domingo, 9 de diciembre de 2012
Carta de despedida de Jesús a María
Querida Mamá *:
Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás María.
Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: “¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?”
Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para que vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches.
Juan el de las gaseosas, y con él la mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más cosas tengan más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de sus vidas en el conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad para disponer del futuro de los otros hombres. El Rabino y sus beatas se han rendido ya a todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
El resultado es que la mayoría de los días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombros normales, la amargura habitual de casa, las alegrías cortas y poco alegres.
A veces, Madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la campanilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parta y con cualquier remitente, una buena noticia: ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: “¡La Buena Noticia ya ha llegado! ¡El Reino de Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar desde dentro! ¿Por qué les repiten que están cojos, si resulta que Dios les ha dado dos piernas de gacela?
Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, Madre. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas, que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia.
Ya sé que soy un carpintero sin bachillerato ni licenciatura y que apenas he cumplido la edad para poder hablar en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, “Hacer mi síntesis teológica…” Pero esta tarde me he enterado que han detenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alimentará ahora la chispita de esperanza que aún humea en el corazón de los pobres? ¿Quién gritará lo que Dios quiere en medio de tanto gritos que no quieren a Dios? ¿Quién jurará a los sencillos y a los cansados que tienen derecho a vivir porque son queridos desde el principio del universo?
Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos… Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son felices…. A menos que esté del lado de los que dan la vida para que todo eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.
Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro qué es lo que voy a hacer. Sé por dónde empezar. No sé donde terminaremos. Por lo pronto me voy a Cafernaum, a la orilla del lago, donde hay más gente, y lo que pase tendrá resonancia. Está amaneciendo.
Te escribiré. Te vendré a ver de vez en cuando. Las vecinas, el gato, las estrellas del cielo y Dios nuestro Señor te harán compañía en esa ola inmensa de convivencia fraterna con la naturaleza que los hombres no son capaces de descubrir.
Y cuando hagamos ese pequeño grupo de gente que viva como estamos hechos para hacerlo, podrás venirte con nosotros, llena de gracia, llena de flores, llena de ritmo, ¡Bendita entre todas las niñas de Israel! que me diste en fruto a mí.
Jesús…
*Tomado de "Un Señor como Dios manda" de José Luis Cortés...
martes, 4 de diciembre de 2012
Jesucristo ¿Rey?
Este domingo la Iglesia celebra una gran fiesta: Jesucristo Rey del Universo. La liturgia nos invita, en gran medida, a reflexionar ¿Quién es Jesús? Y ¿Por qué al finalizar el año litúrgico celebramos al rey?Pero antes de hablar del rey debemos entender, aunque sea un poco, el reino. A lo largo del Evangelio Jesús nos da sólo nociones sobre lo que es el Reino, lo demás es pura conjetura; Jesús nos dice que el reino es como un banquete de bodas, cuyos invitados no quisieron ir, que se parece como el sembrador que sale a sembrar, como una moneda que se pierde y luego la encontramos. Pero a su vez Jesús nos dice que el reino NO es de este mundo pero en otra parte nos dice que el reino ya está entre nosotros, francamente eso me genera conflictos ¿es o no es de este mundo?
Y yo, opinión muy personal, he llegado a esta conclusión: a pesar que no es de este mundo, nosotros que si lo somos debemos luchar por hacerlo brillar en nuestra sociedad. El Reino es un lugar donde impera la justicia, la solidaridad, la esperanza, la compasión y sobretodo el amor, porque Dios es amor y donde hay amor allí está Él.
Probablemente como a mí esto me genera algo de conflicto, ya que hemos crecido con la idea que debemos trabajar por el Reino de los cielos, conformándonos con lo que tenemos, agachando sumisamente la cabeza, con lo que tenemos, pero aquí hago propias las palabras de José Luis Cortés “Como están las cosas NO me saben a Dios”A partir de esto ya puedo discernir sobre Jesús ¿Quién es para mí Jesús? ¿Por qué lo sigo? ¡qué tiene Él que no tenga Sócrates, Platón o Aristóteles? Yo ya he tenido mi respuesta Él me da a conocer a Dios, al verdadero Dios.
