A
lo largo de la historia de salvación, se ha presentado el pecado original como,
la acción o la falta que han cometido nuestros primeros padres, Adán y Eva,
pecado que, a su vez, heredan a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta
llegar a nuestros días.
Esto
plantea una dificultad, desde la humanidad, que puede presentarse como
incomprensible ¿cómo puede heredarse un pecado de dos seres que no
existieron? Cualquier persona coherente,
con dos dedos de frente entendería el planteamiento anterior, al final de
cuentas la teología moderna ha predicado ello.
Por
ello quiero partir del supuesto, que no podemos mezclar ambas posturas, que nos
llevan a una mezcolanza que, lejos de acercarnos a D**s[1]nos
aleja de Él, ya que queremos encasillar a D**s en un proceso científico,
cumpliendo una serie de pasos. El
Génesis, más que presentarnos el origen del mundo, de cómo sucedió, nos quiere
presentar el para qué se ha creado el mundo.
Hoy
muchos siglos después de que fue redactado el Génesis, la humanidad entera ha
evolucionado en el proceso científico, se han presentado diversas teorías de
cómo surgió el planeta y la vida en el planeta.
Hoy tenemos presente la teoría del Big Bang[2], la evolución de las especies[3], lo cual me lleva a preguntar ¿esto deja a D**s por fuera? La respuesta, a mi modo de ver es: NO.
Hoy tenemos presente la teoría del Big Bang[2], la evolución de las especies[3], lo cual me lleva a preguntar ¿esto deja a D**s por fuera? La respuesta, a mi modo de ver es: NO.
El
texto bíblico más allá de presentarnos un proceso realista de la creación, nos
quiere presentar la razón por la cual hemos sido creados. D**s crea al ser humano, como diría Ignacio de Loyola, para alabar, hacer reverencia y servir a D**s, Nuestro Señor, y mediante esto, salvar su alma.[4], o en palabras de Ireneo de Lyon
“Gloriam Dei, hommo vivens” La gloria
de Dios es el hombre – y la mujer – que viven.
Pero cualquier persona me podría cuestionar: entonces el pecado ¿en
dónde queda?
La
respuesta podría ser muy compleja, pero más allá de la causa inicial, es la
intención. El ser humano, por naturaleza,
es un ser bueno, noble, que busca la bondad.
Pero es menester hacer notar, que, a lo largo de su historia, el ser
humano se ha dejado llevar por el egoísmo, por la búsqueda de su propio
bienestar, de su propio placer. Que
surge, a partir de todo un sistema, que Ellys llamaría Constructo, de la
sociedad, del mismo mundo en el que vive.
Por
lo anterior, más allá de un solo pecado, se puede entender, de una mejor forma,
tres pecados originales, que están íntimamente ligadas, con la historia de
salvación del hombre y la mujer, y que es producto de un proceso meramente
humano.
PRIMER PECADO
ORIGINAL “Y SERÁN COMO DIOSES…”
En
el libro del Génesis, luego de la creación del ser humano, producto de la
tierra, vio D**s que estaba “muy bien
hecho” pero es tentado por el mal, que es simbolizado por la serpiente,
símbolo antiguo de la sabiduría, para que coman del árbol de la ciencia del
bien y el mal. La mujer, es la primera
en aceptar el comer del fruto.
La
tentación se presenta con un hermoso envoltorio de regalo, la serpiente le
indica a la mujer, que si come del fruto del árbol será como dios. ¿Cuál fue la tentación en el fondo? Siempre
me ha parecido una cuestión válida. ¿Qué
significa ser como dios? En el relato
del Génesis se nos presenta el hecho que D**s estaba relacionado con el ser
humano, D**s se paseaba en el jardín dónde todo fue creado. La tentación, o primer pecado original, es,
sin temor a equivocarnos, es en la soberbia, que todos poseemos, de querer
controlar la misma creación.
El
hombre y la mujer se dejaron envolver por esa “belleza” desconocida,
seguramente el hombre y la mujer se preguntaron ¿qué se sentirá ser como D**s? ¿Tendríamos
la misma capacidad creadora?
Pero
más allá de ser un relato real, nos deja una gran lección: Los seres humanos
tenemos un ansia, a veces descontrolada, de querer dominar todo lo que nos
rodea. Puede sonar muy burdo, pero
muchos, sino es que todos, hemos querido dominar el tiempo, hemos querido que
otros seres humanos hagan lo que se nos da, a nosotros, la gana.
