Reconozco, a título muy personal, que soy un romántico
empedernido. Confieso mi pasión por la
poesía, por las novelas de amor y misterio, por la lectura ligera, tanto como
por la pesada teología. Disfruto
abiertamente los pequeños placeres de la vida, muy a lo “Amelie”, desde sentir
las hojas secas que se caen de los árboles, y poder romperlas, hasta detenerme
al ver a un bebé que inicia a dar los primeros pasos en este camino que,
algunos, llamamos vida.
He vivido relativamente poco, a mis veintisiete años,
considero, he vivido muy bellas experiencias, he visto el mundo, he compartido
con la gente, que es, sin miramientos, lo que más me apasiona. En esta aventura llamada vida, han pasado por
mi vida, una gran cantidad de seres humanos que me han marcado, algunos,
incluso, me han cambiado de perspectiva, y miren que esto es muy difícil.
En las últimas semanas, quizá días, o incluso horas, me he
dado a la tarea de reflexionar sobre una palabra que, por muy dolorosa que sea,
en ocasiones hay que decir: “Adiós”
Y es que hay situaciones en la vida, que nos hacen pensar,
desde cómo actuar, hasta como continuar.
Tal vez por mi forma de ser y comportarme, muchas personas con las
cuales nos hemos topado, sin más se alejan.
Quizá, sin justificarme, podría mencionar que ello es debido a mis
arranques de honestidad. Reconozco que
puedo lucir como una piedra a quien poco interesan los sentimientos de los
otros, sinceramente no es así, es más a veces me importan más que los míos.
En esa línea decir adiós se ha convertido en una tarea de
madurez. Lejos estoy de ser aquel
dependiente, que vean que lo soy y no lo niego, que no podía vivir sin
alguien. Hoy más que nunca, me doy
cuenta que hay, y espero habrán, siempre personas que están dispuestas a
acompañarme en esta aventura. Me ha
dolido, es cierto, que personas importantes se vayan, me ha dolido, pero estoy
convencido, que muchos de ellos y ellas son o serán felices.
Puedo decir, sin vanagloria, que a pesar de lo fugaz que
puedo lucir en la vida de algunos y algunas, espero haya dejado alguna huella,
de lo contrario, podría cuestionar mis intenciones.
Hoy más que nunca, pongo en esta hoja en blanco, con tinta
de colores, mi corazón abierto, y pido perdón sí, con mi sinceridad, he dañado,
lastimado ofendido; incluso pido perdón sí, con autenticidad, he expresado mis
sentimientos, “algo tan estúpido como un Te amo” en palabras de Sinatra,
reconozco que en este ejercicio de despedida, a veces, también, quiero sentirme
querido, pero no pretendo obligar a nadie hacerlo.
Hoy me despido de esta parte de la historia que me ha
causado dolor y que ha sacado mis peores demonios. Cierto que he llorado, cierto que he pensado,
pero hoy quiero ver volar todo aquello que ya no está. Porque, de esto estoy convencido, siempre
tendré en mi mente y mi corazón, esos momentos, palabras, emociones que quizá
vivimos o quizá inventé…