martes, 19 de junio de 2012

¿Jóvenes en la Iglesia o la Iglesia de los jóvenes?


Reconozco que muchas veces, sino es que casi todas, suelo ser poco ortodoxo al hacer mis comparaciones, creo que incluso podría llegar a ser una buena virtud.  Lo cierto es que no tengo otra comparación para este tema.  Hace un par de años vi una película junto con mis amigos: “Transformers 2”; por alguna razón al ver la imagen de un decepticon anciano vino a mi mente la imagen de la Iglesia, una estructura milenaria, que va caminando a paso lento, muy lento.  Esta comparación se amplió luego de mis estudios de teología, sobretodo de eclesiología y creo que empezó a caminar un poco más rápido al llegar Juan XXIII al papado, lástima que quedó en el arranque.

Pasaron un par de años para que pudiera yo participar en una Jornada Mundial de la Juventud, específicamente en Madrid.  Éramos aproximadamente un millón y medio de jóvenes, de todas partes del mundo, con un solo objetivo: dar a conocer a los otros que la Iglesia no se ha estancado, que continua viva, más viva que nunca.  Recuerdo muchos momentos sumamente especiales: el encuentro con las familias en Villamayor de Santiago, Cuenca; la misa de envío de la diócesis; el encuentro con miles de jóvenes.  Ya en Madrid recuerdo la misa de bienvenida, que presidió el Cardenal Roucco Varela, Arzobispo de Madrid, fue un despliegue de liturgia impactante.  Más sorprendente fue toda la logística con la presencia del Papa Benedicto XVI.

Luego de toda esta algarabía, tuve el privilegio de conocer el Vaticano, en algún momento fue un poco chocante lo que allí viví, pero no trataré ese punto aquí. Cierto es que me impresionó ver la cantidad de personas que llegan allí ¡imagínese si todas esas personas se confesaran y comulgaran!, no habría capacidad para tanto en la Basílica San Pedro o en cualquier basílica romana.
Al regresar a Guatemala me puse a pensar: ¿Qué atrae de la Iglesia a los jóvenes?, ¿la liturgia? ¿La comprenderán, sabrán lo que están celebrando, o sencillamente nos hemos quedado estancados en el cumplimiento del “Rito”?

Al hacerles esta pregunta a los jóvenes con los que comparto, muchas veces me he quedado con la sensación que van a la Iglesia sólo “para cubrir el precepto”, no porque haya una verdadera convicción, más aún, es lamentable que en algunos casos prefieren centrarse en un círculo específico y no hacer lo que de verdad vale la pena, y me refiero específicamente a algunos, léase bien: ALGUNOS, que pertenecen al mismo movimiento juvenil que yo, que no se pierden una reunión del movimiento, pero en algunos casos ni a misa van los domingos, ¡qué decir entre semana!, ¿Qué motiva entonces a los jóvenes a ir a la Iglesia? Ojalá fuera una persona: JESÚS.

Y es que teniendo tanta riqueza, espiritual claro está, nos hemos quedado sólo con una parte.  Por ejemplo aquellos que pasan una hora en una exposición al Santísimo, pero que no comulgan cuando van a la Celebración de la Misa, porque sencillamente “Se sienten pecadores”, ¿por qué? ¡Qué alegría tan grande saber que somos invitados a la mesa del Señor!, ¡Nos ama tanto que se ha querido quedar con nosotros!, allí nos hemos quedado únicamente en el rito, y no es que sea malo, es que podemos aspirar a mejores cosas. Queremos que nuestros jóvenes pasen una hora junto a Jesús Sacramentado ¡Pero no les hemos enseñado a orar!   No nos perdemos una procesión en semana santa ¡Pero no somos capaces de respetar y ayudar a nuestro hermano necesitado, a quién tenemos a nuestro costado! Con el fortalecimiento de las redes sociales, todos ponen mensajes de amor de Dios ¡Pero pocos son los que hablan del respeto a la dignidad humana!, llenamos nuestros perfiles sobre el sacrificio de Jesús en la cruz ¡pero pocos hablan de la resurrección!
Por ello me sorprende el gran éxito que tiene, entre muchos jóvenes, la Iglesia, pero sólo como un lugar para “relaciones sociales”, no porque sea un sitio de encuentro con Jesús.  En esas conversaciones que mantengo con algunas personas no me canso de preguntar: ¿Qué buscas: el amor de Dios o al Dios del amor?

