En este mundo tan necesitado de atención y escucha, los seres humanos necesitamos un momento de reposo y silencio, para descubrir quiénes somos y no lo que hemos creído que somos.

No hemos y no nos hemos dado el tiempo para descrubrir quienes somos y la riqueza que poseemos. Nos hemos olvidado de la maravillosa creación que somos. Se nos ha olvidado ver a los ojos a las personas, descrubriendo en el otro la riqueza que Dios ha querido poner en Él. Nos hemos olvidado de lo pequeño, de lo agradable, de lo gratuito, de disfrutar lo simple. Nos hemos llenado el cuello de rosarios y cruces para que vean que somos “católicos”, o llevamos una biblia para que vean que soy “evangélico”, pero dejamos el llamado de nuestro fundador a amar nos, a amar los, nos olvidamos de los detalles que nos dan vida. Nos exigimos perfección, perfección que nos lleva a una gran frustración porque Nunca la alcanzamos. A veces, incluso, olvidamos decir lo que queremos decir, porque hemos olvidado las palabras necesarias para hacerlo.
Necesitamos animarnos a ser diferentes, a cambiar el mundo, a no criticar a alguien por ser valiente, por ser diferente, sino, atrevernos a conocer el medio que lo hace ser él, a dar tiempo, vida y energía, que son los mayores bienes que poseemos, a darle a otro ser humano lo que le daríamos a Dios ¡Por qué en él habita Dios! Y nunca olvidar que “La mayor Gloria de Dios es el hombre viviente.