Este
primer pecado original está íntimamente ligado con el poder, que puede ser
económico, político, social o religioso, querer dominar a los otros desde
nuestra propia realidad. Es la soberbia
de querer ser como dios.
La pregunta que puede surgirnos
es ¿podemos dominar esta parte de nuestra vida?
Pero una noción que, muchas veces
pasamos por alto, es el fin de este relato.
Luego de comer del fruto del árbol del bien y el mal, D**s expulsa a
Adán y Eva del jardín, quienes se dan cuenta que están desnudo, tapando,
aquello que es el símbolo de la belleza de la creación del cuerpo humano. Es D**s mismo quien les cose un vestido, es
D**s mismo quien les da a ellos con que taparse. Esto nos habla de la forma en
que D**s se relaciona con nosotros y la visión que Él mismo tiene del ser
humano, a pesar de haberse dejado llevar por la tentación de querer ser como
D**s, el mismo D**s no abandona al hombre y la mujer a su suerte. Todavía con ello lo acompaña y le teje el
vestido con el cual se vestirá, y con el cual trabajará.
SEGUNDO
PECADO ORIGINAL “DOMINEN LA BESTIA
INTERNA”
El
segundo pecado original que se nos presenta el Génesis, está narrado en el
relato de Caín y Abel. Estos eran los
hijos de Adán y Eva, que quieren presentarle una ofrenda a D**s, por las
bendiciones que han recibido de Él, que serán las primicias de su trabajo.
Uno
de ellos, Abel, era agricultor y el otro, Caín, se dedicaba a la caza. El momento de la presentación de las ofrendas
llegó. D**s vio con agrado la ofrenda de
Abel y fue la que recibió. Caín sintió
envidia de su propio hermano. En
lenguaje figurado, podríamos decir, no dominó la fiera interna, lo que llevó a
dar muerte a su hermano.
D**s,
le pregunta a Caín ¿dónde está tu hermano?
Él, Caín, responde que no es el guardián de su hermano.
Este
relato nos presenta una realidad puramente humana, muchas veces tenemos dentro
una “bestia” que es símbolo del dominio, de la violencia que somos capaces, que
se deja llevar por la envidia y el egoísmo.
Somos
capaces de matar, o de pasar por encima del otro, para hacernos notar. Somos capaces de una violencia descontrolada,
de convertirnos en puros animales, que se pierden en la búsqueda descontrolada
del placer, que se pierde en el sexo animal, utilizando al otro, o a la
otra, para satisfacer una necesidad
corporal, animal. Nos convertimos en
animales que no razonan, sino que se dejan llevar por lo corporal, por lo
hormonal, pero no hay más allá.
El
símbolo de la bestia es lo que nos podemos convertir, si no somos capaces de
dominar la bestia interna, nos perdemos en la búsqueda del placer. Porque algo que no tenemos que olvidar es que
somos seres racionales, con sentimientos y corporalidad.
Sigmund
Freud, nos presenta, desde el psicoanálisis, lo que llama “Pulsión de muerte”
que es una sensación que me lleva a matarme o matar a alguien más, el ejemplo
claro es el siguiente: se le pregunta a un fumador: ¿usted sabe que el fumar le
puede dar cáncer? Él responde que sí, y se le puede preguntar ¿Por qué lo hace
si lo puede llevar a la muerte? Esa es una pulsión de muerte, el jugar con
nuestra propia vida, en lenguaje teológica sería el no convertirnos en la bestia, que llevamos
dentro.
Pero
este relato también nos muestra una parte de la visión de D**s, luego del
asesinato de Abel, Caín se siente lleno de culpa, es su propia maldición, se
convierte en un hombre errante, que lleva a sus espaldas la sangre derramada de
su hermano. Pero D**s le pone una señal,
para que nadie más lo mate, se coloca detrás de él mismo, sin abandonarlo a su
propia suerte, a pesar de su propio pecado. Porque en el fondo, el propio castigo de Caín,
es su culpa, no se sentía arrepentido por la muerte de su hermano, quería ser aceptado
por D**s, pero no había un verdadero arrepentimiento, esa fue la causa de su
delito.
TERCER PECADO
ORIGINAL “ANULACIÓN DE LA DIVERSIDAD”
La
última narración que nos habla de los pecados originales, es el relato de la
Torre de Babel. Los seres humanos querían
uniformarse, y con ello alcanzar a D**s.
Por ello deciden construir una torre tan alta que alcanzarían el cielo.
Pero
llega en un momento en que esa torre se cae, los seres humanos se desconciertan
y se confunden, ya nadie entendía lo que el otro decía. El pecado que aquí se presenta es la
anulación de la diversidad humana.