Pero no es un Dios cualquiera, sino un Dios que es amor y misericordia: UN DIOS QUE ESO OTRA COSA. Hoy que celebramos a Jesús Rey del Universo, me pregunto ¿Rey de qué o de quién? La respuesta lógica sería: “De mi vida” y eso me cuestiona ¿verdaderamente será Mi REY, lo vivo con TODO lo que soy o me quedo sólo con lo superficial? Las personas que se me acercan ¿sienten que yo vivo por y para Jesús? Ese es, para mí, un buen examen de conciencia.La invitación que hoy me hago es a vivir coherentemente mi amor por Jesús, que ese amor que siento y por el que vibro me mueva a valorar más a mis hermanos a solidarizarme con los más necesitados, a respetar a TODOS los seres humanos, sea hombre o mujer, maya, chino, iraní, musulmán, judío o ateo, al final de cuentas en cada uno de ellos habita Dios, porque en realidad no entiendo como hay mucha gente que hace mucha reverencia ante el sagrario y al salir no se digna de saludar a quien está a su par; nos preocupamos más por no recibir la comunión en la mano, mientras pasamos de largo el trato digno a las demás personas.Decir que Jesús es mi rey es hacer vida su proyecto, su misión, su mensaje es anunciar con nuestra vida que hay un mundo más digno, un mundo como el que estaba preparado desde siempre para nosotros un mundo como el que Dios manda, sólo así, con respeto, con amor y solidaridad podemos decir que Jesús es nuestro Rey, porque de nada sirve anunciar a Jesús con nuestros labios, si nuestro corazón no se conmueve con nuestros hermanos.
Y yo, opinión muy personal, he llegado a esta conclusión: a pesar que no es de este mundo, nosotros que si lo somos debemos luchar por hacerlo brillar en nuestra sociedad. El Reino es un lugar donde impera la justicia, la solidaridad, la esperanza, la compasión y sobretodo el amor, porque Dios es amor y donde hay amor allí está Él.
Probablemente como a mí esto me genera algo de conflicto, ya que hemos crecido con la idea que debemos trabajar por el Reino de los cielos, conformándonos con lo que tenemos, agachando sumisamente la cabeza, con lo que tenemos, pero aquí hago propias las palabras de José Luis Cortés “Como están las cosas NO me saben a Dios”A partir de esto ya puedo discernir sobre Jesús ¿Quién es para mí Jesús? ¿Por qué lo sigo? ¡qué tiene Él que no tenga Sócrates, Platón o Aristóteles? Yo ya he tenido mi respuesta Él me da a conocer a Dios, al verdadero Dios.
Pero no es un Dios cualquiera, sino un Dios que es amor y misericordia: UN DIOS QUE ESO OTRA COSA. Hoy que celebramos a Jesús Rey del Universo, me pregunto ¿Rey de qué o de quién? La respuesta lógica sería: “De mi vida” y eso me cuestiona ¿verdaderamente será Mi REY, lo vivo con TODO lo que soy o me quedo sólo con lo superficial? Las personas que se me acercan ¿sienten que yo vivo por y para Jesús? Ese es, para mí, un buen examen de conciencia.La invitación que hoy me hago es a vivir coherentemente mi amor por Jesús, que ese amor que siento y por el que vibro me mueva a valorar más a mis hermanos a solidarizarme con los más necesitados, a respetar a TODOS los seres humanos, sea hombre o mujer, maya, chino, iraní, musulmán, judío o ateo, al final de cuentas en cada uno de ellos habita Dios, porque en realidad no entiendo como hay mucha gente que hace mucha reverencia ante el sagrario y al salir no se digna de saludar a quien está a su par; nos preocupamos más por no recibir la comunión en la mano, mientras pasamos de largo el trato digno a las demás personas.Decir que Jesús es mi rey es hacer vida su proyecto, su misión, su mensaje es anunciar con nuestra vida que hay un mundo más digno, un mundo como el que estaba preparado desde siempre para nosotros un mundo como el que Dios manda, sólo así, con respeto, con amor y solidaridad podemos decir que Jesús es nuestro Rey, porque de nada sirve anunciar a Jesús con nuestros labios, si nuestro corazón no se conmueve con nuestros hermanos.
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