Es el momento en que los jóvenes nos comprometamos a trabajar con y por la Iglesia, que los gritos de la JMJ: “Esta es la juventud del papa”, no sean gritos vacíos, palabras al aire.  Es el momento en que los jóvenes nos comprometamos a construir el Reino de Dios en la tierra, hacer de este país un bastión de jóvenes comprometidos por la causa de Jesús, por la causa de los pobres y desfavorecidos, no como búsqueda de la salvación del alma, porque si somos incapaces de ver en nuestro hermano y hermana un alma que pide ayuda, ya habremos perdido nuestra alma.

Espero que la próxima vez que vayamos a la Misa, lleguemos con el corazón dispuesto a ponernos de pie y hacer misión lo que hemos aprendido, ya lo decía San Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!”  Es un deseo ardiente de mi corazón, una Iglesia EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA, que nunca volvamos a ser CRUCIFICADORA, que sea una Iglesia que ACOJA, no que ahuyente, que abra los brazos para recibir al hermano necesitado, y no una Iglesia que voltee su rostro al que pide ayuda, una Iglesia que PERDONE, no que recrimine o juzgue, yo sueño ¡UNA IGLESIA-COMUNIDAD COMO LA SOÑÓ JESÚS!        


Luis Alberto Guigui      

domingo, 17 de junio de 2012

Padre...


Reconozco que mi blog es mi plataforma personal para transmitir todo aquello que me molesta, que pienso o incluso que me duele.  He ido abriendo poco a poco mi corazón y claro hoy no será la excepción.

Recuerdo que de niño, segundo primaria exactamente, para el día del padre hice un muy bonito carro de madera, ese 17 de junio llegué a mi casa y se lo enseño a mi mamá, y yo le pregunté: ¿a quién se lo daré?, mi madre me dijo que se lo regalara a mi abuelo, claro ese fin de semana yo se lo entregué, curiosamente un año después mi abuelo me lo regalo de vuelta, pero ese no es el punto.  Cuando era niño siempre me preguntaba ¿por qué los otros niños tienen papá y yo no? Me invadía la tristeza de pensar que no tuve a alguien con quién jugar a la pelota, o que me enseñara a bailar un trompo, técnicas que aún no domino y no lucharé por dominarlo. 

Siempre me sentí fuera de lugar, o quizá no me lo daba.  Lo cierto del caso es que al paso de los años mi mamá encontró a un hombre que sí logró llenar ese espacio, que me ha enseñado a ser hombre, que me animó a manejar bicicleta, o me dio las llaves del carro por primera vez para ir a una fiesta, muy a pesar que mi mamá pasó casi llorando esa mañana.  En algún lugar leí que no por tener hijos eso te hacía un padre, más aún un buen padre, pero estoy seguro que Hugo lo ha hecho muy bien, quizá no ha sido un camino fácil, es más ha sido complicado, pero ha sido un camino necesario para nuestro crecimiento personal.  Por ello hoy quiero agradecer porque de verdad ha sido muy importante en ese crecimiento, porque me parezco a él, porque soy como él y quiero ser como él, un hombre triunfador, que hace lo que le gusta y disfruta haciéndolo y eso me llena de orgullo.

Soy producto de la célula de un hombre que no respondió por mí, que llegó a decir: “Sos uno más del montón”.  Pero me enorgullece decir que soy producto de la educación de un HOMBRE íntegro, luchador, responsable, ese si es mi padre.