abuela.
11.   Por las primeras oraciones que mi mamá me enseñó, que todavía hoy me ayudan a superar mis temores.
12.   Por los viajes que tuvimos, que me mostraron un país que me llena de orgullo y por el que deseo trabajar.
13.   Por la oportunidad de ver los primeros pasos que dio mi hermano y que hoy ya se estrena como padre.
14.   Por aquella tarde de enero cuando cargué por primera vez a mi hermana, ese día tomó mi dedo índice y desde ese día no ha soltado mi vida.
15.   Por las travesuras que hacíamos juntos, como inundar la casa.
16.   Por los conciertos que dábamos, donde la cama de mis papás era el escenario.
17.   Por las tardes de hacer tareas juntos.
18.   Por el primer día de colegio, donde conocí gente con la que aún hoy tengo relación.
19.   Por el primer libro que leí por placer… como aquel que compré con mi primer sueldo.
20.   Por los planes que hice y que he visto cumplirse.
21.   Por la primera vez que me enamoré, y por la primera vez que me rompieron el corazón.
22.   Por las amistades que ya forman parte de mi vida, esas que iniciaron en una clase, en un hall del seminario, en un pasillo de la universidad.
23.   Por los ojos almedrados que me enamoran y que hacen que le rasque la panza.
24.   Por aquellas palabras que me hicieron darme cuenta que Dios no me juzga, sino que me ama: “Cuando Dios te hizo, vio que estabas muy bien hecho”.
25.   Por la pregunta que me ha hecho pensar siempre “Joven, ¿con qué clase de amor quiere envejecer?”
26.   Por las noches de teatro, danza, café, vino, cerveza, baile, escapadas y besos fortuitos.
27.   Por las confesiones que han dado acceso a amistades que durarán toda la vida.
28.   Por los amigos que más que amigos son hermanos.
29.   Por quienes han sido guardianas de mis lágrimas y de mis sueños, porque con su presencia se enriquece mi vida.
30.   Pero, por sobre todo, por la oportunidad que me ha dado Dios de llegar a esta edad, por la oportunidad del sentirme acompañado por Dios que ha mandado ángeles llamados familia y amigos…

Han sido treinta años, han sido experiencias, han sido momentos, han sido detalles, han sido nombres y rostros, ha sido vida… con todos esos sentimientos, con mi corazón abierto y en paz, no me queda más que decir ¡Gracias a la vida!  

lunes, 20 de febrero de 2017

¡Ey, príncipe azul!

¡Ey, príncipe azul! Hace una semana te vi bailando con tu princesa, era un vals de Tchaikovsky… te vi muy enamorado, en los ojos de tu amada se reflejaban los tuyos.  Fue una noche mágica.  Tus amigos, otros príncipes, acompañados por sus princesas, que radiantes bailaban a la luz de la luna. 

Te vi, y no pude dejar de pensar en ese alguien especial, ese alguien que he esperado para tomar su mano y recostar mi cabeza en su hombro… te imaginé, alto, galante, varonil, valiente, que tuvieras los brazos fuertes para poder defenderme en las adversidades.  Pero también te imaginé inteligente, de buenas maneras, alguien a quien podría presentar en mi círculo social.

Esa noche a la luz de las velas, te sentí muy cerca, sentí tu gallardía al lado de mi corazón… sentí que podría ser la princesa que tanto necesitas, esa bella dama, silenciosa, prudente, elegante.  Imaginé como bailábamos, como todos los demás príncipes y princesas nos veían con envida… Casi escuchaba las voces de los demás que decían: “Vean esa hermosa princesa, bailando con ese galante príncipe….”

Luego vino el miedo ¿cómo una princesa como yo, podría estar al lado de un príncipe como tú? Tuve mucho miedo, sentí pena por mí, por mi aspecto, por mi actitud… debía ser la princesa que todo príncipe necesita.  Allí a la luz de las velas vi mi reflejo y desperté de mis sueños…

Volví a mi realidad, en ese mismo espacio, en ese mismo salón, con esas mismas velas, pero con otras personas, con otros rostros, con otras actitudes… dejé de lado la ilusión de buscar príncipes azules, hadas y sirenas, todo ello no podía ser.   Vi a mi alrededor, vi mi realidad, y vinieron a mi mente nuevas cuestionantes…

¿Por qué tendría que cambiar yo para que alguien más me aceptara?  ¿Tengo que ser yo la princesa sumisa y silenciosa que todo príncipe esperaría? ¿Debo bajar mi nivel de brillo para que un príncipe brille?

-¡Basta! – Me dije… - no quiero ser esa princesa, no puedo ser esa princesa…

Y allí, en medio de ese vals, en medio de ese salón lo deduje. No necesito, no quiero un príncipe azul… quiero un hombre de verdad, un hombre tenga sus propios sueños y aspiraciones, pero que respete las mías. Un hombre que lea, que se informe, que no tema bailar en público, que pueda presentarlo y que me presente.  Un hombre con quien podamos construir juntos un futuro prometedor, pero con la certeza que si algún día termina, mi vida no terminará con él, sino que, será el inicio de una nueva vida…