El domingo pasado, como casi todos los domingos, fui a misa,
algo que hago por verdadera convicción.
Luego de ello, al salir, caminé hacia mi casa, momento que aprovecho
para meditar en lo que acababa de celebrar, reflexionar sobre el mensaje que
D**s me quiera transmitir, no está de más decir que este domingo sucedió algo
que, por lo general, hago en mi vida.
Mientras caminaba pensaba: ¿qué habremos hecho para que las iglesias,
cada vez, haya menos personas, y, más específicamente, menos jóvenes?
Cierto es que hay muchos, me cuento entre ellos, jóvenes que
se comprometen con causas eclesiales, que, de una u otra manera, se acercan a
los sacramentos, pertenecen a alguna clase de grupos juveniles, pero, son cada
vez más, los jóvenes que sencillamente ya no encuentran en la Iglesia la
acogida que esperan.
Por mi trabajo y mi relación con jóvenes universitarios,
puedo constatar que son muchos los que necesitan a Dios, los que creen, los que
buscan, pero, aquí radica mi cuestionante: ¿por qué no buscar a D**s en la
Iglesia? Quizá yo mismo sea la respuesta.
Me duele pensar que, en esa búsqueda desesperada, nosotros,
como Iglesia, no respondamos a lo que los jóvenes necesitan. Quizá nos hemos dedicado más a condenar que a
acompañar los procesos de vida.
Probablemente nos hemos peleado más por la comunión a divorciados, que
trabajar por alimentar a los pobres o, tal vez, hemos abandonado el mensaje de
Jesús, para cumplir puros preceptos morales.
Me pongo a pensar en todos aquellos jóvenes que, buscando
amor, no saben encontrar en nosotros, quienes espero conozcamos a Jesús, les
podemos ofrecer. Pienso en cuanto bien
pudiéramos hacer si, tan solo, dejáramos de condenar para poder encaminarnos al
amor. A veces, solo a veces, necesitamos
ser más humanos y menos robots, quizá, cuando de verdad veamos en los ojos de
los otros, el rostro de Jesús, podamos convertirnos en verdadera comunidad.
Siento, en mi corazón, el deseo de ser más comunidad y menos
institución, en dar más vida, que normatividad moral, en ser más opción y menos
obligación, en más camino a seguir, que muros por saltar.
Ojalá, algún día, podamos salir de nuestra zona de confort,
ir, en palabras del papa Francisco, a las trincheras, para buscar a las ovejas
que tanto amó Jesús, esas que andan buscando, sencillamente, algún rostro que
les demuestre el amor de D**s.