Todos
los seres humanos somos distintos, “cada uno de nosotros es fruto de un
pensamiento de D**s”[5],
desde su propia diferencia. Al querer
uniformarse para “alcanzar a D**s” anulamos el propio carácter de la creación
de D**s.
Hoy
este es quizá uno de los pecados que más cometemos. Aquellos que pertenecemos a algunos
movimientos, pretendemos que aquellos que no pertenecen a nuestro círculo,
están condenados. Podríamos pensar que
si D**s no quisiera la diversidad, sencillamente no nos hubiera creado con la
libertad con la que nos creó.
Es
increíble ver, como hoy, en pleno siglo XXI, hay muerte y destrucción por la
anulación de la libertad y la diversidad.
Hoy condenamos a los homosexuales, por ser diferentes, condenamos a los
musulmanes porque no viven nuestra misma fe, los musulmanes nos condenan,
porque no vivimos la fe, desde el Corán, los protestantes, algunos, nos
condenan como “la gran ramera” a los católicos, y así cada uno va queriendo
anular la diferencia.
A LA LUZ DE JESÚS “LA GRACIA ORIGINAL”
Estos
relatos que nos muestran el camino que todos y todas realizamos en la vida, en
la cual tenemos una necesidad de poder y de dominar, de no dominar la fiera
carnal, y de anular la diversidad desde nuestra propia visión.
Jesús
nos viene a mostrar que más allá de los pecados originales, está la Gracia
Original que es el maravilloso don de la vida que D**s nos regala, si Él no
confiera en lo bueno de su creación, no hubiere mandado a Jesús a mostrarnos
una nueva forma de vivir, que él llamó el Reino de D**s.
La
Gracia Original se muestra cuando “Vio Dios que todo estaba bien hecho…”[6],
Cuando D**s no nos abandona a nuestra suerte, sino que nos da el vestido para
que nos cubramos, cuando D**s nos acompaña, a pesar de nuestro pecado, la
Gracia Original es el perdón que sólo puede venir de Él, pero que es una
experiencia humana, de errar, pero sentirnos perdonados, y Jesús nos viene a
presentar ese perdón de D**s, cuando le rescata la dignidad a una mujer
adúltera[7],
cuando sana a una mujer hemorroisa y a la hija de Jairo[8],
cuando perdona al paralítico[9],
es así cuando nos muestra el perdón de D**s, rescatando nuestra dignidad como
seres humanos.
A
lo largo de la historia, podemos ver que hemos construida muchas falsas
imágenes de D**s, a partir de nuestro propio pecado, porque no hemos tenido la
experiencia del D**s de Jesús, que parte de la imagen con la que Él se revela
al ser humano, que llega a su plenitud en Jesús.
Somos
creados a imagen y semejanza de D**s, adquiere un nuevo significado la dignidad
de todo ser humano, hombre y mujer, niño y niña, anciano y anciana, homosexual
y heterosexual. Cada uno de nosotros
debe ser consciente de su historia de pecado, porque es allí donde actúa D**s,
desde nuestra humanidad, desde nuestra psicología, desde nuestra propia
consciencia.
Los
pecados originales son nuestra propia experiencia de la falta de bondad, pero
D**s nos responde desde su Gracia. D**s
nos crea para que seamos felices, y con ello hacer feliz a los demás, haciendo
feliz al mismo D**s. Concluyo con una
frase de José Luis Cortés “Qué es el sexo y el Rock and roll, sino una búsqueda
desesperada de D**s”. Toda nuestra
historia de pecado es la búsqueda de D**s, en sitios donde no está, por ello la
antropología teológica partiría de la pregunta ¿dónde busco a D**s?
[1] La
teóloga estadounidense Elizabeth Shüssler Fiorenza, presenta el hecho que los
seres humanos no podemos definir a Dios, con palabras humanas, por lo cual escribe D**s de esta forma, haciendo notar que no se puede
describir la grandeza de D**s, así como la limitación en el lenguaje humano para definirlo.
[2]
Teoría propuesta por el sacerdote Georges Lemaître, en la cual se propone que el
origen del mundo se da a partir de una gran explosión.
[3]
Teoría propuesta por Charles Darwin.
[4]
Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales 23
[5]
Ratzinger, Joseph – Benedicto XVI Homilía de su coronación, 25 de abril de 2005
[6]
Génesis
[7]
Evangelio de san Juan, capítulo 8
[8]
Evangelio de san Marcos 5, 21-43
[9]
Evangelio de san Marcos 2, 1-22