Hace pocos meses sucedieron dos
situaciones que me hicieron reflexionar.
Y ya desde hace mucho tiempo he querido escribir sobre esto. Un día un amigo mío, me hizo esta pregunta,
con un aire de sarcasmo: - ¿Y vos todavía sos católico? A lo que yo le respondí: -
Claro que soy católico, comulgo y me confieso.
Pero lo que más me hizo reflexionar sucedió en la misa más concurrida de
mi parroquia, fue tal el revuelo que muchos se salieron y se quedaron callados,
el cura preguntó: ¿dónde están los cristianos?
Yo le he dado muchas vueltas al
asunto y me quedó esa pregunta. A ella,
le sumé la pregunta anterior, le pasé revista a mis propias actitudes, haciendo
un justo examen de conciencia. Luego
revisé nuestra problemática actual, y recordé lo que menciona el P. Carlos
Cabarrús, que sólo se puede conocer un valor, a partir de su antivalor.
Hay en el mundo, millones de
niños que se muren de hambre, jóvenes excluidos por sus tendencias, por su
raza, por sus gustos, por su color; el
gasto excesivo en armamento, la mala distribución de la riqueza y de la tierra;
y que hayan muchos seres humanos, que no tienen lo necesario para vivir con
dignidad; jóvenes que viven con adicciones; seres humanos que evalúan y
excluyen a los demás seres humanos por lo que poseen, y no por lo que son. Y
así podíamos seguir poniendo ejemplos.
Es en este panorama en el cual me
cuestiono ¿En dónde estamos los cristianos?
Asumimos que seguimos a Jesús, pero ¿es así en realidad? Seguir a Jesús implica asumir y optar por su
Proyecto, por la forma en la que él actuó.
Pero allí está el primer problema, creemos que el actuar de Jesús es
sólo para los demás, para que los demás vivan como nosotros pensamos que es
correcto vivir, que debemos cumplir una serie de pasos para poder acercarnos a
él y estar plenamente limpios, y es cuando el bello planteamiento “Qué hubiera
hecho Jesús es esta situación” se vuelca a señalar, y no a cuestionar en “¿Cómo
actuaría Jesús, delante de este hermano que seguro está sufriendo?”
Yo, trabajo con muchos jóvenes,
algunos comprometidos con “Jesús” y otros no; los comprometidos con él, se
comprometen a rezar el ángelus, el rosario, no se pierden una procesión y
visitan al Santísimo, pero todo eso se vuelve ritualismo si no lo llevamos a la
práctica. Muchas veces con ello nos
justificamos y así acallamos nuestra propia conciencia, allí se cumple el viejo
adagio de Marx que la religión es el opio del pueblo.
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Es el momento en el que cambiemos
de óptica, de cómo ver la realidad, el cristiano de hoy, diría Karl Rahner, o será
místico o no será cristiano, y yo le sumaría que el cristiano y la cristiana de
hoy, será un místico, un comprometido y con ello cambiará el mundo.